The Role Play-El juego del anfitrión

Capítulo 11

El fin de semana pasó volando. Verdaderamente creo que dos días no son suficientes para descansar y hacer la montaña de deberes que nos dejan los profesores. Odio los lunes. Bueno, ¿quién no los odia?

La mañana comenzó de manera extraña. Mi padre me dejó en el colegio y, antes de que me bajara del coche, me dijo con una sonrisa: "Diviértete". Eso era muy raro; él no solía despedirse así. Siempre era más serio, como si cada día fuera una misión que cumplir. Me quedé un momento mirando su rostro, tratando de descifrar si había algo más detrás de esas palabras, pero decidí dejarlo pasar.

Sin embargo, esa extraña despedida se desvaneció rápidamente de mi mente cuando me di cuenta de que había olvidado mis deberes en casa. Como soy tan inteligente, decidí hacerlos a última hora, lo que me llevó a dormir a la una de la madrugada.

Llegué corriendo a clase, sin ganas de hablar con nadie. Apenas crucé la puerta, me deslicé hasta mi asiento, feliz de saber que Emma no estaba presente. Saqué mis apuntes, lista para concentrarme en la lección y en nada más.

Hasta que Kenny llegó.

Sin preguntar, sin dudarlo siquiera, arrastró la silla junto a la mía y se sentó, como si ese fuera su lugar desde siempre.

Nunca en mi vida había odiado tanto escuchar mi nombre.

-Miranda.

Ignoré la voz. Me concentré en escribir mis apuntes, como si mi vida dependiera de ello.

-Mirandaaa -canturreó Kenny en un susurro, arrastrando las sílabas con fastidiosa diversión.

Apreté la mandíbula y seguí escribiendo. No. Le. Daría. El. Gusto.

-¿Sabías que frunces el ceño cuando te concentras? Pareces un hámster enojado.

Solté un suspiro y giré la cabeza lentamente. Kenny me sonreía con esa expresión de niño que sabe que está a punto de meterse en problemas, pero le da igual. Se inclinó sobre su pupitre, apoyando el mentón en una mano, estudiándome como si yo fuera un experimento divertido.

-¿Qué quieres, Kenny? -murmuré, manteniendo la voz baja para que el profesor no nos escuchara.

-Nada, solo hacerte un poco de compañía. Te ves tan sola ahí, tan seria... -puso cara de lástima exagerada-. Me preocupa que te conviertas en un robot.

-Si fuera un robot, al menos podría programarme para no escucharte.

Kenny soltó una risa ahogada y, antes de que pudiera reaccionar, estiró la mano y le dio un ligero tirón a mi coleta.

-¡Kenny! -solté, girándome bruscamente para fulminarlo con la mirada.

-Se mueve como un péndulo -dijo con total inocencia-. Es fascinante.

Conté hasta diez. Luego hasta veinte. No sirvió de nada.

-Si sigues molestándome, juro que...

-¿Que qué? -Kenny sonrió de lado, divertido-. ¿Me golpearás en la nariz otra vez?

Un escalofrío de culpa me recorrió, pero no se lo dejaría ver.

-No. Haré algo peor.

-¿Peor? -pareció realmente intrigado-. ¿Como qué?

Me acerqué y susurré:

-Te ignoraré hasta que tu ego se desmorone.

-Eres cruel, Miranda -dijo Kenny, llevándose una mano al corazón, fingiendo una puñalada invisible.

-Y tú eres insoportable.

Antes de que pudiera responder, la voz del profesor nos interrumpió:

-Señor Carter, señorita Cristalinus, ¿les gustaría compartir con la clase de qué están hablando?

Me congelé. Kenny, en cambio, sonrió con total descaro.

-Solo le decía a Miranda que su letra es hermosa, profesor. Es realmente admirable.

Me tomó todo el autocontrol del mundo no lanzarle mi bolígrafo a la cabeza.

El profesor nos dirigió una mirada sospechosa, pero finalmente continuó con la lección.

Kenny se inclinó levemente hacia mí, sin borrar su sonrisa.

-Te quiero en mi equipo para el proyecto -susurró.

-Jamás -respondí de inmediato.

-¿Eso es un reto?

-Eso es una promesa.

Y con eso, volví a mis apuntes, fingiendo que no sentía su mirada fija en mí.

Al terminar la clase, me dirigí a mi siguiente clase a la que menos mal Kenny no asintió.

En los pasillos del instituto, sentí una mirada sobre mí. Giré la cabeza y me encontré con los ojos de Kenny. No eran los de siempre, llenos de arrogancia y superioridad. Había algo diferente, un destello de interés que me incomodó.

-No esperaba que alguien como tú tuviera tanto carácter -dijo Kenny, apoyándose en las taquillas.

Lo miré con una ceja en alto.

-Y yo no esperaba que alguien como tú supiera algo sobre el carácter -repliqué.

Kenny sonrió de lado, pero no dijo nada. Solo se alejó, dejándome con una extraña sensación en el estómago.

A la hora de comer, me vi obligada a sentarme con mi grupo de béisbol para "hablar" sobre el campeonato que se celebrará la semana que viene. No me gusta comer con ellos; la mayoría son chicos, lo que me enfada, porque ninguna chica tuvo el valor de unirse al club. Ahora todas las chicas me ven como la chica que se unió solo por los chicos, pero no es verdad. Me uní porque me encanta el béisbol; los chicos no me interesan para nada.

Por la tarde, durante el receso, estábamos en el patio charlando con mis amigos cuando, de repente, una manada de pájaros comenzó a volar sobre nuestras cabezas. ¡Eran halcones!

-¿Qué hacen halcones en Boulder City? -pensé, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a correr por mis venas.

El caos estalló en un instante. Yo y los demás corrimos hacia el edificio, pero vi a los halcones atacar agresivamente a la gente. El pánico se apoderó de mí, y mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Al llegar a la puerta, di media vuelta, sintiendo que el miedo me paralizaba. Pero en ese momento, algo dentro de mí se encendió.

Tiré mi mochila al suelo y, con manos temblorosas, agarré mi bate de béisbol. En ese instante, una mezcla de determinación y miedo me invadió. Sabía que debía hacer algo, que no podía quedarme de brazos cruzados mientras otros estaban en peligro. La imagen de los halcones atacando a mis compañeros me llenó de una rabia que no sabía que tenía.



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En el texto hay: misterio, manipulacion, juegos psicologicos

Editado: 29.05.2025

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