Blair caminaba junto a Mikrom por la avenida principal de la Capital. Allí, donde la ciudad respiraba con más fuerza, los estandartes negros de Zeknier ondeaban como una sombra constante. Entre pregones de mercaderes, se alzaba una construcción colosal: el Coliseo Imperial, aún en andamios, pero ya imponente como una catedral de piedra.
En los tablones de madera colgaban carteles con letras grandes y crueles:
"TORNEO IMPERIAL. ORO Y GLORIA PARA EL CAMPEÓN. LA ESCLAVA DE LUZ PARA EL SEGUNDO LUGAR."
El rostro de Blair se endureció al leerlo. Sintió un escalofrío y no por la promesa del oro, sino por esas tres palabras al final.
—Es una burla —dijo, con voz baja pero cargada de rabia—. "La Esclava de Luz" ... como si fuera un trofeo.
Mikrom, con su habitual sonrisa relajada, observó el cartel.
—No es una burla, prima. Esto claramente es una trampa.
Blair lo miró.
—¿Trampa?
—Claro. Piensa un poco. —Mikrom se inclinó, bajando la voz—. Zeknier sabe que los portadores no se quedarán de brazos cruzados. Si ofrece a una portadora como premio, los otros portadores e incluso otros reinos se sentirán obligados a actuar. El torneo no es solo espectáculo, es un cebo.
Blair apretó los puños.
—Entonces... nos quiere reunir.
—Exacto. —Mikrom sonrió, pero esta vez no había rastro de broma en su voz—. Quiere medirnos, ver quién da la cara, quién se expone. Y cuando lo haga, tendrá un mapa claro de sus enemigos, pero aún no me queda claro el por qué va a entregar a una portadora, talvez tiene algo más entre manos que aún no sabemos.
Blair guardó silencio. El plan de Zeknier era maquiavélico en su simpleza.
Avanzaron hacia una oficina improvisada donde se hacían las preinscripciones. Había una fila de guerreros de todas las edades: mercenarios, gladiadores, campesinos con más músculo que cerebro.
Un escriba gritaba los requisitos desde un atril:
—¡Todo aspirante debe contar con identificación vigente de la Capital o de uno de los cinco reinos de Azoth! ¡Todo aspirante debe pasar la preselección de combate, que se realizará mañana al alba en la Plaza del Este! ¡El uso de armas mágicas está prohibido salvo aquellas inscritas en la lista oficial!
Mikrom chasqueó la lengua.
—Ya ves. Hasta para morir en la arena hay que llenar formularios.
Blair no sonrió. Estaba procesando cada palabra.
—Entonces Asori...
—Exacto —interrumpió Mikrom—. Necesita esa identificación. Y más aún: si entra al torneo, no puede revelar sus poderes con el aire.
Blair arqueó una ceja.
—¿Por qué no?
Mikrom se inclinó sobre ella, serio como pocas veces.
—Porque el Orbe del Aire no ha tenido un portador hace bastante tiempo y se sabe que pocas personas pueden utilizar el aire para pelear mediante el uso del Astral. Si Zeknier lo ve, sabrá casi al instante quién es Asori. Y créeme, no lo dejará salir vivo de la arena o al menos eso pienso.
Blair tragó saliva.
—Entonces... ¿cómo peleará?
Mikrom se echó hacia atrás, volviendo a su tono relajado.
—Transformado. Que use fuerza bruta, estrategia y resistencia. El Aire es un secreto que debemos guardar hasta que sea absolutamente necesario revelarlo, a menos que tu noviecito lo use de forma discreta.
Blair bajó la mirada.
—¿Y si no puede...? ¿Y si se desespera y lo usa sin pensarlo?
Mikrom la miró con calma.
—Entonces todo nuestro plan se caerá a pedazos, pero tranquila, estoy muy seguro que tu chico se las va a ingeniar para ser discreto y quien sabe y con suerte gane el torneo.
Caminaron por las calles secundarias, más tranquilas. El bullicio del mercado se mezclaba con el olor a pan recién horneado. Blair caminaba en silencio, con la capucha sobre la cabeza. Mikrom la observó de reojo.
—Piensas mucho en él ¿No es así?
—¿Qué? —Blair parpadeó, sorprendida.
—Asori. —Mikrom sonrió—. No me engañas, prima. Yo te conozco desde niña. Nunca hablaste de nadie con esa mezcla de rabia y ternura.
Blair se sonrojó y apartó la mirada.
—No es eso. Es... complicado.
—¿Complicado? —Mikrom arqueó una ceja.
Blair se llevó la mano a los labios, casi sin darse cuenta.
—Es que... yo sé que es solo mi amigo. Bueno, le di un beso una vez para salvarlo y eso llevo a que ahora estemos unidos por el Sweet Kiss, pero cuando estoy con él... siento algo raro. A veces siento mucha paz, en otras veces me saca de quicio con su sarcasmo y en otras solo puedo ver como puedo ser yo misma cuando estoy a su lado.
Mikrom la interrumpió con una carcajada fuerte.
—¡JA! Entonces es eso. Te gusta el mocoso.
—¡No es así! —protestó ella, roja como una llama—. Solo... solo es diferente. Asori no me trata como princesa, ni como una extraña. Me mira como si fuera... solo Blair.
Mikrom bajó el tono.
—Y eso es lo que necesitas.
Por un momento, el silencio se volvió cómodo.
Intentando cambiar de tema, Blair se detuvo en un puesto donde vendían pan relleno de miel. El aroma dulce le llenó el pecho.
—Deme dos —pidió, sonriendo suavemente.
El panadero se los entregó. Blair los guardó con cuidado.
—¿Se que eres una glotona, pero dos para ti? —preguntó Mikrom.
—Para Asori. —Blair sonrió, tímida—. Quiero darle una sorpresa.
El Sweet Kiss vibró en su interior. Por un instante, sintió a Asori feliz y tranquilo. Eso la hizo sonreír más.
Mikrom lo notó enseguida y no perdió la oportunidad de molestarla.
—Mira nada más... una sonrisa boba. ¿Fue la noche juntos en la habitación? ¿O es que tu novio te hace bien?
Blair levantó el pan para golpearlo.
—¡Asori y yo no hemos hecho aun nada de...! —. Y en ese momento Blair recordó la noche pasada y como sus labios casi se rozan y se puso roja—Eres un idiota Mikrom.
Pero entonces se detuvo. El vínculo cambió de golpe.
La calidez desapareció, reemplazada por un vacío helado.
Editado: 19.09.2025