El amanecer en Azoth traía un viento fresco que movía las banderas del castillo. En el patio de entrenamiento, Eryndor esperaba de pie, con las manos tras la espalda, mientras Asori se presentaba aún con el cansancio de la derrota contra Jason en el cuerpo. También lo acompañaban Blair y Mikan ya que habían desayunado juntos.
—Hoy aprenderás el significado de apagar tus emociones —dijo el sabio, con su voz grave, como si el viento mismo hablara.
Asori lo miró confundido.
—¿Apagarlas...? ¿Qué se supone que gane con eso?
Eryndor se giró, señalando el horizonte.
—Cuando luchas con rabia, tus golpes son torpes. Cuando luchas con miedo, tus pasos tiemblan. Cuando luchas con culpa... pierdes antes de empezar. Si logras vaciar tu corazón de ruido, tu cuerpo reaccionará por instinto, guiado por el Astral. Serás más rápido, más fuerte. Cada decisión será pura acción.
Asori frunció el ceño.
—Pero yo... ¿No necesito esas emociones? Me hacen ser yo.
Eryndor sonrió con un dejo de burla.
—Precisamente. No quiero que dejes de ser tú. Quiero que aprendas a apagar y encender esas emociones a voluntad. Un guerrero no debe ser esclavo de su corazón, sino dueño de él.
El sabio dio un aplauso y el viento arremolinó el suelo.
—Antes de siquiera intentarlo, mantente transformado todo el día.
Asori palideció.
—¡¿Todo el día?! Apenas aguanto diez minutos...
Eryndor se encogió de hombros.
—Entonces amplía tu límite. Si te desmayas tras dos transformaciones... —miró de reojo a Blair—, siempre puedes pedirle a tu princesa que te despierte con un beso.
Asori se sonrojó de inmediato. Blair también, sintiendo el calor subirle al rostro.
—¡¿Qué?! —gritó ella—. ¡No diga tonterías, Maestro!
Mikan rió con fuerza, casi rodando por el suelo.
—¡Ah, me encanta! El entrenamiento más romántico que he escuchado. ¡Seguro él no se queja!
Asori apartó la mirada, pero en el fondo, la idea no le desagradaba. De hecho, su corazón latía con fuerza solo de pensarlo. Blair lo sintió a través del vínculo y se ruborizó aún más.
Mientras tanto, en la sala real, Jason estaba de pie frente a Tifa, con los brazos cruzados. La electricidad aún chisporroteaba en su cuerpo.
—El Rey de Donner se prepara para la guerra —informó—. Me pidió que participe en el torneo para representar nuestra alianza y medir a los portadores. Adicional a ello, dijo que las tropas de Zeknier ya se están moviendo a otros reinos, pero lo curioso es que no han mostrado hostilidad. Es todo lo que tengo para informarle Tifa.
—Gracias por tu informe Jason, enviare a un mensajero al Rey de Donner con las instrucciones de nuestra próxima jugada.
Tifa lo observó con desconfianza.
—Jason... ¿Qué clase de entrenamiento tuviste allá? Tu mirada es distinta y ese ojo tuyo, ¿Acaso eso se trata de un Hakiri?
Él guardó silencio unos segundos.
—Hice lo necesario. Nada más importa.
—... —Tifa entrecerró los ojos, observando a Jason con calma tensa—. Me alegra ver que el entrenamiento dio frutos. Verte tener un Hakiri debería ser motivo de orgullo, y en cierta forma me reconforta... considerando la guerra en la que estamos.
Jason sonrió con arrogancia.
—Veo que ustedes tampoco se quedaron quietos. Han conseguido nuevos "aliados", aunque no parecen gran cosa...
Las palabras fueron la chispa que encendió la ira de Tifa. Se puso de pie y avanzó hacia él, cada paso cargado de autoridad. Ya había escuchado suficiente: cómo había tratado con indiferencia a Blair, hiriendo sus sentimientos, y cómo en el combate contra Asori había intentado seguir golpeándolo aun después de derrotarlo, hasta que Eryndor lo detuvo.
Cuando estuvo frente a él, lo miró directo a los ojos, su voz tan cortante como acero:
—Escúchame bien, Jason. Si vuelves a tratar a Blair con ese desprecio, o si vuelves a levantar la mano contra Asori fuera de un combate justo, no esperes que sea Eryndor quien te detenga. Esta vez seré yo.
El silencio cayó sobre la sala, pesado, helado. Tifa no parpadeó, cada palabra cargada de furia contenida.
—Y te prometo que no tendré piedad.
Jason abrió la boca como para responder, pero el filo en la mirada de Tifa le robó las palabras.
—¿Quedó claro? —remató ella, con voz firme, como una sentencia.
Jason no respondió. Simplemente se dio la vuelta y dijo:
—Partiré ya. Quiero practicar un nuevo poder antes del torneo. Nos veremos en la Capital.
Y se fue, dejando tras de sí un rastro de chispas.
En el patio, Asori hacía flexiones con Blair sentada en su espalda mientras mantenía la transformación. El sudor caía por su frente, sus brazos temblaban.
—¡Vamos, montañés! ¿O ya te rendiste? —se burló Blair, sonriendo.
Asori gruñó, empujando con todas sus fuerzas.
—¡Todavía puedo...!
De pronto perdió la transformación y se desplomó al suelo, dejando que Blair cayera junto a él. Ella estalló en carcajadas.
—¡Eso fue patético!
—No es gracioso... —murmuró él, adolorido. Pero al verla reír con tanta alegría, no pudo evitar sonreír también.
Mikan, desde un rincón, los observaba con los brazos cruzados.
—Si ya terminaron con sus juegos de novios, quiero entrenar contigo, Blair.
—¿Conmigo? —preguntó Blair, sorprendida.
—Claro. Tengo entendido que no vas a participar en el torneo ¿No es así?
Blair bajó la mirada.
—No puedo... Si me presento, me reconocerán enseguida. Pero sí quiero entrenar contigo, me interesa tu estilo de combate sigiloso y puedo aprender uno que otro truco.
Mikan sonrió de lado.
—Perfecto. Te enseñaré un par de trucos sucios de ninja.
Esa tarde, cuando el sol se hundía tras los muros del castillo y el aire aún ardía por el entrenamiento, Asori se acercó a Blair. Su voz era seria, pero cargada de nervios.
—Blair... ¿podemos hablar?
Ella lo miró, notando cómo el Sweet Kiss vibraba débilmente con la tensión de su compañero.
—Claro, dime.
Editado: 19.09.2025