El amanecer llegó con un cielo plomizo. El bullicio de la Capital continuaba, pero para Asori, Blair y Mikrom el mundo parecía detenido, como si siguieran dentro de aquel callejón, aunque sus pasos ya se alejaran de él.
Asori caminaba en silencio. El cabello desordenado, la mirada fija en el suelo empedrado. Había ojeras debajo de sus ojos; no porque hubiera dormido poco, sino porque no había dormido en absoluto.
Blair lo seguía a medio paso, con sus dedos entrelazados con los de Asori, ya que debían seguir fingiendo ser pareja, pero sin saber si decir algo o respetar su silencio. El vínculo del Sweet Kiss la golpeaba con oleadas de culpa y vacío, como un pozo sin fondo.
Mikrom, al contrario, parecía indiferente. Marchaba delante, silbando una tonada baja, con la espada colgada en la espalda. Pero sus botas aún manchadas del rojo seco contaban una historia que nadie se atrevía a preguntar.
Llegaron a una posada humilde en las afueras de la Capital. El posadero no preguntó demasiado: vio las caras, vio la capa que ocultaba a Blair, y supo que eran viajeros que no querían ser reconocidos.
Dentro de la habitación, Asori se dejó caer en la cama. El techo de madera parecía pesado, demasiado bajo. Cada vez que cerraba los ojos, veía la risa de Lira, la manzana rodando, las manos del abuelo y la sangre en el piso.
Blair lo observaba desde la puerta. Dudó, luego dio un paso.
—Asori...
Él no respondió. Solo se cubrió el rostro con una mano.
Blair apretó los labios. El vínculo era insoportable: podía sentir cómo él se despedazaba por dentro, y sin embargo su silencio era más cruel que cualquier grito.
Se sentó en el borde de la cama. No dijo nada al principio, simplemente estuvo allí. Y poco a poco, el temblor en el hombro de Asori le confesó que estaba llorando sin sonido.
—No pude salvarla —dijo al fin, con un hilo de voz.
Blair cerró los ojos, conteniendo su propia lágrima.
—No es tu culpa.
—Sí lo es. —Él bajó la mano, mostrando unos ojos rojos, no de poder, sino de llanto—. Estaba ahí. Los vi. Al abuelo... sabía que podía pasar algo. Y aun así... di la espalda.
Blair tragó saliva. No podía contradecirlo. El dolor era demasiado evidente.
—Entonces... ¿Qué harás ahora? —preguntó en voz baja.
Asori la miró un segundo. Había rabia, sí, pero también algo nuevo: determinación frágil, como un vidrio fino.
—Quiero hablar con Eryndor —dijo.
Blair arqueó las cejas.
—¿El sabio del Aire? ¿Y eso?
Asori asintió.
—Cuando regresemos al castillo. No... no quiero seguir huyendo. Necesito entender qué significa todo esto. El Orbe, el Astral, el "despertar". Necesito saber cómo usarlo correctamente. Porque si no... solo seguirán muriendo personas frente a mí y no puedo quedarme sin hacer nada, si no pude ayudar a mis padres y a...Lira. No fui diferente a aquellas personas que no me ayudaron de pequeño.
Blair lo observó largo rato. La sinceridad en esas palabras no era la de alguien que abrazaba la guerra, sino la de alguien que había comprendido que la indiferencia también mata y que eso traía consecuencias.
Ella sonrió apenas, con ternura, y susurró:
—Empiezas a sonar menos como aquel chico que salve esa noche en las montañas y más como un verdadero guerrero.
Asori bufó, y por primera vez en horas, dejó escapar una risa seca, aunque aún cargada de lágrimas.
El resto de la jornada pasó en silencio. Mikrom desapareció buena parte del día. Regresó entrada la tarde con un saco de provisiones y la ropa limpia, aunque el olor metálico aún lo rodeaba. No dijo dónde había estado, y nadie preguntó.
Cenaron pan duro, caldo aguado y un trozo de queso que Mikrom consiguió a fuerza de regateo. Asori apenas probó bocado, pero Blair insistió hasta que aceptó al menos una cucharada.
Al caer la noche, Mikrom se tumbó en el suelo con los brazos cruzados detrás de la cabeza.
—Mañana partimos al castillo. Tifa querrá nuestro informe del torneo y todo lo que hemos averiguado.
Blair asintió.
—Sí. Debemos contarle que el torneo es más que un espectáculo. Es una trampa para reunir a los portadores y que debemos saber el motivo por el cual están dando como premio a una portadora.
Asori, con los ojos cerrados, murmuró:
—Y debemos contarle... que quiero entrenar. Pero ahora de verdad.
Mikrom lo miró de reojo, sin sonreír. Por primera vez, pareció orgulloso.
—Ya era hora, mocoso. No siempre vas a tener a Blair para que te esté cuidando o que este diciéndote que hacer en combate.
La madrugada trajo un silencio espeso. Blair se despertó sobresaltada, el Sweet Kiss la conectó con un sueño de Asori. Vio lo que él veía: Oscuridad y un mar de culpa y en el fondo de eso, veía a Lira caminar hacia una luz hasta desaparecer
Asori se revolvió en la cama, sudando. Blair le tomó la mano. El temblor cesó poco a poco.
—Estoy aquí —le dijo al oído, aun cuando él no podía oírla. —No te dejare solo, somos un equipo, todo va a estar bien Asori.
Blair abrazó a Asori poniendo su cabeza en su pecho mientras le acariciaba la cabeza sutilmente para no despertarlo.
—Estoy orgullosa de ti. —le dijo Blair mientras cerraba los ojos y se quedaba dormida.
Ella no lo sabía, pero en ese instante, Asori sí la sintió y una paz invadió su sueño y ambos pudieron al fin descansar.
Con el amanecer, recogieron sus cosas. El abuelo de Lira había partido en silencio la noche anterior, con la urna de cenizas apretada contra el pecho. Nadie lo vio irse. Nadie lo detuvo.
Blair guardó el pan de miel en su bolsa. No se lo había dado a Asori; quizá, pensó, algún día él podría recibirlo como símbolo de un recuerdo menos doloroso.
Asori salió de la posada con el rostro cansado pero firme. Por primera vez desde que había despertado como portador, había tomado una decisión por voluntad propia.
Mikrom abrió el camino. Blair caminó a su lado, vigilante. Y el viento, casi imperceptible, parecía susurrarles que el viaje no sería tranquilo.
Editado: 19.09.2025