La mañana después de la emboscada amaneció clara. Los rayos del sol atravesaban la entrada de la cueva como dedos dorados, iluminando el polvo suspendido en el aire. Asori se desperezó torpemente, sintiendo por primera vez en semanas que la tensión en su pecho no era una roca imposible de mover.
El motivo estaba frente a él: Mikan, apoyada en la pared, afilando distraídamente uno de sus kunais mientras bromeaba con Mikrom, que se había aparecido un momento antes de partir hacia la Capital para entregarles un mensaje escrito para Tifa.
—¿De verdad piensas que tu chiste del carnicero era gracioso? —decía ella, con el ceño arqueado.
—Vamos, admítelo, te reíste —insistió Mikrom.
—Me reí de lo patético que fue. —Mikan giró el kunai entre los dedos y lo lanzó al aire, atrapándolo con facilidad.
Asori observaba en silencio, con una pequeña sonrisa. Era raro, pero por primera vez desde lo de Lira, se sentía capaz de sonreír de nuevo.
Blair lo notó, y aunque parte de ella se alegró, otra parte se revolvió en su pecho como un nudo.
Mientras Mikrom se despidió y marchó hacia la Capital, el ambiente entre los tres cambió. Con cada paso, Mikan encontraba un motivo para acercarse demasiado a Asori. Le corregía cómo ajustaba la capa, lo llamaba "mocoso de las montañas" con una sonrisa pícara, incluso llegó a preguntarle qué tipo de chica le gustaba.
Asori, como siempre, no entendía nada.
—¿Tipo de chica? No sé... alguien que no me moleste mientras como mi pan favorito.
Mikan estalló en carcajadas.
—¡Perfecto! Entonces yo gano, porque mientras mastiques, no pienso hablarte.
Blair apretó el puño en silencio, con una vena palpitando en la frente.
—¿Qué pasa, "Princesa Canosa"? —murmuró Mikan con descaro, notando su incomodidad.
—Nada —replicó Blair, roja.
Asori arqueó una ceja, confundido.
—¿Por qué la llamaste Princesa de nuevo? Y lo de Canosa déjamelo a mí, yo lo dije primero.
—Instinto —dijo Mikan, divertida, guiñándole un ojo a Blair para molestarla aún más.
Ese día recorrieron varios kilómetros hasta encontrar un refugio improvisado en el bosque. Cansados, prepararon una fogata pequeña, compartiendo las provisiones que habían traído desde la capital. El cansancio los venció pronto y decidieron descansar.
Asori se quedó dormido de lado, dándole la espalda a Blair, pareciendo que se estaban acostumbrando a dormir juntos.
Blair, inquieta, esperó a escuchar la respiración pausada de Mikan antes de acercarse en silencio. Se apegó mucho más a Asori y, con un rubor creciente, lo abrazó por la espalda como si fuera un peluche.
—Idiota... —susurró, con la voz temblorosa—. No entiendo por qué me pongo así. Estoy celosa, ¿Lo sabías? Celosa de esa ninja que se ríe contigo como si nada hubiera pasado...
Apoyó la frente en su espalda, cerrando los ojos.
—Pero aun así... estoy feliz de verte sonreír, aunque sea un poco... incluso después de Lira.
El Sweet Kiss vibró, transmitiéndole la calma dormida de Asori, como un niño sin pesadillas por primera vez.
Blair enrojeció más, murmurando casi para sí misma.
—Soy una tonta. Solo somos amigos. Eso es todo. ¿Por qué diablos me pongo celosa?
Del otro lado de la fogata, Mikan abrió los ojos apenas, sin moverse. Escuchó cada palabra. Una sonrisa ladina apareció en sus labios antes de volver a cerrarlos fingiendo dormir.
El amanecer trajo un silencio distinto. Cuando Asori despertó, notó que Blair lo abrazaba aún, su respiración suave en su cuello, el cabello blanco enredado como una nube contra su piel.
Por primera vez, Asori la miró de verdad.
Notó cómo sus labios parecían suaves y delicados, cómo su piel brillaba bajo la luz de la mañana, cómo el fuego se reflejaba en sus ojos cerrados incluso dormida. Vio también su figura, la fuerza en sus delicados brazos, la ternura escondida en ese gesto inconsciente.
Su pecho se agitó de manera extraña. No entendía qué era, pero no podía apartar los ojos, acaba de ver por primera vez a Blair como algo más que su amiga.
—Disfrutando el paisaje, ¿eh? —susurró de pronto una voz.
Asori se sobresaltó: Mikan estaba de pie, cruzada de brazos, con una sonrisa socarrona.
—Ven conmigo. Tenemos que hablar.
Se alejaron unos metros del campamento. Mikan se quitó la capucha, mostrando su cabello corto azulado enredado por la humedad de la mañana.
—No creas que me uní a ustedes por simpatía —empezó—. Te salvé porque me convenía. Pero ya que estamos en confianza... —se tocó el costado vendado—, deberías saber algo.
Asori la miró, atento.
—Vengo de una aldea pobre. Nunca tuvimos nada. Cuando el Orbe del Agua me eligió, pensé que era una maldición... hasta que descubrí que podía vender mis habilidades. Me volví asesina por necesidad. Con cada contrato, enviaba dinero a mi gente. Era la única forma de que comieran y no pasaran hambre.
Asori bajó la mirada. No supo qué decir.
—No me mires con lástima —escupió Mikan—. Fue mi decisión. Y la repetiría si volviera a tener la oportunidad, usar este don de esa forma no es malo, supongo.
En ese instante, Blair apareció detrás de un árbol, cruzando los brazos.
—Si lo que te falta es dinero, no hace falta que arriesgues tu vida de esa forma. Únete a nosotros. Cuando la guerra acabe, el Reino de Azoth cubrirá la los gastos de tu aldea.
Mikan arqueó una ceja.
—¿Y qué gano yo apostando por ustedes?
—Una vida mejor para los tuyos —respondió Blair, firme.
Mikan sonrió con malicia.
—Está bien, me uno. Pero con una condición... —se giró hacia Asori, inclinándose un poco más de la cuenta—. Si gano el torneo, me convertiré en su novia.
Asori parpadeó, confundido.
—¿Mi qué?
Blair dio un paso, roja de furia.
—¡¿Qué dijiste?!
—Tranquila, "Princesa Canosa" —rió Mikan—. Es solo una apuesta.
Asori levantó las manos, nervioso.
—¿Qué está pasando? ¿Por qué discuten?
Editado: 19.09.2025