La posada en la que se hospedaban estaba llena de murmullos y pasos apresurados. Guerreros de distintos reinos entraban y salían, todos con la misma meta: el torneo. Pero en una habitación en el segundo piso, el grupo de Blair se encontraba reunido alrededor de una mesa de madera gastada.
Mikrom tenía un panfleto con información del torneo extendido, señalando con el dedo.
—Entonces es simple: debemos llegar al final. No importa quién caiga en las rondas previas, lo importante es que al menos dos de nosotros lleguemos a la final.
Blair asintió, con el ceño fruncido.
—La portadora de la Luz… aun no entiendo que está ganando Zeknier al ofrecerla como premio, literalmente no está dando la ventaja.
Mikan, recostada en una silla con los pies sobre la mesa, giró un palillo de madera entre los dedos.
—Y tampoco es tan simple. Llegar a la final del torneo significa que en algún punto nos enfrentaremos entre nosotros, y eso incluye enfrentarse a Jason, y ese chico ya no es el mismo que conocías, Blair. Y si me lo preguntan, no confío para en ese tipo.
Todos la miraron con un poco de sorpresa debido a sus palabras, ellos no se habían planteado que Jason ya no tenía ninguna obligación con el Reino de Azoth ya que ahora Asori era quien tenía el arma secreta para la guerra, el Sweet Kiss.
—Me sorprende que apenas se dieran cuenta—Dijo Mikan mientras tenia la mirada seria—Nada nos asegura que el Rey de Donner no quiera a una portadora en sus filas y puede Jason pueda buscar llevársela, digo, no está obligado a ayudarnos.
La princesa se mordió el labio, pero Mikrom levantó la voz.
—Jason está entrenando en una montaña cercana. Llegará mañana, justo a tiempo para las pruebas de preselección. Mikan puede que tengas razón, pero solo nos queda confiar en que Jason tenga su palabra firme en acabar con esta guerra.
El nombre de Jason cayó como un peso en la mesa. Blair apretó las manos sobre su regazo, y Asori desvió la mirada, incómodo.
—Entonces debemos inscribirnos cuanto antes —intervino Mikan—. Las pruebas comenzarán al amanecer.
Mikrom repartió identificaciones falsas, con sellos oficiales comprados a un contacto de la Capital.
—Aquí tienen. Mientras esto no despierte sospechas, nadie sabrá quiénes son en realidad.
Asori tomó la suya. El pergamino le temblaba en las manos. El nombre falso estaba escrito con letras firmes, pero lo único que podía ver era el rostro de una niña sonriendo que lo acompaño a obtener ese mismo registro. Lira.
El aire le pesó en los pulmones. Se levantó de golpe.
—Vuelvo enseguida, hay algo que debo hacer.
Blair se levantó también, alarmada debido a que sintió un sentimiento de culpa gracias al Sweet Kiss.
—¿A dónde vas?
Él le acarició la cabeza suavemente, con una sonrisa fingida.
—No tardaré. Solo necesito… ver algo.
Blair quiso detenerlo, pero se contuvo. Asintió en silencio, viéndolo alejarse.
Mikrom la observó con una sonrisa pícara.
—Vaya, vaya… así que ahora el mocoso ya te acaricia la cabeza como si fueras suya.
—¡No es así! —protestó Blair, enrojecida.
Mikan intervino, con su tono burlón habitual.
—Vamos, princesa, admítelo. Puede que no estén “saliendo juntos”, pero todos aquí sabemos que ya no son solo amigos.
Blair los fulminó con la mirada, pero no pudo negar lo evidente.
—Estamos… juntos en esto… Eso es todo.
Mikrom sonrió de medio lado, divertido.
—Entonces aprovecha esta noche. Estoy más que seguro que Asori fue a cierto lugar a recordar a alguien. Cuando vuelva, asegúrate de hacerlo feliz y apoyarlo, esto no será fácil para tu noviecito.
Blair abrió la boca para responder, pero las palabras se atoraron en su garganta. Sus mejillas ardían.
Mikrom, intentando desviar la atención, giró hacia Mikan con un gesto coqueto.
—¿Y tú? ¿No quieres hacer feliz a alguien esta noche?
—¿A ti? —Mikan le lanzó una mirada de arriba abajo y soltó una risita—. Ni en tus mejores sueños. Aunque si ganas el torneo y me das el premio puede que me anime a concederte una cita.
Mikan mantuvo una sonrisa algo coqueta. Mikrom lo notó y sonrió también.
Asori caminaba con la cabeza agachada, las luces de la Capital reflejándose en los charcos del empedrado. La ciudad estaba viva, bulliciosa, pero para él era un eco lejano, un ruido apagado. Cada paso lo guiaba inevitablemente hacia ese callejón, el lugar donde todo cambió.
Cuando dobló la esquina, el silencio lo golpeó más fuerte que cualquier grito. Allí estaba. El mismo lugar donde Lira había caído, donde su risa insolente había sido callada. El mismo suelo manchado de recuerdos.
Asori se arrodilló, tocando las piedras frías. Por un instante, le pareció escuchar su voz:
“Oye, señor encapuchado, ¿Acaso estas perdido? Puedo guiarte, soy la mejor guía de la Capital”
El aire se le atascó en los pulmones. Se mordió los labios hasta hacerse sangrar.
—Lira… —murmuró, la voz quebrada—. No pude salvarte. Cerré los ojos cuando más me necesitabas…Lo lamento tanto, ni siquiera pude darte aquella manzana.
El viento sopló suave, revolviendo su cabello. Asori apretó los puños, temblando.
—Pero te juro que nunca más miraré a otro lado. Voy a acabar con esta guerra. Y cuando nos encontremos en otra vida… —su voz tembló, pero sonrió entre lágrimas— te daré tu manzana.
Asori respiro profundo y calmándose un poco continúo hablando para sí mismo.
—¿Sabes algo? Tenias mucha razón, sonrió mucho cuando estoy junto a Blair, ella me apoyó cuando dejaste este mundo…No sé qué hubiera hecho si ella no estaba a mi lado, pero…ella me calmo y me ayudo a ver las cosas de manera diferente, les prometo a ambas que hare lo correcto, no manchare mis manos de sangre.
Se quedó allí, de rodillas, hasta que el frío le caló los huesos. Solo cuando la luna alcanzó lo alto, se obligó a ponerse en pie. El aire era pesado, pero su resolución lo sostenía.
Editado: 01.10.2025