La mañana de la semifinal amaneció con un cielo grisáceo, como si la ciudad capital misma sintiera la tensión que se cernía sobre el torneo. En la posada, el grupo se alistaba en silencio. La habitación que alguna vez fue refugio de risas y bromas ahora estaba cargada de un peso invisible.
Asori ajustaba sus nuevas botas, apretando con más fuerza de la necesaria. Su cuerpo se sentía algo mejor tras el descanso, pero lo sabía: no estaba ni al setenta por ciento de su fuerza. Cada músculo protestaba al moverse, y aún sentía rastros de su batalla contra Riven.
—No estoy listo —murmuró para sí mismo, aunque lo suficiente bajo para que nadie lo oyera.
Blair, sentada en el borde de la cama, lo observaba. Sus labios se abrían, queriendo decir algo, pero el miedo se lo tragaba. Cada vez que recordaba cómo lo había rechazado dos veces al tocarla, sentía que Asori podría alejarse. La culpa le mordía el pecho, más fuerte que cualquier herida.
Asori notó su silencio. Sin acercarse demasiado, habló con voz firme, aunque suave:
—No sé quién fue el que casi te lastima anoche. —sus ojos brillaron con un filo helado—. Pero lo haré pagar. No con sangre, porque eso mancharía la promesa que te hice. —apretó los puños—. Pero sí con una paliza que jamás olvidará. No permitiré que nada así vuelva a pasar.
Blair sintió que las lágrimas amenazaban con salir. Cerró los ojos con fuerza… y entonces escuchó una voz que la atravesó.
—Mikrom… quedas al cuidado de Blair. Si algo le pasa a mi princesa canosa, me las pagarás.
La risa grave de Mikrom llenó el cuarto, rompiendo un poco la tensión.
—Ese mocoso… está furioso. Aunque no lo demuestre. —le guiñó un ojo a Blair—. Pero es un buen muchacho. Créeme.
Blair quiso decir algo más, pero Asori ya había salido de la habitación junto a Mikan.
El aire en la arena vibraba con gritos del público. Los espectadores ya esperaban las semifinales con ansias, como si el murmullo del pueblo buscara olvidar la sombra de la guerra por un instante.
Mikan caminaba con pasos ligeros hacia la zona de combate. Asori, a su lado, mantenía la mirada baja hasta que, al alzarla, quedó paralizado.
Ambos vieron el anuncio de los combates, Asori debia enfrentar a Sir Kael y Mikan a Kiron. Entonces siguieron caminando e ingresaron a la arena, luego Asori vio que su oponente lo esperaba al otro lado del pasillo. Armadura oscura, la misma presencia que había sentido en la noche. El aire alrededor se volvió más denso, como si la sola existencia de ese hombre aplastara su pecho.
Sir Kael.
La garganta de Asori se secó. El eco de aquel bosque regresó como una pesadilla. La figura que casi le había arrancado la vida.
Mikan lo notó, pero no dijo nada. Le palmeó el hombro con energía.
—No te me congeles ahora. Primero voy yo. —le guiñó un ojo y caminó hacia la arena, lista para enfrentar a Kiron de Caldus.
Asori quedó sentado afuera, con las manos temblando, tratando de procesar todo. El rugido del público, el retumbar de la arena, nada lograba distraerlo de la sombra que lo observaba.
Fue entonces que vio llegar a Blair y Mikrom. Mikrom, siempre directo, trató de animarlo.
—Ese caballero de pacotilla no es nada. ¡Bah! No te preocupes, yo voy a ver a mi linda Mikan romperle los huesos a ese tal Kiron. —rió fuerte, dándole un golpe amistoso en la espalda.
Y se marchó, dejando solos a Asori y Blair.
El silencio entre ambos fue incómodo, pero necesario. Blair se armó de valor para hablar, mas fue Asori quien lo hizo primero.
—Blair… lo siento. —dijo, sin girarse hacia ella—. Por haberte tocado sin pensar… después de lo que viviste.
Los ojos de Blair se llenaron de lágrimas. Quiso responder, pero al mirarlo notó el brillo húmedo en los suyos, como si estuviera conteniendo algo más grande que el dolor físico. Su corazón se quebró.
—Asori… —la voz le tembló—. Cuando estaba atrapada… cuando ese hombre se acercó a tocarme… solo podía pensar en ti.
Asori apretó los dientes, un escalofrío recorriéndole la espalda.
—No necesitas recordarlo… —dijo con ternura, aunque su voz se tensó—. Sé que te duele. No quiero verte sufrir.
—¡Pero entiéndelo! —gritó Blair, finalmente derrumbando la barrera—. Solo quiero que seas tú quien toque mi cuerpo. —se llevó las manos al rostro, temblando—. Me dio tanto asco, tanto dolor… saber que otro lo hacía… y luego te lastimé a ti con mi reacción. Sentí que había ensuciado hasta mis propios sentimientos.
Asori la escuchó en silencio. El torbellino de recuerdos, las noches bajo el mismo techo, el beso de despedida, la promesa hecha bajo la luna. Y de pronto, sin poder contenerlo, lo dijo:
—Blair… te amo.
Ella levantó la vista, sorprendida.
—Estoy furioso… —continuó Asori, con los ojos ardiendo—. Furioso porque alguien se atrevió a tocarte. Si no fuera por la promesa que te hice, de no manchar mis manos con sangre… lo mataría sin dudarlo. Porque nadie… absolutamente nadie, toca a mi princesa.
El rubor subió como fuego al rostro de Blair. Sus labios temblaron, lista para responder, para decir “yo también”… pero la voz del anunciador retumbó en la arena:
—¡El próximo combate! ¡Asori Matsuda contra Sir Kael!
El corazón de Blair se detuvo. Intentó hablar, gritar su nombre, advertirle la verdad. Pero otra vez, algo la ahogó. Su garganta no emitió sonido alguno. La fuerza externa seguía impidiéndole pronunciar la identidad de su agresor.
Asori se volvió hacia ella, con una sonrisa suave pero firme.
—Pase lo que pase, daré lo mejor de mí para ganar.
Y se encaminó hacia la arena. Blair, impotente, extendió la mano, pero solo pudo susurrar entre lágrimas:
—Asori… por favor, vuelve.
La multitud rugió, la arena tembló. El nombre del combate resonó como un presagio.
Asori vs. Sir Kael.
La sombra del pasado se alzaba frente a él, y el destino estaba a punto de escribirse con golpes, sudor y sangre.
Editado: 01.10.2025