The Sacred Orb

Capítulo 23 - El filo del agua

El grupo había dejado atrás la Capital al amanecer. El bosque que separaba la ciudad del camino al castillo de Azoth estaba vivo con murmullos: ramas que crujían, aves que se ocultaban, hojas que parecían susurrar secretos entre sí.

Asori caminaba con la capucha calada hasta las cejas. No hablaba demasiado, aun cargando la sombra de Lira, pero sus pasos ya no eran tan pesados como el día anterior.

Blair, a su lado, buscaba temas ligeros.
—¿Sabes? Creo que empiezo a extrañar la sopa aguada de Mikrom.

Asori arqueó una ceja.
—¿Extrañar eso? Pensé que tenías paladar de princesa.

Ella infló las mejillas, indignada.
—¡No soy tan delicada!

Mikrom, que iba delante, rió fuerte.
—No la contradigas, mocoso. Cuando éramos niños, una vez escupió una manzana porque no estaba lo bastante dulce.

—¡Mentira! —protestó Blair, roja.

Asori dejó escapar una risa seca. Pequeña, pero risa al fin. Blair lo notó, y su corazón dio un vuelco.

De pronto, el bosque enmudeció. Ni pájaros, ni insectos. Mikrom se tensó, bajando la mano a la espada.

—Algo anda mal.

Un silbido cortó el aire. Shhhk! Una lluvia de cuchillas lanzó sombras desde los árboles. Asori apenas alcanzó a reaccionar, transformándose en un parpadeo, levantando una ráfaga de aire que desvió parte del ataque.

Blair invocó llamas alrededor, creando un círculo de calor.

De entre la maleza surgieron bandidos con armaduras ligeras, rostros cubiertos por telas negras. Tenían la torpeza de mercenarios baratos, pero los ojos inyectados de quienes obedecían órdenes de Zeknier.

—¡Querían espectáculo! —gritó uno, blandiendo un machete—. ¡Aquí lo tienen!

Asori se preparó, pero Mikrom lo detuvo con un gesto.
—Deja que Blair y yo nos encarguemos debes guardar fuerzas para...

Un destello azul lo interrumpió.

En un abrir y cerrar de ojos, una figura encapuchada cayó desde lo alto de un árbol. El impacto fue silencioso, elegante.

—Demasiado ruido para una emboscada —dijo una voz femenina, fría y burlona.

Movió las manos con fluidez. El aire se llenó de gotas suspendidas, invisibles un segundo antes de aparecer. Luego, las gotas se convirtieron en cuchillas de agua que atravesaron las armaduras de los bandidos como si fueran papel.

Gritos breves. Cuerpos al suelo. Sangre mezclada con agua en el barro.

Los sobrevivientes retrocedieron, aterrados.

La encapuchada giró un kunai en los dedos, como si barajara una carta de póker.
—Cinco contra uno. Mala apuesta para ustedes.

Uno de los bandidos huyó. Ella no lo persiguió. Guardó el kunai con calma, como si nada hubiera pasado.

Blair entrecerró los ojos. El Orbe del Agua brillaba suavemente en el collar que llevaba al cuello.

Asori la miraba, aún transformado.
—¿Quién... eres?

La figura bajó la capucha. El cabello corto, azul oscuro, mechones rebeldes cayendo sobre unos ojos grises-azulados que parecían medir cada movimiento como si fueran probabilidades en un tablero.

—El nombre es Mikan —dijo, sonriendo apenas—. Portadora del Orbe del Agua.

Blair tensó la mandíbula.
—Una portadora... ¿Y qué haces aquí?

—Lo mismo que ustedes, supongo. Vivir un día más. Ganar algo de oro. Apostar a que no me atraviesen la garganta en un callejón. —Hizo girar otro kunai—. ¿Y ustedes? ¿Turistas perdidos?

Asori se encogió de hombros.
—Algo así.

Mikrom cruzó los brazos, arqueando una ceja.
—Había oído que Mikan era un hombre enorme, con una cicatriz en la cara.

—Ah, sí. Ese rumor lo inventé yo. —Ella sonrió con descaro—. Siempre es útil que te subestimen.

Blair dio un paso al frente.
—¿Por qué ayudarnos?

Mikan ladeó la cabeza.
—Porque era divertido. Y porque pensé: "Si esos tres mueren, no tendré a quién apostar en el torneo".

Asori frunció el ceño.
—¿Torneo?

—Claro. —Mikan se encogió de hombros—. Todos hablan de él en la Capital. Oro, fama, sangre. Mi tipo de juego, ustedes aún pueden inscribirse, aún queda tiempo para la preselección.

Blair apretó los labios.
—¿Para ti es un juego?

—¿Y no lo es? —replicó Mikan, con calma irritante—. La vida es una mesa de apuestas. Ganas, pierdes, sonríes o mueres. El azar nunca miente.

Asori la observó en silencio. Algo en esas palabras le recordó a sí mismo, antes de Lira. Ese mismo cinismo de "no es mi problema".

Pero ahora dolía escucharlo en boca de otra persona.

Mikrom rompió la tensión, chasqueando la lengua.
—Vaya, vaya... ¿una ninja fría y letal? Justo mi tipo.

Mikan le lanzó un kunai que rozó su oreja y se clavó en el tronco detrás.
—Intenta otra broma y tu tipo será "muerto en un árbol".

Asori rió bajito, Blair también, aunque lo ocultó con la mano. Mikrom fingió indignación.
—¿Así tratan aquí al futuro héroe de la revolución?

—Sí —respondió Mikan con ironía—. Con más cuchillos de los que puedes contar.

Mikan se dio media vuelta, ajustándose la capucha.
—No se acostumbren. Viajo sola. Los que van en grupo siempre terminan arrastrados por las decisiones de otros.

Blair quiso protestar, pero Asori la detuvo con una mano en el brazo.
—Déjala. Quiere apostar sola.

Mikan los miró por encima del hombro, con esa sonrisa cínica que no revelaba nada.
—Exacto, Princesa. Yo siempre juego mi propia partida.

Blair abrió la boca, sorprendida.
—¿Cómo... sabes?

Mikan se llevó un dedo a los labios.
—Adivina.

Y desapareció entre los árboles, como si el bosque la hubiera tragado.

El silencio regresó. Mikrom suspiró.
—¿Ninja letal, sarcástica y peligrosa? Sí, definitivamente mi tipo.

Blair lo golpeó en el hombro.
—Idiota.

Asori, aún pensativo, murmuró:
—Pero tiene razón. La vida sí parece un juego de azar... Solo que yo no quiero seguir perdiendo.

Blair lo miró de reojo, con una mezcla de orgullo y preocupación. El aire frío del bosque sopló, y en él se sentía una certeza: volverían a cruzarse con ese ninja.



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En el texto hay: romance, aventura, fantasía drama

Editado: 29.10.2025

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