El coliseo entero vibraba con la tensión.
Sir Kael, erguido como una sombra indomable, mantenía la espada clavada en el suelo. A sus pies, Asori jadeaba, la respiración rota, la frente bañada en sudor y sangre. Sus golpes carecían de fuerza, y cada embestida era recibida con una brutalidad despiadada.
El público no aplaudía; estaba atónito. La mayoría ya había decidido quién era el vencedor.
Kael lo levantó del cabello y le propinó un rodillazo en el rostro que lo envió contra la arena. Luego lo pisó en el pecho con la fuerza suficiente para dejarlo sin aire.
—¿Esto es todo, mocoso? —rugió con desprecio, elevando la espada oscura.
La hoja goteaba energía sombría, como si devorara la luz alrededor—. Ni tu aire, ni tu "valentía", te salvarán y lo pateo casi sacándolo de la plataforma.
Asori tosió sangre. Sentía los músculos pesados, las rodillas cediendo. Cada golpe era una montaña sobre su cuerpo.
Voy a perder.
La idea lo apuñaló en la mente. El miedo lo volvía a arrastrar, como en aquella noche en el bosque. El recuerdo de Blair atrapada, indefensa, se mezclaba con su impotencia presente.
Pero en medio de ese caos, una chispa brilló.
Recordó la voz de Eryndor, fría y firme, cuando lo obligó a luchar vendado en el Monte Aeryon:
"El viento no existe para protegerte. Hazlo parte de ti. Silencia el ruido, escucha el murmullo."
Recordó a Blair, la mano temblorosa sobre su mejilla la primera vez que lo llamó idiota, y también su promesa: “No manches tus manos de sangre, no cambies lo que eres”.
Recordó a Lira, la niña que sonrió hasta el final, y que confió en él, aunque no pudo salvarla.
Asori, tumbado en la arena, apretó los dientes. El dolor no desapareció, pero dejó de ser ruido. Era un recordatorio de que aún estaba vivo. No podía depender siempre de que alguien viniera a rescatarlo. No ahora.
Su respiración se estabilizó. Sus músculos, aunque destrozados, encontraron un ritmo. Se incorporó lentamente, la sangre resbalando por su ceja abierta, y clavó los ojos en Kael.
El caballero sonrió bajo el yelmo.
—Así me gusta. Hazme sentir que no pierdo el tiempo mocoso.
El siguiente intercambio fue brutal. Kael lanzó un tajo descendente. Asori lo esquivó de lado y contraatacó con un puñetazo reforzado en Astral. El golpe retumbó contra la armadura y Kael retrocedió dos pasos.
El público rugió. Blair se levantó de golpe, con lágrimas en los ojos.
—¡Eso, Asori!
Kael arremetió de nuevo, con una ráfaga de golpes que habrían destrozado a cualquier otro. Asori no los detuvo: se movió con ellos, fluyendo. Deslizó sus pies en la arena, esquivando por milímetros, reforzando su cuerpo en el instante exacto.
Cada golpe que conectaba devolvía la confianza al chico. El combate empezaba a equilibrarse.
—¡Increíble! —exclamó Mikrom desde las gradas—. Ese mocoso está peleando de igual a igual.
Pero Mikan frunció el ceño.
—Míralo bien. Kael está… adaptándose.
Y tenía razón. Kael, tras varios intercambios, dejó escapar una risa ronca.
—Ya entiendo… así que ese es tu ritmo. Bien. Entonces… alimenta al vacío.
Clavó la espada en la arena. Las sombras se esparcieron como raíces negras que alcanzaron a Asori. Este sintió cómo el aire se volvía denso, cómo cada músculo perdía fuerza. Una succión invisible drenaba su energía.
El chico cayó de rodillas, jadeando.
—¿Qué… es esto?
Mikrom apretó los puños en las gradas.
—¡Es lo mismo que me hizo a mí! Ese maldito… roba tu energía para fortalecer la suya.
Blair se llevó las manos al pecho, desesperada.
—¡Asori…!
Mikan la detuvo, con voz firme.
—Confía en él. Ese chico… aún no mostró todo lo que tiene.
En la arena, Asori temblaba, la vista borrosa. Pero no cedió.
—No… voy a caer…
Con un rugido, forzó su cuerpo a moverse, aunque cada paso pesaba como plomo.
Golpe tras golpe, Kael lo recibía con una sonrisa cruel. Pero Asori, poco a poco, encontraba huecos, conectaba puñetazos, rodillazos, embestidas. No eran devastadores, pero eran constantes.
Mikan lo observó con los ojos entrecerrados.
—Está rompiendo sus propios límites… El miedo lo está empujando hacia adelante. Ese chico… está aprendiendo a pelear con todo lo que es.
Blair, con lágrimas contenidas, murmuró:
—Asori… no te atrevas a rendirte.
La multitud estaba al borde de la histeria. Nadie entendía cómo ese joven, casi derrotado desde el inicio, ahora le seguía el ritmo al caballero de la Sombra. Asori se estaba superando a si mismo motivado por algo más grande que la fuerza, el amor.
Kael gruñó, cansado de su resistencia. En un movimiento veloz, bajó la espada y atravesó ambas manos de Asori contra la arena.
El grito del chico rasgó el coliseo y la multitud enmudeció.
Blair se levantó de golpe, con los ojos desorbitados.
—¡ASORI!
Mikrom y Mikan sintieron un escalofrío. Esa escena era un reflejo de lo que había estado a punto de ocurrir en el bosque, cuando Kael casi lo ejecuta.
Kael, apoyando la espada sobre sus manos, se inclinó.
—Una vez termine contigo… —su voz era venenosa— voy a ir a divertirme con tu princesita.
Las pupilas de Asori se dilataron. La revelación cayó como un trueno.
—…fuiste tú… —jadeó, el rostro torcido por la rabia—. Tú… fuiste el que atacó a Blair…
Kael rió con crueldad.
—¿Y qué si lo fui? Lo volvería a hacer…Y mee asegurare que la próxima vez no estés ahí para interrumpirme.
El cuerpo de Asori comenzó a temblar. No de miedo. De furia.
Las venas de sus brazos ardieron, su Astral rugió dentro de él. La espada incrustada comenzó a vibrar. Un flujo desconocido se encendió en su pecho, un poder que jamás había sentido.
El viento rugió en espirales a su alrededor. La arena se levantó en una tormenta.
Con un grito desgarrador, Asori arrancó sus manos de la espada, desgarrando carne y piel. La energía explotó. La multitud quedó en silencio absoluto. Los ojos de Asori brillaban ahora de un amarillo incandescente, las pupilas convertidas en un caleidoscopio que giraba como un remolino. Su aura era tan densa que hacía vibrar la plataforma.
Editado: 01.10.2025