The Sacred Orb

Capítulo 30 — Legado

El amanecer en el Monte Aeryon siempre era traicionero. Las primeras luces parecían pacíficas, bañando de dorado los riscos, pero la brisa que soplaba era tan densa de Astral en su estado más puro que cada inhalación se sentía como un peso añadido en los pulmones.

Asori abrió los ojos con dificultad. Apenas había dormido; la noche anterior había pasado luchando contra Megalos con los ojos vendados, siguiendo solo la voz del viento. Cada músculo le ardía, y, aun así, su maestro no mostraba piedad.

Eryndor lo esperaba, sentado sobre una roca, con el mismo gesto impasible. Sus cabellos blancos se movían como si también fueran parte de las corrientes.

—Levántate —ordenó, sin mirarlo siquiera—. Hoy no aprenderás a resistir. Hoy aprenderás a golpear.

Asori se incorporó tambaleante, con las ropas húmedas de sudor seco.

—¿Golpear? —preguntó, con voz ronca.

Eryndor sacó de su túnica el pergamino que le había dado a Asori antes de salir del castillo, amarillento y marcado por el tiempo. El material parecía tan frágil que Asori temió romperlo con solo tocarlo.

—Este es el legado de los portadores del Viento. Técnicas transmitidas de generación en generación, desde los tiempos en que el Astral era tan común como el aire mismo.

El muchacho lo tomó con reverencia. El pergamino estaba escrito en símbolos extraños, pero al rozarlos con sus dedos, el Astral dentro de él vibró como si lo reconociera.

—¿Qué dicen? —preguntó, fascinado.

Eryndor se inclinó, con la mirada fija en las runas.

—Aquí están grabados los nombres de las técnicas que han definido la historia de nuestro linaje. Algunas fueron olvidadas en guerras pasadas, otras prohibidas por el precio que exigen. Pero dos… dos de ellas aún serán tuyas y aprenderás a usarlas.

Asori tragó saliva.

—¿Cuáles?

Eryndor alzó dos dedos.
—La primera, la Ráfaga Delta. Una técnica de ruptura. Te permite abrir por completo las compuertas de tu Astral durante un minuto. Técnicamente llevaras tu cuerpo al límite usando todo lo que tienes dentro de ti. Tus reflejos, tu fuerza y tu velocidad alcanzarán su límite absoluto. Pero tu resistencia caerá en picada. Si no defines la pelea en ese tiempo, caerás.

Asori se tensó. Solo la explicación lo hacía imaginar la presión en su cuerpo.
—Entonces… ¿es un todo o nada?

—Exacto. —Eryndor sonrió, pero su gesto no tenía dulzura, sino filo—. El verdadero valor de un portador no está en cuánto puede resistir… sino en cuánto puede arriesgarse cuando el momento lo exige.

El muchacho asintió con seriedad.

—¿Y la segunda?

Eryndor levantó la mano y, lentamente, el aire comenzó a girar sobre su palma. Primero fue un remolino, luego una esfera compacta, vibrante, que condensaba no solo viento, sino un brillo azulado de Astral.

Con un movimiento suave, descargó la esfera contra una roca.

El impacto fue brutal: la piedra se agrietó desde el centro y el estruendo resonó en todo el claro.

—Esta —dijo el sabio— será tu insignia. Una técnica de concentración de Astral y Aire y liberación. Yo la llamo… Aetherion.

El nombre retumbó en los oídos de Asori. Cargaba un peso mítico, como si estuviera destinado a él.

—¿Aetherion…? —repitió, sintiendo el escalofrío recorrerle los brazos.

—No es un golpe. Es el viento y tu Astral fundidos en un solo instante. Si lo dominas, tu mano no será un puño: será una tempestad comprimida y podrás romper cualquier cosa enfrente de ti.

Asori miró su propia palma, imaginando el poder que algún día podría concentrar allí.

De pronto, Eryndor chasqueó los dedos y dos mangas negras aparecieron frente a él. Eran gruesas, rígidas, como si estuvieran hechas de aire solidificado.

—¿Qué son? —preguntó Asori, tomándolas con torpeza.

—Pesas. —Eryndor cruzó los brazos—. Estas mangas están enlazadas con tu Astral. Entre más fuerte seas, más pesadas se volverán y te ayudara a descansar los músculos mientras duermes. Así nunca olvidarás que la fuerza siempre exige un precio.

Asori se las colocó y casi cae de rodillas.
—¡Pero si pesan como rocas, y entre más fuerza ejerzo en ellas, más pesan!

—Perfecto. —El sabio lo miró con aprobación—. Hoy entrenarás con ellas.

Asori se plantó frente a una roca. Levantó la mano, tratando de imitar el gesto de su maestro. El aire comenzó a moverse, pero era caótico, disperso, como si no quisiera obedecer.

—Vamos… —murmuró, apretando los dientes. El torbellino colapsó en su palma y explotó, lanzándolo de espaldas.

—¡Argh! —El dolor recorrió su brazo.

Eryndor no se movió de su roca.
—Estás intentando dominar el viento. Error. No se domina. Se guía.

Asori respiró hondo, cerró los ojos, y recordó lo aprendido: apagar el ruido, escuchar el aire.

Esta vez no empujó, solo dejó que el Astral fluyera en su palma. El aire respondió, formando un pequeño vórtice estable.

Con un rugido, descargó el ataque contra la roca.

El estruendo fue seco. Cuando el polvo se disipó, la piedra estaba con pequeñas agrietas… pero seguía en pie.

Asori cayó de rodillas, jadeando, con los brazos temblando por el peso de las mangas.

—¡No fue suficiente! —gruñó.

Eryndor bajó de su roca y lo miró de cerca.
—No necesitabas romperla. Solo necesitabas dañar sin destruirte. Y lo lograste.

El muchacho alzó la vista, sudoroso, pero con una sonrisa cansada.
—Entonces… es posible, puedo hacerlo.

—Es más que posible. —Eryndor le puso una mano en el hombro—. Ese fue tu primer Aetherion.

Mientras descansaban, Eryndor habló en tono solemne.
—¿Sabes por qué esta técnica es tan importante, Asori?

El joven negó con la cabeza.

—Porque desde los primeros portadores, el viento fue símbolo de libertad… y de responsabilidad. El Aetherion no es un arma para destruir. Es un recordatorio de que incluso el aire más suave, cuando se comprime y es llevado al límite, puede desgarrar montañas. El viento existe para dar vida, pero también para llevarse lo que no debe permanecer. Tú decidirás cómo usarlo en el momento que enfrentes a un oponente, en ti estará el saber regular el poder justo ya sea para quitar una vida o proteger una.



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En el texto hay: romance, aventura, fantasía drama

Editado: 01.10.2025

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