Llegué a casa agotada, con los recuerdos del día pesando en mi mente. La experiencia en la escuela con los halcones seguía rondando en mi cabeza, pero el cansancio me venció cuando finalmente me dejé caer sobre la cama. Observé el techo por un momento, dejando que el suave murmullo del viento nocturno la arrullara.
"Mañana será otro día," pensé, intentando ignorar la inquietud que sentía en el fondo. Cerré los ojos, dejando que el sueño me envolviera.
Pero la noche no sería tranquila.
En el sueño, estaba en el parque con mis amigos: Tobias, Peter y Catherine. El cielo se teñía de un naranja intenso mientras el sol descendía en el horizonte. La brisa acariciaba mi rostro, y las risas de mis amigos llenaban el aire. Will, Billy y Lorry no estaban con nosotros; tenían sus propios motivos para no acudir.
-Por fin algo de paz -comentó Peter, recostándose sobre la hierba con las manos detrás de la cabeza. Su voz estaba llena de alivio, pero había algo extraño en el ambiente.
-Sí, pero no sé... Hay algo raro esta noche -dijo Catherine, observando alrededor con desconfianza. Sus ojos se fijaban en cada rincón, como si esperara que algo surgiera de entre las sombras.
Intenté disfrutar del momento, pero aquella incomodidad comenzó a afectarme también. La sensación de que algo estaba fuera de lugar crecía con cada segundo.
Un sonido abrupto rompió el silencio.
Un crujido, seguido de un susurro apenas audible, provenía de debajo del puente cercano. Los cuatro nos quedemos inmóviles, mirándonos entre nosotros.
-¿Qué fue eso? -preguntó Catherine en un susurro tembloroso.
Tobias sacó su linterna del bolsillo, encendiéndola. La luz atravesó la penumbra, iluminando el área frente a ellos.
-Suena como... alguien pidiendo ayuda -dije, mi voz cargada de preocupación.
El miedo y la curiosidad luchaban dentro de mí. Finalmente, di un paso adelante.
-Tenemos que ver qué está pasando -insistí.
Tobias se adelantó con la linterna, seguido de cerca por mí. Peter y Catherine intercambiaron miradas, dudando, pero terminaron por unirse al grupo.
A medida que se acercaban al puente, los gritos se volvían más claros. Una voz femenina resonaba entre los ecos del lugar:
-¡Ayuda! ¡Por favor, alguien ayúdeme!
La voz estaba cargada de angustia, y eso aceleró mis pasos. Cuando lleguemos bajo el puente, la escena que encontremos era escalofriante.
Una mujer estaba en el suelo, luchando por liberarse. Frente a ella, una figura oscura, encorvada y de movimientos antinaturales, estaba sobre su cuerpo. Los sonidos húmedos y grotescos de carne desgarrada llenaban el aire, haciendo que sintiera náuseas.
-Dios mío... -murmuró Catherine, llevándose las manos a la boca.
-¿Qué demonios...? -dijo Tobias, retrocediendo un paso, su voz temblorosa.
La figura levantó la cabeza. Su rostro estaba cubierto de sangre, con ojos vacíos y sin vida que irradiaban un hambre insaciable. Sentí que el aire se le escapaba del pecho.
En ese momento, Catherine tropezó con una piedra, cayendo al suelo con un grito ahogado.
El ser volteó su atención hacia ella, gruñendo como una bestia salvaje, y extendió una mano ensangrentada hacia la joven.
-¡Catherine, corre! -grité, pero Catherine estaba paralizada.
La adrenalina me inundó. Sin pensarlo, corrí hacia el monstruo con el bate de béisbol que llevaba conmigo. Lo levanté por encima de su cabeza y lo golpeé con todas mis fuerzas.
El bate impactó con un crujido seco contra el cráneo de la criatura, que cayó al suelo con un gruñido agónico. Sin detenerme a pensar, agarré a Catherine por la muñeca y la levanté.
-¡Vamos! -le grité mientras corríamos hacia la salida del parque.
El aire estaba lleno de gritos lejanos y sonidos de caos. Mientras corríamos, Peter y Tobias se unieron, pero no dejaron de mirar hacia atrás, esperando ver más de esas figuras aparecer.
-¿Qué está pasando? -preguntó Catherine entre sollozos, sus piernas temblando con cada paso.
-¡No lo sé! Pero tenemos que salir de aquí -respondió Tobias, su linterna temblando en su mano.
El parque, que antes era un refugio de tranquilidad, se había transformado en un lugar de pesadilla. Las luces de las farolas parpadeaban, y las sombras parecían cobrar vida, acechándolos desde cada rincón.