La sala del consejo en el castillo de Azoth estaba iluminada por un suave resplandor de lámparas de cristal. Alrededor de la mesa, Tifa aguardaba con sus brazos cruzados, mientras Blair y Mikan se sentaban a su lado. Los guardias mantenían silencio, conscientes de que algo importante estaba por discutirse.
La puerta se abrió con un estruendo suave, y Eryndor entró con su andar sereno, seguido de Asori. Pero no era el mismo chico que habían visto partir una semana atrás: sus pasos tenían firmeza, su mirada estaba más centrada, y aunque su ropa estaba desgarrada y cubierta de parches, se notaba un aura distinta a su alrededor.
Tifa lo observó fijamente, midiendo cada detalle.
—Asori… —dijo con voz solemne—. Muéstrame cuánto has cambiado.
Mikan arqueó una ceja, divertida.
—¿Y cómo planea medirlo, Alteza?
—Con un combate. —Tifa señaló a Mikan—. Tú serás su oponente.
Mikan sonrió con malicia, estirándose los brazos como una felina.
—¿Yo? Espero que no romperle un hueso.
Blair se tensó, preocupada, pero Eryndor la tranquilizó con una mirada.
—Observa —dijo simplemente.
El patio de entrenamiento se llenó de expectación. Guardias, sirvientes y hasta Maese Corbin se asomaron para ver. Blair permanecía cerca de Tifa, el corazón latiéndole con fuerza ya que quería ver cuanto había cambiado Asori.
Mikan se colocó en posición, dagas en mano, con esa sonrisa juguetona que siempre escondía un filo letal. Asori, en cambio, solo levantó los puños, sin transformarse.
—¿No vas a transformarte? —preguntó Mikan, curiosa.
—No lo necesito —respondió Asori, sin arrogancia, solo con calma.
Mikan frunció el ceño, ofendida.
—Ya veremos.
El combate inició con Mikan lanzándose como sombra. Sus dagas cortaron el aire en un destello. Blair apretó los puños: conocía esa velocidad, apenas visible incluso para guerreros entrenados.
Pero Asori… simplemente se movió. Desvió la daga con la palma de su mano, casi sin esfuerzo. Mikan retrocedió sorprendida.
—¿Qué…?
Asori contraatacó con un golpe seco que no llegó a tocarla, pero la presión del aire comprimido la lanzó varios metros atrás. El suelo se agrietó bajo sus pies.
Los espectadores quedaron en silencio.
Mikan se levantó, jadeando. Su sonrisa nerviosa mostraba incredulidad.
—No puede ser… ni siquiera estás transformado.
Asori miró sus manos, incrédulo.
—Yo tampoco lo entiendo…
Eryndor intervino, con su tono pausado.
—Es simple. Has pasado una semana en el Monte Aeryon, donde el Astral es más denso que en cualquier otro lugar. Tu cuerpo, sin que lo notaras, comenzó a almacenar y resistir cantidades de energía que habrían destruido a cualquier otro. Ahora eres un recipiente más fuerte… más resistente.
Asori alzó la mirada, sorprendido.
—¿Entonces este poder…?
—Aún es apenas el inicio. —Eryndor lo miró con seriedad—. Con el tiempo, no necesitarás transformarte para usar el poder de tu Orbe. Pero ese día todavía está lejos.
Blair sentía un nudo en la garganta. Miraba a Asori con una mezcla de orgullo y ternura. Ese chico torpe, inseguro, estaba cambiando frente a todos.
Al finalizar la demostración, Eryndor sacó un pequeño cofre y lo abrió. Dentro, un conjunto de ropa cuidadosamente doblado: un pantalón negro ceñido y flexible, un buso azul reforzado con runas que brillaban débilmente, y unas botas nuevas de cuero resistente.
—Tu vieja ropa no resistirá la guerra. —Eryndor extendió el atuendo—. Esto es símbolo de lo que eres ahora: mi pupilo.
Asori lo tomó con manos temblorosas.
—Gracias… maestro.
Por primera vez, Asori se veía emocionado por un regalo que recibía. Y Eryndor asintió satisfecho.
Horas más tarde, reunidos nuevamente en la sala, Tifa habló con firmeza:
—Mañana partirán hacia la capital. Allí los espera Mikrom… y Jason. Deben inscribirse en la preselección del torneo. No basta con ganar, deben hacerlo de manera que no atraigan la atención. Este torneo no es solo un juego: es el escenario donde veremos si Zeknier moverá sus fichas.
El ambiente se cargó de tensión. Asori no dijo nada, pero en su interior, el recuerdo del combate contra Jason lo quemaba. Su deseo no era solo ganar… quería mirarlo a los ojos y obligarlo a retractarse de sus palabras.
Blair lo sintió a través del Sweet Kiss, y apretó los labios, preocupada.
Esa noche, los jardines del castillo estaban bañados por la luz plateada de la luna. El murmullo del viento entre las hojas parecía un canto suave, casi como si el propio Astral respirara alrededor. Bajo un viejo árbol, Asori permanecía sentado, con la nueva ropa que le había entregado Eryndor. La tela azul y negra lo hacía parecer distinto: más firme, más adulto. Pero cuando Blair lo vio, notó que, pese a ese cambio, en su sonrisa seguía escondida la misma torpeza que lo había acompañado desde que lo conoció en aquel bosque.
Ella caminó despacio hasta él y se sentó a su lado, sin decir nada. Durante un largo rato, solo compartieron el silencio y el sonido del viento. Era un silencio cómodo, de esos que no necesitan romperse… y aun así, Blair se atrevió.
—Asori… —murmuró, con la voz temblorosa—. Cuando todo esto termine… ¿Qué seremos?
Asori levantó la cabeza, sorprendido por la pregunta. Por un instante, se quedó sin palabras. Luego bajó la mirada, cerró el puño sobre su rodilla y respiró hondo.
—No lo sé… —admitió—. Pero hay algo de lo que sí estoy seguro. No quiero perderte, Blair. Desde que te conocí… eres demasiado importante para mí.
Blair parpadeó, y un calor intenso le subió a las mejillas. Bajó la vista, jugando con un mechón de su cabello, pero después lo miró directamente a los ojos.
—¿Sabes? Cuando pienso en todo lo que hemos pasado… —su voz se quebró un poco—. El bosque, el pie de manzana verde, tus entrenamientos, las discusiones tontas, el Sweet Kiss, el dolor de perder a Lira… —hizo una pausa, tragando saliva—. No sé cómo lo aguantaste, Asori. Cambiaste tanto en tan poco tiempo… al principio solo eras un chico que quería vivir tranquilo, lejos de todo. Y mírate ahora: un guerrero que soporta semanas enteras de entrenamiento, que se enfrenta a Megalos y que sigue de pie.
Editado: 01.10.2025