The Sacred Orb

Capítulo 53 — Hakiri

El coliseo estaba en silencio absoluto. Ni una sola voz se atrevía a interrumpir aquel instante. Solo se escuchaba el rugido del viento que giraba en espiral alrededor de Asori. La arena flotaba suspendida en el aire, como polvo atrapado en un remolino invisible. La luz del sol caía sobre sus ojos, que ya no eran los mismos: dos caleidoscopios dorados giraban en su interior, como si el propio Astral los hubiera reclamado.

Kael, que hasta hace apenas unos segundos dominaba el combate con una sonrisa cruel, dio un paso atrás sin darse cuenta. Su espada oscura temblaba en su mano, y por primera vez, un escalofrío lo recorrió.
—¿Qué… demonios eres? —escupió, con la voz cargada de ira, pero también de miedo.

Asori no respondió. Dio un paso adelante. El suelo crujió bajo su pie, como si la tierra misma se apartara para dejarlo avanzar. Su respiración era calmada, serena… pero su aura era un huracán contenido.

Kael rugió, lanzándose con un tajo descendente que partió el aire en dos. La hoja bajó como un rayo… pero Asori apenas inclinó la cabeza. La espada pasó tan cerca que rozó su cabello, y aun así ni una hebra se movió fuera de lugar.

—¡¿QUÉ?! —vociferó Kael, desatando un aluvión de golpes con velocidad sobrehumana.

Pero todos y cada uno fueron esquivados. Asori no retrocedía: se deslizaba entre los cortes como si ya hubiera visto cada ataque antes de que ocurriera. Un giro leve del tobillo, un movimiento casi imperceptible de hombros, una inclinación mínima de cintura. Su cuerpo parecía danzar con el filo mismo de la muerte.

Los espectadores contenían la respiración, hasta que finalmente un grito estalló desde las gradas:
—¡Es imposible!
—¡Ese mocoso está bailando entre los golpes! —rugían otros, entre el asombro y el miedo.

Blair se había puesto de pie, las manos apretadas contra su pecho, los ojos humedecidos por la emoción.
—Asori… —susurró.

Mikan, a su lado, fruncía el ceño.
—Esto no es solo técnica. No es su estilo… es como si alguien más estuviera peleando en su lugar.

Mikrom, con los brazos cruzados y la mirada fija en la arena, murmuró apenas audible:
—No es posible… pero tampoco es tan descabellado, con esos ojos.

Blair se giró hacia él de inmediato.
—¿Qué dices?

Mikan también lo apremió:
—¡Habla claro, Mikrom!

El joven apretó los dientes, y finalmente soltó:
—Ese mocoso… tal vez está usando… Hakiri.

La palabra cayó como un trueno. Los murmullos recorrieron el coliseo. Blair abrió los ojos desorbitada.
—¡¿Cómo podría Asori tener algo así?!

Mikrom no apartó la vista de la arena.
—Estuvo expuesto a un Astral tan puro en el Monte Aeryon que su cuerpo ya no es normal. Si alguien iba a despertar un Hakiri en un momento límite… era él.

Blair tragó saliva, recordando las palabras de Eryndor.
—En el Monte Aeryon… donde entrenó… el Astral fluía como nunca antes lo había visto o eso dijo el maestro Eryndor.

El público aún discutía, pero la atención regresó al centro cuando Kael lanzó un rugido desesperado y embistió con todo su poder. Su espada oscura dibujó un arco brutal, la sombra de su filo parecía engullir la luz misma.

Esta vez, Asori no se limitó a esquivar. Dio un giro sobre su eje y, con un movimiento tan preciso como feroz, golpeó con su codo el antebrazo de Kael. El impacto resonó como un trueno. La espada salió despedida, girando por el aire, antes de clavarse en la arena a varios metros de distancia.

El público explotó en gritos.

Kael jadeaba, incrédulo. Pero antes de que pudiera reaccionar, Asori descargó un puño envuelto en Astral directamente en su abdomen. El caballero se dobló, escupiendo sangre. Su cuerpo fue lanzado contra el suelo, levantando una nube de polvo.

Asori no le dio respiro. Lo levantó de la armadura con una sola mano y le estampó un cabezazo brutal. El crujido del impacto se escuchó hasta en las últimas gradas. Luego, con un giro, lo lanzó con una patada giratoria hacia los bordes de la plataforma. El impacto sacudió toda la estructura.

Kael se levantó tambaleante, la sangre escurriendo por su boca.
—¡MALDITO!

Invocó un muro de sombras, alzándolo como una muralla oscura. Pero Asori, con los ojos dorados brillando como soles, avanzó sin miedo. Concentró el Astral en su palma y gritó con una voz que desgarró el aire:
—¡AETHERION!

La explosión destrozó el muro y lanzó al caballero varios metros hacia atrás. Su armadura se quebró, y su respiración se volvió errática, desesperada.

Mikrom se levantó de un salto, con los ojos brillando.
—¡Lo logró! ¡Ese mocoso está venciendo a Kael!

El público rugía, dividido entre la euforia y el pavor, mientras Asori se encontraba de pie y con un aura más explosiva que nunca. Era tanta la intensidad que Darian desde su trono solo podía observar extasiado el tremendo espectáculo que tenía delante, y Aisha, a su lado, miraba a Asori algo confundida: aquella forma de pelear no era la del joven que solía mostrar piedad a sus oponentes.

Dentro de Asori, sin embargo, algo rugía distinto. El poder le corría por las venas como lava fría, cada latido parecía traer consigo un torrente de Astral que le iluminaba los huesos desde dentro. Al principio era una corriente ordenada, un empuje que respondía a la técnica y al entrenamiento; pero en ese momento había algo más duro y oscuro mezclado con esa energía: una voz, afilada y urgente, que no pedía estrategia sino justicia. No era un pensamiento razonado; era un empuje primitivo que le susurraba la imagen de Blair herida, las manos que la ataron, la humillación que había sufrido. La voz no pedía misericordia, pedía sangre.

Asori la sintió como un pulso en la garganta, como si el viento le dictara órdenes. Quiso ignorarla, recordó los preceptos de Eryndor, la calma que lo había guiado hasta entonces —pero el Hakiri, despierto, amplificaba todo: la rabia, el miedo, la necesidad de proteger—. El resultado fue una descarga: no calculada, no elegante, sino brutal y directa.



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En el texto hay: romance, aventura, fantasía drama

Editado: 01.10.2025

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