La carreta avanzaba lentamente por el camino de piedra que conducía hacia las murallas del castillo de Azoth. Los cascos de los caballos golpeaban rítmicamente, pero el ambiente dentro del vehículo estaba lejos de ser tranquilo. Blair mantenía a Aisha entre sus brazos, la pequeña portadora de la Luz aún con los ojos bajos, como si temiera que todo lo vivido en la arena hubiese sido un sueño. Asori, a su lado, apenas podía mantenerse erguido; la fatiga de los combates seguía mordiéndole los músculos, aunque ya se veía más estable gracias al descanso y al calor que Blair le había brindado con el Sweet Kiss. Mikrom por otra parte, solo se mantenía con su sonrisa a pesar de que por dentro sabía que algo más grande y peligroso estaba por venir, Zeknier lo cazaría debido a que Mikrom deserto su ejército.
Las murallas se alzaban imponentes, bañadas por el sol del mediodía. Los guardias apostados en la entrada del reino alzaron lanzas y escudos al divisar al grupo, pero en cuanto sus ojos se posaron sobre Blair, el murmullo recorrió la fila como un rayo.
—¿Esa no es…?
—¡La princesa! ¡La princesa Blair!
Algunos cayeron de rodillas de inmediato, inclinando la cabeza hasta el suelo, mientras otros dudaban, recordando los rumores de su muerte y la propaganda de Zeknier que aseguraba que el trono de Azoth ya no tenía heredera legítima. El aire se llenó de tensión: reverencias mezcladas con incredulidad.
Blair se mordió el labio, pero dio un paso al frente con dignidad.
—Soy Blair Julis D’Blank, hija del rey Arion y Elena, y he estoy de vuelta. —su voz resonó clara—. De hoy en adelante, no volveré a esconderme.
El silencio se rompió en gritos. Algunos aclamaban su nombre, otros gritaban insultos y proclamaban su lealtad a Zeknier. El grupo no tardó en ser escoltado hacia el Castillo situado en el centro de las murallas.
La sala principal del Castillo estaba bañada por la luz de los ventanales. Tifa los esperaba de pie, su armadura reluciendo, el rostro severo como una estatua. En cuanto Blair entró, la reina la abrazó con fuerza, con un alivio apenas contenido.
—Has regresado a nosotros… —murmuró, pero su tono cambió al instante, serio como el filo de una espada—. Y al revelar tu identidad, ya no hay marcha atrás. Eres un estandarte, Blair. Desde hoy, cada paso tuyo moverá ejércitos. ¿Estás lista para esa carga?
Blair titubeó, sus dedos se apretaron contra la falda de su vestido, pero finalmente asintió.
—Lo estoy. No pienso retroceder ahora, es momento de asumir el rol que tengo dentro de esta guerra.
Tifa soltó el aire y asintió, aceptando esa determinación. Sus ojos se posaron en Asori, luego en Aisha y por último en Mikrom, entonces tifa frunció el ceño.
—Explíquenlo todo y quiero que sean detallados.
Durante más de una hora, Mikrom narró lo ocurrido en la ciudad capital: el torneo, la manipulación de Darian, la aparición de Kael, y la decisión de Blair de revelar su identidad ante todo el público. Asori relató con voz baja su combate, también del extraño poder que obtuvo durante la pelea, confesando que casi perdió la vida.
Tifa escuchó en silencio, cada palabra calando como un martillo. Cuando se mencionó a Aisha, la mirada de la comandante se endureció aún más.
—¿Así que el segundo premio del torneo eras tú pequeña? —su voz temblaba de rabia—. ¿Qué clase de monstruo hace eso al tener de esclava a una niña? Darian es un enfermo.
La niña dio un respingo, abrazándose a sí misma. Todos la miraron. Finalmente, Aisha alzó la voz, temblorosa.
—Yo… siempre fui usada… para sanar. Mi poder ayudaba a otros a luchar, a enriquecerse. Nunca fui más que un objeto. —bajó la mirada—. Hasta que… me entregaron como recompensa.
Un silencio helado invadió la sala. Blair la estrechó con fuerza contra su pecho.
—Nunca más. —susurró—. Nadie volverá a tratarte así te lo prometo Aisha.
Asori, asintió con firmeza.
—Estás con nosotros ahora. Te protegeremos.
Los labios de Aisha temblaron, y por primera vez, permitió que una tímida sonrisa se escapara.
Tifa caminó hasta Asori, sus pasos resonando como golpes secos contra la madera del suelo. Lo observó de arriba abajo, su ceño fruncido más por la preocupación que por la furia.
—Mírate… —su voz era grave, contenida—. Ese chico al que recogimos del bosque ahora carga con el destino de este reino. Te has vuelto fuerte, Asori, nadie lo niega. Pero ese combate… —su tono se quebró apenas— estuvo a punto de costarte la vida.
Asori bajó la mirada, los puños temblando.
—Yo… no podía dejar que Blair cayera. No podía permitir que ese monstruo la tocara y se saliera con la suya.
El golpe de Tifa contra la mesa retumbó en toda la habitación.
—¡No entiendes nada! —rugió, con los ojos llenos de un fuego contenido—. ¡Tu vida también es vital! No se trata solo de protegerla a ella, ¡sino de protegerte a ti mismo! ¿Sabes lo que significaría perderte ahora?
Blair dio un paso al frente, la voz vibrando de rabia.
—¡Pero si no fuera por él, estaría muerta! ¡Asori me salvó de Kael, me protegió cuando yo… yo bajé la guardia!
Tifa se giró hacia su sobrina, fulminándola con la mirada.
—Y ese es otro problema, Blair. Eres la princesa, portadora de un orbe, símbolo de Azoth… ¡y bajaste la guardia! ¡Le diste la oportunidad de atacarte!
Blair se mordió el labio, con lágrimas ardiendo en sus ojos. Quiso responder, pero las palabras se le atoraron en la garganta. Finalmente, con un sollozo contenido, habló:
—Lo sé… fallé. Y lo odio, tía. Pero si Asori no hubiera estado allí, no estaría aquí ahora. ¿Cómo puedes culparlo por salvarme?
El aire se volvió denso. Los tres guardaron silencio, cada respiración pesada como plomo. Tifa los miró, primero a Blair, luego a Asori, y durante un instante pareció que seguiría regañándolos sin piedad.
Pero entonces… suspiró. Su rostro endurecido se suavizó, y de pronto, dio un paso adelante y los abrazó a ambos con fuerza, apretándolos contra su pecho.
Editado: 01.10.2025