El sol apenas comenzaba a filtrarse por las vidrieras del castillo cuando Blair abrió los ojos. El murmullo del viento colándose por las cortinas y el rumor lejano de la capital la envolvían en una extraña calma. Apenas había dormido: entre los nervios y la emoción, su pecho estaba inquieto. Hoy no era un día cualquiera. Hoy cumplía dieciocho años, y por primera vez celebraría su cumpleaños rodeada de amigos, lejos de la sombra del exilio.
Al salir de su habitación, se topó con Mikan en el pasillo. La ninja estaba recargada contra la pared, con los brazos cruzados y esa sonrisa traviesa que nunca abandonaba.
—Mira nada más, la cumpleañera —canturreó con burla—. ¿Lista para que tu “novio” te prepare una sorpresa cutre?
Blair se sonrojó al instante.
—No digas tonterías tan temprano.
—Oh, vamos —insistió Mikan, alzando una ceja—. Apuesto a que ese mocoso olvidó comprarte un regalo. Seguro ni sabe en qué día estamos.
Blair quiso responder, pero se mordió el labio. En el fondo, la duda existía. Asori no era precisamente un chico detallista. Pero algo dentro de ella sabía que lo que él hiciera, aunque fuera torpe o improvisado, sería sincero.
Cuando entró al gran comedor, el aire estaba cargado con aromas dulces y cálidos. Pan recién horneado, miel derritiéndose, frutas rojas caramelizadas, especias que llenaban la sala como un abrazo invisible. Mikrom ya estaba sentado a la mesa, devorando carne con las manos como si fuera un banquete real. Aisha se escondía tímida tras una silla, con los ojos brillando de emoción.
En el centro de la mesa, Asori terminaba de colocar un pequeño pastel improvisado. Llevaba el cabello peinado a la fuerza, aún con mechones rebeldes, y vestía con sencillez, pero se notaba que había intentado arreglarse más de lo habitual.
Al verla, sonrió nervioso.
—Feliz cumpleaños, Blair.
Ella se detuvo, sorprendida. Sobre la mesa había un pastel de pan dulce cubierto con miel y adornado con flores silvestres. No era un banquete digno de la corte, pero el esfuerzo era evidente, casi palpable en cada detalle torpe pero tierno.
—¿Lo… hiciste tú? —preguntó, acercándose.
—Bueno… —Asori se rascó la nuca, rojo hasta las orejas—. Tuve ayuda de Maese Corbin en la cocina, pero la idea fue mía.
Blair sintió un calor recorrerle el pecho. Ningún banquete de palacio se compararía jamás a ese gesto. Sonrió y se sentó junto a él.
—Es perfecto.
Mikan asomó la cabeza desde el fondo con una risita maliciosa.
—¿Y el regalo? ¿O lo olvidaste, “Campeón de la Capital”?
Asori se puso rojo como un tomate.
—¡No me olvidé! Solo… bueno… —sacó de su bolsillo un ramillete de flores mal cortadas, algunas ya un poco marchitas—. No tuve mucho tiempo.
Blair las tomó con delicadeza, como si fueran un tesoro.
—Gracias, Asori… es el mejor regalo.
El chico suspiró aliviado, justo cuando Mikrom murmuró con sorna:
—Yo pensé que el regalo sería un entrenamiento especial de cumpleaños.
Blair lo fulminó con la mirada, mientras Mikan se doblaba de la risa. La tensión de días pasados se deshizo en carcajadas.
Se sentaron todos, y el desayuno comenzó entre risas y conversaciones ligeras. Mikrom brindó con su jarra de vino por “la nueva adulta de la casa”, Mikan no dejaba de inventar apodos ridículos para Blair como “su majestad cumpleañera”, “la princesa pastelito”. Aisha solo observaba feliz, como si nunca hubiera visto un grupo tan unido.
Asori, torpe pero decidido, sirvió los platos y hasta intentó cortar la carne para los demás, provocando que Mikan casi se ahogara de la risa al verlo mancharse las manos. Blair, por su parte, lo miraba en silencio más de una vez, notando esos pequeños gestos que lo hacían distinto: cómo trataba de ayudar, cómo sonreía de manera sincera pese a su incomodidad, cómo siempre terminaba mirando hacia ella, como buscando su aprobación.
Después del desayuno, Blair se levantó de repente, con una chispa en los ojos.
—Esperen. Hoy no solo es mi cumpleaños.
Asori la miró, desconcertado.
—¿Eh?
—También fue el tuyo… durante el torneo. —lo señaló con el dedo, firme—. Ayer Aisha me lo contó.
El chico abrió mucho los ojos y miró hacia la niña, que se encogió tímida en su silla.
—¡Aisha…!
Ella bajó la cabeza, nerviosa, pero respondió con voz suave:
—Usted mismo me lo dijo, amo. Me contó que cumplió años en medio del torneo… y que no lo celebró porque desde que sus padres murieron nunca había vuelto a festejarlo.
El silencio se volvió pesado por un momento. Asori tragó saliva, sorprendido de que hubiera revelado algo que llevaba tanto tiempo guardado.
Blair, en cambio, dio un paso hacia él con decisión.
—Por eso mismo, Asori. —su tono se suavizó, pero estaba cargado de fuerza—. Ya no estás solo. No pienso dejar que ignores nada más de tu vida, ni tu cumpleaños ni ningún otro día importante.
Asori apretó los labios, sintiendo un nudo en la garganta. La calidez de esas palabras le golpeó más fuerte que cualquier puñetazo. Por primera vez en mucho tiempo, entendió que tenía un lugar, un motivo… y personas que lo veían como alguien valioso.
—Blair… —susurró, conmovido.
Ella le sonrió con dulzura.
—Así que hoy también celebraremos tu cumpleaños. Te guste o no.
Mikan chasqueó los dedos con una sonrisa traviesa.
—¡Eso! ¡Doble fiesta! Aunque lo siento, arbusto, seguro tu pastel no será tan bonito.
Mikrom levantó su jarra otra vez.
—Brindo por el mocoso que nos hizo temblar en la arena. Aunque casi mueras, al menos lo hiciste con estilo.
Asori rodó los ojos, pero no pudo evitar reír.
Aisha, que había estado escondida, avanzó tímida con un paquetito envuelto en tela.
—F-feliz cumpleaños, amo…
Asori lo abrió y encontró una pulsera de hilo trenzado, hecha a mano. La observó unos segundos y, al ver el rostro nervioso de la niña, sonrió con ternura.
—Gracias, Aisha. La llevaré siempre.
Editado: 01.10.2025