El castillo estaba más silencioso que nunca aquella mañana. No era un silencio de paz, sino de contención: como si las viejas murallas, acostumbradas al bullicio y las intrigas, contuvieran la respiración antes de un cambio inevitable.
En el salón del consejo, Tifa aguardaba erguida frente a la mesa principal. Las velas apenas se habían consumido, prueba de que no había dormido. La luz del amanecer entraba por los ventanales, tiñendo los mapas de tonos dorados y rojos, como si el fuego de Azoth se reflejara en ellos.
Uno a uno, fueron entrando. Blair, con paso decidido pero el corazón latiendo rápido. Asori detrás, ajustándose la capa con torpeza, sin terminar de creerse su nuevo título como caballero personal de la princesa, el cual se le otorgó para esta nueva misión. Mikan entró con su aire despreocupado y las manos tras la cabeza. Mikrom mordía una manzana, sin prisa ni respeto por la solemnidad. Y Aisha, pequeña, se mantenía cerca de Asori, aferrada al borde de su capa como si el simple contacto la protegiera.
Tifa levantó la vista.
 —Han llegado. Podemos empezar con la reunión.
Su tono bastó para borrar cualquier rastro de distracción. Solo cuando señaló los mapas, la reunión comenzó.
—Escuchen con atención —dijo con la voz grave de quien ha comandado batallas y visto caer reinos—. Su viaje por los 4 imperios comenzará en las afueras de Donner.
Blair frunció el ceño.
 —¿Donner? ¿No sería más prudente ir directo a Nifelheim?
—Jason está allí —respondió Tifa—. No hemos tenido contacto en semanas. Mis informantes reportan una guerra civil que se salió de control. Nobles contra el pueblo. Entrar ahora sería muy malo para la relación de ambos reinos, por eso, primero observarán y después, actuarán.
Con la punta del dedo marcó un recorrido sobre el mapa.
 —Tras eso, viajarán a Nifelheim. Deben reunirse con el embajador. Si logran asegurar una alianza, volverán a Donner para reunirse con el consejo de guerra y entonces atacaremos directo a Zeknier.
Mikrom soltó un bufido.
 —¿Qué hay de Caldus y Veltramar? No me diga que no tenemos aliados en esos lugares
Tifa no levantó la vista.
 —Intente contactar a sus respectivos monarcas, pero no les importa la situación ya que dicen que no ven sentido en usar recursos en un reino muy alejado.
—Ahora que lo mencionas, es cierto.....Ambos reinos están muy lejos, solo contamos con Donner y Nifelheim entonces.
Mikan, medio sonriendo, murmuró:
 —Genial. Entonces si por alguna razón esos dos reinos no nos ayudan tendremos que ir solos contra Zeknier...Hurra.
Tifa la ignoró.
 —Recuerden esto: los otros imperios no son más estables que el nuestro. Algunos reyes venden sus tronos por poder. No confíen en sonrisas ni en promesas.
El silencio fue absoluto. Incluso Mikan bajó la mirada.
Cuando la reunión terminó, el grupo salió sin decir palabra. Blair se detuvo a mitad del pasillo y tomó la mano de Asori. Caminaban juntos entre los ventanales, donde la luz matinal se filtraba sobre el mármol.
—Asori… —susurró ella—. Lo que viene será más peligroso que cualquier misión que hemos tenido.
Él sonrió, demostrando mucha calma.
 —Ya sobreviví a que el Maestro Eryndor me lanzara por un precipicio. ¿Qué tan malo puede ser?
Blair lo miró con ternura.
 —No lo tomes a broma. Tía Tifa me habló en secreto de lo que pasa en los reinos. Todo está… desbordándose y muy probablemente no tengamos éxito en las alianzas. Cariño, esto esta muy mal, no sabemos como va a resultar y puede que nos toque enfrentar solos a Zeknier y su ejercito.
Asori bajó la cabeza.
 —Lo sé. Pero se que haremos todo lo que este en nuestras manos… confío plenamente en ti.
Blair sonrió, aunque sus ojos se humedecieron.
 —Por cierto, Eryndor me dijo que terminaste tu entrenamiento.
—Digamos que me enseñó lo justo para no matarme —bromeó—. Me hizo volar, entrenó mi control del viento, me enseñó técnicas más ofensivas, también me dijo que tengo al extraña costumbre de evolucionar cada que llego a mis limites… y me prohibió usar el Hakiri salvo que sea absolutamente necesario. Solo si tú estás cerca para estabilizarme con el Sweet Kiss.
—Entonces tendré que asegurarme de no mates por imprudente, cabeza de arbusto.
Asori rió.
 —Trato justo.
En ese momento, Blair no quiso preguntar más.
 Pero mientras lo observaba de reojo, algo en Asori le resultaba diferente… y no precisamente malo. Podía sentirlo, una tensión nueva en su cuerpo y una quietud en su mirada, como si algo dentro de él se hubiera endurecido, pulido por un fuego invisible.
Decía que Eryndor le había enseñado a volar y a controlar mejor el aire, pero… eso no bastaba para explicar el cansancio que arrastraba cada noche. Llegaba a la habitación exhausto, con los brazos cubiertos de moretones, el cuello tenso, los nudillos marcados. A veces ni siquiera alcanzaba a desvestirse del todo antes de quedarse dormido.
Y luego estaba lo del Hakiri. Blair no pasó por alto ese detalle: “solo si tú estás cerca para estabilizarme con el Sweet Kiss”, había dicho él. ¿Significaba eso que ya lo había usado en sus entrenamientos? ¿Qué lo había activado sin ella notarlo? Desde hace días, no sentía su energía entrelazarse con la suya. Cuando entrenaba con su maestro, solían besarse para canalizar el Sweet Kiss y que él recuperara fuerzas cuando volvía en las noches. Pero en los últimos cuatro días, no lo habían hecho ni una sola vez… y aun así, Asori seguía regresando con la mirada encendida, el cuerpo agotado, pero en pie.
“¿Estará intentando ver hasta dónde puede resistir sin mí?”, pensó, llevándose un mechón de cabello tras la oreja. Lo conocía demasiado bien. Asori era distraído para casi todo, la comida, los horarios, incluso sus propias heridas. Pero cuando se trataba de su poder, se volvía obstinadamente serio. Recordó cómo insistió ante Eryndor para medir cuántas veces podía transformarse al día, y cómo soportó semanas de entrenamiento brutal solo para no depender de nadie.
Editado: 29.10.2025