El sol de la tarde apenas lograba calentar el coliseo. La arena vibraba de expectación mientras los espectadores aguardaban el próximo enfrentamiento. El heraldo levantó la voz con solemnidad:
—¡Cuarto combate del día! ¡Asori de Azoth contra Riven de Nifelheim!
Un murmullo recorrió la multitud. El nombre de Nifelheim siempre imponía respeto; los guerreros de ese reino eran conocidos por su disciplina y, sobre todo, por su afinidad con el hielo.
Asori subió a la plataforma. La brisa gélida que desprendía su oponente era tan intensa que le erizó la piel antes incluso de empezar. Riven, un hombre alto y de cabellos plateados, lo esperaba con los brazos cruzados, la mirada tan fría como el hielo que lo envolvía.
—Un niño en el torneo… —dijo con voz seca—. Espero que no me hagas perder el tiempo.
Asori apretó los dientes y expulso su aura blanca que lo rodeó, y sus ojos brillaron en azul.
—Haré lo necesario.
El gong resonó.
De inmediato, Riven alzó una mano y la arena se congeló bajo los pies de Asori. Un manto de escarcha se extendió como un mar helado. El chico trató de moverse, pero cada paso era un resbalón. El público rugió al ver al muchacho luchando contra algo tan básico como mantenerse de pie.
Un silbido cortó el aire. Riven lanzó una daga de hielo. Asori logró esquivarla por poco, pero una segunda se clavó en su brazo derecho.
—¡Tch! —el dolor lo hizo retroceder.
No era solo el impacto, un frío punzante se extendía por su brazo, como si el hielo intentara colonizar sus venas y congelar todo a su paso.
Riven sonrió con desdén.
—Cada herida que recibas te irá congelando por dentro, impidiendo que te muevas con normalidad. No tardarás en moverte como un cadáver.
Otra ráfaga de dagas salió disparada. Asori esquivó las primeras, pero dos más se clavaron en su muslo y su costado. Poco a poco su respiración se volvía pesada y le costaba más moverse.
Blair observaba desde las gradas, con los puños cerrados.
—¡Asori…!
Mikan se inclinó hacia ella, en tono burlón.
—Ese chico tuyo se va a convertir en un carámbano si sigue así, debe hacer algo y rápido.
—Asori... —replicó Blair, aunque en su interior compartía la misma preocupación.
El cuerpo de Asori empezaba a temblar. Sentía el frío avanzar desde dentro, robándole velocidad. Cada movimiento se volvía torpe, cada esquiva más lenta.
—¿Es esto… el poder de alguien que ni siquiera tiene un Orbe? ¿Así de fuerte son las personas que solo usan Astral? —pensó, mordiéndose el labio.
Recordó las palabras de Blair en sus primeras charlas: “Hay personas que dominan el Astral hasta el punto de controlar los elementos. No todos necesitan un Orbe para ser fuertes. Pero nosotros tenemos algo que ellos jamás tendrán: la transformación.”
Y también la voz grave de Eryndor en la montaña: “Quien no porta un Orbe paga un precio por cada vez que use Astral. El Astral los desgasta como fuego a la madera.”
Asori inspiró profundamente, obligándose a resistir. El hielo lo estaba matando poco a poco, pero también debilitaba a su oponente. Solo debía esperar el instante preciso para que a Riven se le acabe su energía y entonces poder contraatacar.
Riven avanzó con una sonrisa cruel, conjurando lanzas heladas que surgían del suelo como estalagmitas. Asori saltaba y rodaba, pero cada vez más lento, hasta caer de rodillas, jadeando.
—Esto termina aquí. —Riven levantó ambas manos. Una tormenta de agujas de hielo se formó sobre su cabeza.
Asori entrecerró los ojos, temblando.
—Es ahora o nunca…
Clavó sus manos en el suelo.
—¡Aetherion!
El suelo explotó bajo sus pies. Una onda de Astral comprimido estalló hacia arriba, levantando polvo y fragmentos de roca. La visión de Riven quedó nublada en un mar de tierra y escarcha rota.
Asori aprovechó. Reforzó sus piernas con Astral hasta sentir que iban a partirse y dio un salto brutal. El aire lo impulsó con violencia hacia su enemigo.
—¡Haaah!
Lanzó un puñetazo directo al abdomen de Riven.
Pero el guerrero de Nifelheim sonrió. Una coraza de hielo se formó en su torso en el último segundo.
—Ya lo había previsto. Analicé cada uno de tus movimientos en tus peleas pasadas. Pensé que intentarías acortar distancia.
La mano de Asori quedó atrapada en el hielo, pegada al abdomen de su rival. De inmediato, el frío intentó treparle por el brazo, inmovilizándolo.
—Y ahora, muere congelado.
El dolor era insoportable, pero Asori cerró los ojos y respiró hondo.
—No… aún no.
El aura blanca explotó a su alrededor. Su mano brilló, y desde su palma liberó un nuevo Aetherion.
La onda comprimida de Astral atravesó el hielo y lanzó a Riven como un muñeco, destrozando su armadura gélida y arrojándolo fuera de la plataforma mientras que a Asori, la onda expansiva termino por lastimarle gravemente el brazo.
El público enloqueció.
—¡Asori es el vencedor!
Asori apenas podía mantenerse en pie. Caminó tambaleante hacia el pasillo, cada paso más lento. Su respiración se convertía en vapor denso. El frío aún lo corroía por dentro.
“Se siente… igual que cuando era niño… en la montaña… aquel frío que me dejaba sin fuerzas… cuando ya no tenía a nadie y dormía solo.”
El pasillo se volvió oscuro, su vista borrosa. Sus piernas cedieron.
Entonces lo sintió: un calor suave, cálido como el sol de primavera. Un fuego tan sutil que atravesaba la oscuridad y le devolvía el sentimiento más inocente a Asori, sentir que no estaba solo.
Abrió los ojos apenas, y la vio. Blair lo sostenía entre sus brazos acariciando su cabello, su aura de fuego rodeándolo como un abrazo vivo.
—Shhh… tranquilo, ya está. —La voz de Blair temblaba, pero seguía firme—. No voy a dejar que mueras de frío, aquí estoy.
Asori quiso responder, pero no pudo. Solo se dejó llevar por ese calor.
Editado: 01.10.2025