El patio interior del castillo de Azoth estaba en calma. Aves revoloteaban entre las torres, y la brisa fresca llevaba consigo pétalos de los jardines. En medio de esa serenidad, el Sabio del Aire esperaba sentado sobre una piedra plana. Su cabello blanco caía hasta los hombros, su túnica sencilla ondeaba con el viento, y sus ojos parecían mirar más allá de las cosas visibles.
Asori y Blair lo saludaron con respeto, aunque él no se movió.
—¿Tú eres el nuevo portador del Aire? —preguntó con voz grave, sin abrir del todo los ojos.
Asori rascó la nuca, incómodo.
—Eso dicen. Yo aún no estoy convencido.
El Sabio lo miró finalmente. Sus ojos eran como cielos antiguos: pacientes, profundos.
—No entreno a cualquiera. Solo acepto discípulos que traigan mi postre favorito.
Blair arqueó una ceja.
—¿Postre?
El Sabio asintió solemnemente.
—Un pastel de manzanas verdes recién horneado.
Asori abrió la boca, incrédulo.
—¿Está bromeando?
El Sabio cerró los ojos de nuevo, como si el asunto estuviera zanjado.
—Si no puedes traer un pastel de manzanas verdes, tampoco puedes traer disciplina al viento.
Asori giró hacia Blair, indignado.
—¿Me estás diciendo que mi destino depende de... repostería?
Blair suspiró, tirando de su capa con capucha para cubrirse mejor.
—Vamos al mercado.
Las calles de la capital estaban repletas de vida. Carros llenos de verduras, puestos de especias, tenderetes de telas de colores. Los mercaderes gritaban precios, y el aire se impregnaba de olores dulces, ácidos y picantes.
Blair caminaba junto a Asori con la capucha baja, ocultando su cabello blanco. Sus pasos eran firmes, pero sus ojos observaban todo con nostalgia.
Asori la miró de reojo.
—No parece que sea tu primera vez aquí.
Blair sonrió con tristeza.
—No lo es. Esta era mi ciudad, ¿recuerdas? Pero... para todos aquí, estoy muerta.
Asori arqueó una ceja.
—Debo admitir que lo llevas bastante bien para alguien que finge ser un fantasma con capucha.
Blair le dio un codazo.
—Idiota.
Ambos siguieron caminando, hasta que Blair se detuvo frente a un puesto de panadería. El olor a manzana y canela impregnaba el aire.
—Aquí —dijo ella, señalando—.
La vendedora les ofreció un pastel brillante y dorado.
—Pastel de manzanas rojas, recién hecho.
Asori suspiró.
—Bueno... rojo, verde... ¿Qué diferencia puede hacer?
Blair negó con la cabeza.
—Ya veremos.
De regreso, entregaron el pastel al Sabio. Este lo probó con calma, cerró los ojos, y suspiró.
—Dulce... pero no. Esto es manzana roja.
Asori casi se atragantó.
—¡¿En serio?!
Blair tapó su risa tras la capa.
—Te lo dije.
El Sabio asintió.
—Vuelvan. Y no fallen.
El camino de vuelta al mercado fue más lento. Asori pateaba piedras con frustración.
—¿Soy el Guerrero del Aire o un aprendiz de repostero?
Blair sonrió, disfrutando de su mal humor.
—Quizá ambas cosas.
Se detuvieron en un puesto de frutas, donde las manzanas verdes brillaban bajo el sol. Blair tomó una entre sus manos, mirándola con atención.
—¿Sabes por qué quiero derrotar a Zeknier?
Asori levantó una ceja.
—Aparte de la obviedad de que es un carnicero loco y quiere conquistar el mundo.
Blair suspiró.
—Porque quiero que mi gente viva sin miedo. Perdí a mis padres por su culpa. Y sé que si nadie lo detiene, todo Azoth caerá. No me importa si dicen que estoy muerta. Mi deber sigue vivo.
Asori la observó en silencio. Sus palabras no eran grandilocuentes, eran crudas. Por un instante, el sarcasmo se le quedó atorado en la garganta.
—Debes de estar muy sola —dijo, casi sin querer.
Blair bajó la manzana, sorprendida. Lo miró con una sonrisa suave, melancólica.
—Sí. Pero ahora... no tanto.
Asori desvió la mirada, incómodo, con el rostro un poco rojo.
—Princesa canosa sentimental... eso sí que es nuevo.
Blair rio, ligeramente.
—Idiota.
De regreso, llevaron el pastel de manzana verde. El Sabio lo probó, cerró los ojos... y sonrió apenas.
—Ahora sí.
Asori levantó las manos al cielo.
—¡Al fin!
El Sabio se volvió hacia Blair.
—Puedes retirarte. Este entrenamiento es entre él y yo.
Blair asintió, quitándose la capucha y peinándose el cabello.
—Necesito un baño de verdad. Te veré más tarde, Asori.
Él hizo una mueca.
—Genial... me abandonas con un viejo que vive de postres.
Blair le lanzó una mirada juguetona antes de salir.
—Sobrevive y tal vez te traiga pan luego.
Cuando quedaron solos, el Sabio fijó los ojos en Asori. Su mirada era pesada, como si pudiera atravesarlo.
—Ella no te lo dirá aún. Pero tú debes saberlo.
Asori tragó saliva.
—¿Qué cosa?
El Sabio inspiró hondo.
—Blair... es más fuerte que Zeknier. Mucho más.
Asori abrió los ojos, atónito.
—Pero —continuó el Sabio, con tono grave— hay un detalle.
Asori se inclinó hacia adelante, expectante.
El Sabio cerró los ojos, y el viento pareció guardar silencio.
—Ese poder... no siempre es suyo.
El corazón de Asori dio un vuelco antes tal revelación.
Editado: 19.09.2025