El sueño no tenía peso ni suelo. Asori flotaba en un cielo inmenso, un océano de estrellas que se movían como si respiraran. De pronto, una figura colosal emergió entre las constelaciones: alta, desdibujada, apenas un contorno hecho de luces.
No caminaba. Se deslizaba, como si los mismos astros le abrieran paso, tenia una figura femenina que se sentía imbuida de poder puro en su estado mas primigenio.
La voz llegó como eco de un trueno apagado:
—Pronto nos veremos...crece y hazte mas fuerte.
Asori quiso hablar, pero la garganta no respondió era como si no pudiera moverse o realizar alguna acción por su cuenta.
—...Cazador... de... Dioses, tu destino y el de la Princesa Esc.....a.
El eco lo atravesó como un cuchillo helado. La figura alzó la mano y las estrellas explotaron en fragmentos y Asori cayo en un vacío que parecía como si un abismo se lo devoraba.
Asori despertó de golpe, jadeando, con el corazón desbocado y bastante impactado debido a que el sueño se sintió mucho mas lucido que cualquier otro que haya tenido.
Al despertar. lo primero que notó fue el calor. Y luego, el abrazo de alguien conocido, tan cálido y a la vez tan profundo.
Blair estaba profundamente dormida, pero lo tenía aferrado con fuerza, como si fuese un peluche al que no estaba dispuesta a soltar. Su cabello blanco estaba esparcido por la almohada, su respiración tranquila golpeaba el cuello de Asori, y el Sweet Kiss vibraba como una hoguera encendida dentro de Asori que estaba tratando de asimilar dicha escena.
—Oh, no... —susurró Asori, sin saber cómo moverse sin despertarla y crear un momento incomodo, aunque dentro de el se sentía feliz de verla a su lado, tan delicada, tan tranquila. En su mente era raro ver a Blair tan calmada.
La puerta se abrió con un chirrido. Mikrom entró, cruzando los brazos y arqueando una ceja.
—Vaya, vaya... —dijo con tono burlón—. Me ausento una noche y mi prima ya encontró cómo calentar la cama con su noviecito.
Asori se puso rojo hasta las orejas.
—¡No es lo que parece!
—Claro que no —rió Mikrom, teatral—. Solo parece que morirás por mis manos en cuanto Blair despierte y vea que la usaste de almohada o talvez ustedes hicieron algo ....
Asori abrió la boca para replicar, pero Blair se movió, murmurando entre sueños:
—Idiota... Asori...
Los ojos de Mikrom brillaron con picardía al ver que su querida prima pronunciaba el nombre de aquel chico que abrazaba con tanta pasión.
—Confirmado. Ya hasta te sueña.
Asori hundió la cara en la almohada, deseando que la tierra lo tragara.
Cuando Blair por fin despertó, confundida y sonrojada, Mikrom no perdió la oportunidad de soltar otra broma. Blair lo calló de un codazo, pero Asori aún sentía la vergüenza hasta en las pestañas.
En la mesa del desayuno, Mikrom puso las cartas claras.
—Hoy debemos dividirnos. Blair y yo iremos a buscar información sobre el torneo: cómo entrar, qué requisitos hay, qué trampas está preparando Zeknier. Tú, Asori, tienes otra tarea.
Asori arqueó una ceja.
—¿Otra misión suicida?
—Peor —dijo Mikrom con solemnidad fingida—. Burocracia.
Blair lo miró a los ojos.
—Necesitas una identificación de la ciudad. Nadie entra al torneo, ni siquiera como espectador, sin un registro oficial. Tú no tienes nada, vienes de las montañas.
Asori suspiró.
—¿Y si digo que soy un ermitaño antisocial con fobia al papeleo?
—Entonces te arrestan y te tiran a un calabozo —dijo Mikrom, bebiendo de su jarra.
Blair le colocó la mano sobre el hombro de Asori, seria.
—Es necesario, Asori. Si quieres moverte aquí sin levantar sospechas, debes tener un nombre en los registros, de esa manera serás solo un ciudadano cualquiera.
Él la miró y, pese a las bromas, asintió.
—Está bien. Pero si muero ahogado en formularios, les juro que los voy a perseguir desde el más allá.
Mikrom se carcajeó.
—Si sobrevives a la fila, ya serás más héroe que cualquiera de nosotros.
El grupo salió de la posada. El bullicio de la Capital los envolvió: vendedores, guardias, bardos, niños correteando. Blair ajustó su capucha, Mikrom sonrió como quien va a cortejar a la primera tabernera que se cruce, y Asori se preparó mentalmente para enfrentarse al misterioso mundo de la oficina de registros.
Antes de separarse, Blair lo miró a los ojos.
—No digas nada extraño. No hagas bromas. No intentes impresionar a nadie.
—Me estás pidiendo que deje de ser yo —respondió él, sarcástico.
—Exacto —contestó ella, tratando sonreír cálidamente.
Mikrom dio una palmada en la espalda de Asori.
—Tranquilo. Si logras no arruinarlo, hasta puede que te inviten a la ceremonia de apertura del torneo.
—Oh, fantástico —murmuró Asori, avanzando hacia el edificio de registros, sintiendo que esa misión podía ser incluso peor que enfrentar a un Megalo.
Mientras Asori se perdía en la marea de gente rumbo a su destino, Blair y Mikrom tomaban la dirección contraria, hacia las tabernas y callejones donde la información tenía precio.
El aire de la Capital estaba cargado, vibrante, como si cada esquina guardara un secreto y cada sombra espiara.
Asori, todavía con la piel erizada por el sueño extraño, no podía dejar de repetir en su cabeza esas palabras que le habían susurrado en las estrellas:
"Cazador de Dioses..."
El destino ya lo estaba llamando, aunque él aún no lo comprendiera.
El sol ya había trepado lo suficiente como para arrancar brillos dorados de los techos de la Capital. Las calles hervían con vendedores, pregoneros y niños que corrían entre los puestos.
Asori, perdido entre letreros y callejones iguales, se rascaba la nuca.
—Genial. Montañas, fácil. Ríos, fácil. Ciudad... imposible.
—¡Señor Capucha Sospechosa! —una vocecita alegre lo sacudió.
Era Lira, la niña de coletas desordenadas. Tenía un trozo de pan bajo el brazo y la cara manchada de harina.
Editado: 19.09.2025