El sol se ocultaba tras las murallas de Azoth, pintando de naranja las torres de mármol. Los viajeros, cubiertos de polvo y cansancio, cruzaron el puente levadizo. Guardias armados los siguieron con la mirada, desconfiados de las capuchas que ocultaban sus rostros.
Asori no había pronunciado palabra desde que salieron del bosque que estaba cerca del Castillo. Su mirada permanecía fija en el suelo, como si temiera que si levantaba la cabeza, vería de nuevo la sonrisa de Lira congelada en su memoria.
Blair caminaba a su lado, queriendo hablar pero incapaz de encontrar palabras. Sentía todo lo que bullía en el interior de Asori gracias al Sweet Kiss, y le dolía más que cualquier herida saber que Asori se sentía de esa forma.
Mikan, en cambio, iba relajada, con las manos detrás de la nuca.
—Bonita ciudad. Aunque demasiado limpia para mi gusto. El oro siempre brilla más cuando lo ensucian.
Blair la fulminó con la mirada.
—¿Puedes al menos fingir respeto?
—Claro. —Mikan sonrió torcida—. ¿Quieres que me arrodille y bese el suelo?
Asori exhaló un suspiro apenas audible. Blair quiso replicar, pero se contuvo.
El gran salón de Azoth los recibió con su cúpula de vitrales que pintaban el suelo con colores. En el trono lateral, más sencillo que regio, esperaba Tifa, la Reina que había liderado la resistencia desde que Zeknier emergió.
—Han vuelto, Blair y Asori es gratificante saber que su primera misión no les costó la vida—dijo, con un dejo de alivio, levantándose para recibirlos.
Blair se inclinó con respeto.
—Sí, tía. Y no volvimos solos.
Mikan dio un paso al frente, quitándose la capucha. Su cabello azulado reflejó la luz de los vitrales.
—Mi nombre es Mikan. Portadora del Orbe del Agua. Estoy aquí... por oro. Y quizás por este chico raro que esta a mi lado.
La sala quedó en silencio. Blair casi se atragantó.
—¡¿Qué dices?!
Tifa entrecerró los ojos, examinándola.
—Directa. No esperaba menos de alguien con tu reputación.
Mikan arqueó una ceja, sonriendo.
—¿Reputación? Qué interesante...
Blair dio un paso hacia adelante, ofendida.
—¡Ella no es de fiar, tía! Se burla, miente, y solo piensa en apuestas.
Mikan ladeó la cabeza con calma.
—Oh, tranquila, Princesa Canosa. Si quisiera apuñalarlos mientras dormían, ya lo habría hecho.
—¡Deja de llamarme así! ¡Solo a Asori le permito eso! —gritó Blair, ruborizada.
Tifa levantó la mano, imponiendo silencio. Su voz fue firme.
—Basta. Si Blair confía en ti lo suficiente para traerte hasta aquí, entonces te escucharé. Pero no confundas mi paciencia con indulgencia.
Mikan se cruzó de brazos.
—Perfecto. Entonces escúchame bien, no vine por ideales. No vine porque crea en revoluciones. Vine porque sé que en el torneo encontraré algo más valioso que cualquier saco de oro.
Blair frunció el ceño.
—¿Y qué podría ser más importante que ganar la guerra?
La sonrisa de Mikan se borró un instante, dejando entrever la dureza bajo su máscara.
—Información que puede valer miles de monedas de oro, diría que hasta millones.
Tifa miró a ambas, evaluándolas. En ese instante, notó la ausencia de un detalle.
—¿Y Asori?
Blair volteó. El chico ya no estaba.
Asori caminaba por los pasillos, sus pasos resonando en el mármol. Sus manos temblaban, y sin embargo, no dudaba hacia dónde se dirigía.
Empujó la puerta del observatorio del castillo. Eryndor estaba allí, sentado en un cojín frente a un ventanal abierto, el cabello blanco agitándose con la brisa nocturna.
El sabio lo miró con calma, aunque sus ojos brillaban con curiosidad.
—Vaya sorpresa. ¿El muchacho de las montañas viene a mí por voluntad propia?
Asori se inclinó apenas, respirando hondo.
—Necesito hablar con usted.
—¿Qué te pesa tanto, hijo del aire?
Asori cerró los puños. Y entonces habló sobre Lira, de su abuelo, de la culpa que lo devoraba, de cómo había decidido dar la espalda pensando que nada pasaría... y cómo aquello le costó la vida a alguien inocente.
Las palabras se quebraban, hasta que cayó de rodillas, con las lágrimas resbalando.
—No pude salvarla. ¡Y estaba ahí! ¡Pude hacerlo!
En el pasillo cercano, Blair sintió el derrumbe emocional de Asori a través del vínculo. Dio un paso apresurado, pero Mikan la sujetó del brazo.
—No.
—¡Su corazón... está destrozado! ¡Necesita que esté ahí!
—No, Blair. —Mikan la miró seria por primera vez—. Ya lo siente todo a través de ti. Pero esta confesión no es para ti. Es para él... y para quien ahora Asori considera su maestro.
Blair tembló, los ojos llenos de lágrimas.
—¡Pero yo le prometí que no lo dejaría solo...!
—Escúchame. Si lo abrazas ahora, no aprenderá a sostenerse solo. Déjalo caer. Así aprenderá a levantarse.
Blair bajó la mirada. Mikan, al notar su dolor, aflojó la mano y añadió con humor.
—Aunque... si lo quieres consolar después, puedo darte unos consejos ya que veo que tienes "buenas razones" con para "subirle" el ánimo. —Miró descaradamente el pecho de Blair.
—¡Ninja pervertida! ¡Puedo consolar a Asori de otra forma! —gritó Blair, ruborizada.
Mikan rió, pero sus ojos permanecieron serios.
Dentro, Eryndor se levantó. Caminó despacio hacia Asori, sus pasos firmes.
—¿Sabes qué es lo que más temo del poder, Asori? No es el exceso. Es la indiferencia. Los hombres poderosos que creen que no hacer nada los librará de culpa... cargan tantas muertes como quienes matan con sus propias manos.
El viento sopló con fuerza, agitando las velas.
—Cada vida es valiosa. Cada decisión, incluso la de mirar hacia otro lado, marca destinos. Tú lo aprendiste de la manera más dura. Ahora dime, ¿Qué harás con ese dolor que tienes en tu corazón, hijo del Aire?
Asori lo miró con los ojos inundados de lágrimas, pero no apartó la vista. Había huido de muchas cosas en su vida, pero no podía huir más.
Editado: 19.09.2025