El sol apenas asomaba por entre las cortinas desgastadas de la posada. La luz cálida acariciaba los rostros de quienes habían pasado la noche en esa pequeña habitación, ajenos al bullicio creciente de la ciudad.
Asori fue el primero en abrir los ojos. Durante un instante, no entendió dónde estaba. Su cuerpo ya no ardía en fiebre ni sentía los huesos quebrarse; la respiración era ligera, como si por fin hubiera escapado del peso que lo arrastraba a la oscuridad.
Giró la cabeza y se encontró con una escena curiosa: Aisha estaba profundamente dormida entre él y Blair, acurrucada como un gatito, con sus pequeños dedos aferrados a la túnica de Asori.
Asori parpadeó, sorprendido, y no pudo evitar sonreír con ternura. Así que esto... es estar rodeado de gente que te quiere.
Un suave movimiento llamó su atención. Blair abrió los ojos lentamente, y al verlo despierto, su rostro se iluminó con un alivio tan puro que casi lo hizo sonrojar.
—Buenos días... —susurró Blair, apenas moviendo los labios para no despertar a la niña.
—Buenos días... —repitió Asori, en un tono igualmente bajo.
El silencio fue cómodo, cálido. Pero pronto, como un reflejo, ambos recordaron las palabras que se habían dicho en medio del caos del torneo: Te amo. El recuerdo les encendió las mejillas al mismo tiempo, y desviaron la mirada, torpes como adolescentes atrapados en su primera confesión.
Aisha se movió y, tras un par de bostezos, se incorporó de golpe. Sus ojos aún pesados no le impidieron hacer lo que, por costumbre, había repetido toda su vida. Se arrodilló en la cama, inclinando la cabeza frente a Asori.
—Buenos días, amo. ¿Cómo puedo servirte hoy?
La habitación se congeló.
—¿A... amo? —Asori se atragantó con su propia saliva, rojo como un tomate.
Mikrom, que justo entraba con una bandeja de pan y agua, casi suelta todo al escucharla.
—¡Jajajaja! —rió con estrépito—. ¡Vaya, mocoso, ni un día te tomó conseguir esposa y una sirvienta!
—¡Cállate, Mikrom! —gritó Asori, tratando de no despertar a toda la posada.
Pero Aisha no se detuvo. Giró hacia Blair, con ojos inocentes.
—Y buenos días a usted también, esposa de mi amo.
Blair se quedó petrificada unos segundos... y luego, en vez de molestarse, sonrió suavemente.
—No soy su esposa todavía, pequeña Aisha. Pero... —miró de reojo a Asori, sonrojada— tampoco me molesta que me llames así.
Asori se tapó la cara con ambas manos, sin saber si quería hundirse en la cama o salir corriendo de vergüenza.
El grupo bajó al comedor de la posada para desayunar. El ambiente, sin embargo, se volvió pesado cuando uno de los clientes entró gritando la noticia del día.
—¡Sir Kael ha sido ejecutado! ¡Su cabeza cuelga en la plaza central!
El pan se le atragantó a Asori. Su cuerpo tembló de manera automática, como recordando cada golpe, cada instante de terror contra ese monstruo. Aunque Kael había sido su enemigo, su final brutal lo dejó helado.
—Así que Darian se deshizo de su perro rabioso... —murmuró Mikan, con frialdad—. Qué conveniente.
—Sí... —añadió Mikrom, serio—. Si fue capaz de eliminar a alguien como Kael solo para aparentar justicia, imaginen lo que hará cuando nos tenga frente a él.
Asori no respondió. Tenía las manos apretadas contra las rodillas, la mente perdida en la imagen de la cabeza de Kael colgando ante todos.
Blair, al notarlo, deslizó su mano sobre la de él bajo la mesa. Fue un gesto pequeño, pero suficiente para devolverle un poco de calma.
Cuando salieron de la posada, se encontraron con una multitud esperándolos. Hombres, mujeres y niños alzaban pancartas improvisadas, algunos con flores, otros con simples telas bordadas.
—¡La princesa Blair nos dará esperanza! —gritaba una mujer.
—¡Y el Campeón de la Capital nos protegerá! —clamaba un hombre, señalando a Asori.
El joven quedó paralizado. ¿Campeón... yo?
Blair lo miró de reojo, con una sonrisa orgullosa, mientras Asori solo podía rascarse la nuca, incómodo.
Mikan aprovechó para hacerse notar, levantando las manos.]
—Bueno, yo fui la ganadora del torneo, ¿saben? —dijo, pero nadie pareció escucharla.
Mikrom, burlón, se inclinó hacia ella.
—Relájate ninja, ya llegara tu momento de gloria.
Mikan le metió un codazo que casi lo hace caer por el dolor.
En medio de la algarabía, Mikan anunció que se adelantaría a su aldea.
—Debo entregar el premio a mi gente. Ellos lo necesitan más que yo.
Blair le sonrió con gratitud, y Mikrom la acompañó con la mirada, aunque se notaba un destello de incomodidad: la echaba de menos incluso antes de que se fuera.
El grupo se puso en marcha hacia el castillo de Tifa. El bullicio de la capital quedaba atrás, pero en cada esquina podían sentir la tensión de una ciudad dividida.
Blair aprovechó el camino para quedarse atrás junto a Asori. Caminaban en silencio, hasta que ella se atrevió a hablar:
—Quiero disculparme... por cómo reaccioné después de lo que pasó con Kael.
Asori bajó la mirada, recordando sus palabras de rechazo.
—No tienes que disculparte. Sé que fue duro para ti. Yo... debí entenderlo antes.
—No —replicó Blair, deteniéndose para mirarlo a los ojos—. Lo que te dije al final del torneo es real. Te amo. Solo... necesito tiempo para sentirme tranquila otra vez con el contacto.
Asori quedó en silencio. Y luego, con una sonrisa sincera, asintió.
—Tómate todo el tiempo que necesites. Yo... siempre estaré aquí.
Blair apretó su mano con fuerza.
—Eres muy importante para mí. No puedo imaginar caminar sin ti a mi lado.
Él solo pudo sonreír, el corazón latiendo con fuerza.
A unos metros, Mikrom los observaba con una sonrisa socarrona.
—Miren a esos dos... parecen una pareja de recién casados.
Aisha, en cambio, los miraba en silencio, con los ojos muy abiertos. No entendía del todo lo que pasaba, pero por primera vez en su vida, se sentía protegida. Aquella calidez, aquella unión... era nueva para ella. Y en su corazón frágil, empezaba a germinar una semilla de confianza.
Editado: 01.10.2025