El sol iluminaba los muros blancos de Azoth como si cada piedra guardara la memoria de mil batallas ganadas. Las torres alzaban banderas ondeantes, y el emblema del halcón sobre cinco estrellas se mecía al viento.
Blair y Asori cruzaron las puertas principales. La ciudad era un mar de voces y colores: vendedores ofreciendo especias, herreros golpeando hierro candente, niños corriendo entre puestos. El aire olía a pan recién horneado, a sudor de caballos y a incienso de los templos.
Asori se detuvo, observando con ojos grandes.
—Vaya... aquí el pan sí se ve menos peligroso que en las montañas.
Blair rodó los ojos, aunque se le escapó una sonrisa.
Atravesaron calles y subieron por escaleras de mármol hasta el castillo, una estructura imponente de columnas y balcones cubiertos de enredaderas. No era solo majestuoso: imponía respeto, como un guardián que observaba todo el valle.
En la sala del trono, Tifa esperaba. Llevaba un vestido de batalla ceñido, con adornos dorados en los hombros. Su porte era regio, sus ojos rojos tan intensos como los de Blair, pero en ellos ardía una mezcla de severidad y cariño.
Cuando Blair cruzó el umbral, Tifa dio un paso adelante, con la voz como un látigo.
—¿Se puede saber qué demonios estabas pensando?
Blair bajó la cabeza, como niña atrapada en travesura.
—Tía, yo...
—¿Seguir una corazonada? ¿Un sueño? ¿Arriesgarte así? ¿Escapar en medio de la noche por que creíste sentir algo?—avanzó con pasos firmes—. ¡Podrían haberte descubierto o peor, pudiste haber muerto Blair!
La joven apretó los labios, hasta que Tifa, de golpe, la rodeó con un abrazo. Un abrazo fuerte, cálido y desesperado.
—Estuve tan preocupada... —susurró—. Me da paz saber que estás sana.
Blair cerró los ojos y le devolvió el abrazo, con un nudo en la garganta.
Tifa se separó, y solo entonces reparó que había un muchacho que las observaba detrás. Sus ojos lo escrutaron de arriba a abajo, con una mezcla de duda y sospecha.
—¿Y tú?
Blair se giró hacia Asori.
—Él... es Asori.
Tifa lo miró fija, esperando una explicación.
Asori suspiró, incómodo.
—Vivo en las montañas. Y... su sobrina me salvó la vida.
Blair dio un paso adelante, nerviosa.
—Tía... hay algo más.
Respiró hondo.
—Durante la pelea... Asori usó el viento. Lo vi. Y este collar que lleva... —tocó el orbe de Asori mientras lo miraba fijamente— respondió a su energía.
El silencio llenó la sala.
—Tía... creo que Asori es el Guerrero elemental del Aire, un portador del Orbe.
Tifa la miró sorprendida. Luego clavó sus ojos en el chico.
Asori levantó las manos.
—Oigan, esperen. No me metan en sus títulos raros. Yo no pedí nada de eso.
Blair tragó saliva y añadió en voz baja:
—Y también... lo salvé....usando el Sweet Kiss.
Los ojos de Tifa se abrieron de par en par.
—¿¡Qué!?
Asori se giró hacia Blair, incrédulo.
—¡¿Se lo estás contando así, tan tranquila como si nada?!
Blair enrojeció hasta las orejas devolviendo la mirada a Tifa.
—¡Era necesario! Estaba muriendo y no sabía que mas hacer.
Tifa se llevó la mano a la frente.
—Blair... Jason era nuestro candidato para el Sweet Kiss, era nuestro as bajo la manga para la guerra.
La joven bajó la cabeza, avergonzada.
La reina suspiró, y tras unos segundos, se cruzó de brazos y sonrió con malicia.
—Bueno... al menos tu primer beso fue con alguien mínimamente atractivo.
Blair casi se atragantó.
—¡Tía!
Asori abrió la boca, escandalizado.
—¿Perdón? ¿Estamos hablando de besos frente a un trono real?
Blair lo empujó con un codo.
—¡Cállate, idiota que esto es tu culpa!
Tifa recuperó la seriedad y se acercó a Asori. Sus ojos lo recorrieron, no como los de una tía protectora, sino como los de una reina midiendo un arma de guerra.
—Es cierto. Lo veo en ti. Tu Orbe del Aire ha despertado. Y tu energía Astral... ya no puede ocultarse.
Asori frunció el ceño.
—¿Astral?
—Tu fuerza vital. Es lo que alimenta al Orbe. Y si no lo controlas... Zeknier lo sentirá.
Asori tragó saliva.
—¿Quieres decir que ese lunático puede... rastrearme?
Tifa asintió con calma mortal.
—Sí. Y lo hará.
Asori negó con la cabeza, retrocediendo un paso.
—No, no, no. Esto no es asunto mío. No me interesa tu guerra, ni tus imperios, ni tus enemigos. Solo acompañé a Blair para que llegara viva a casa. Eso es todo.
Blair lo miró, dolida, pero guardó silencio.
Tifa lo fulminó con los ojos.
—¿Y crees que tu deseo basta para librarte? —avanzó hacia él, su voz firme—. Escúchame bien: Zeknier no pedirá tu permiso. Él vendrá. Y si no aprendes a defenderte, te matará. Y peor aún... arrancará el Orbe de tu alma.
Asori abrió los ojos, horrorizado.
—¿Arrancar... el Orbe?
—Sí. El Orbe está ligado a tu alma, pero la oscuridad de Zeknier puede desgarrar esa unión. Si eso ocurre, dejarías de ser tú. Tu poder sería suyo y morirías en el proceso.
El silencio cayó pesado. El corazón de Asori golpeaba en su pecho como un tambor.
—Yo... —balbuceó— no quiero.
—Y yo no te estoy preguntando qué quieres. —Tifa levantó el brazo y en un parpadeo, lo derribó contra el suelo con un movimiento limpio.
Asori gimió.
—¡¿Otra vez con las palizas?!
Tifa se inclinó sobre él, sus ojos brillando como brasas.
—¿Lo entiendes ahora? Eres débil y ni defenderte puedes. No puedes esconderte de lo que eres.
Asori apretó los dientes.
—¡Yo no soy ningún guerrero!
Tifa le tendió la mano, con gesto serio.
—No puedo obligarte a luchar en esta guerra. Pero sí a aprender a sobrevivir, aquí tenemos a un maestro que puede entrenarte. Si no lo haces, Zeknier te encontrará... y no quedará nada de ti.
Asori respiró hondo, con el corazón martillando en su pecho. Al final, aceptó a regañadientes y se levantó.
Editado: 19.09.2025