LAKEBLUE
Jueves - 02:06am
Ethan Miller permanecía en la penumbra de la noche, descansando, soñando sobre su cama mientras una ventisca gélida se escurría por la ventana. Su cuerpo se revolvía bajo las sábanas y sus inquietos ojos sellados veían imágenes creadas por su mente a través de los sueños. Su respiración era cada minuto más entrecortada e inconscientemente mordía sus labios, aún dormido. Su sueño ―o, mejor dicho, pesadilla― se intensificaba y su cuerpo dormitado era incapaz de mantener por más tiempo la viveza de aquella escena. Quería escapar y despertar deseando que nada de lo que podía ver era real. Y en un desesperado intento por retomar el aire escaso en sus pulmones Ethan despertó con la piel brillosa, cubierto por una sutil capa de sudor, con asustados ojos marrones que brillaban bajo el reflector del cielo nocturno. Sentado y jadeando se incorporó, donde el silencio reinaba las cuatro paredes. Le dolió la cabeza como si los ojos amenazaran con salirse de su órbita. Cerró con dureza el índice y pulgar sobre el entrecejo. Arrugó el rostro para aminorar el dolor repentino y pareció funcionar al mismo instante que sus ojos se adaptaban a la oscuridad. Miró a su alrededor y comprendió que nada de lo que había experimentado era real, aunque así lo había sentido.
Se levantó y caminó a tientas hasta llegar al baño. Sin encender la luz abrió el grifo dejando correr el agua entre sus manos y mojándose el rostro. Se repetía una y otra vez la pesadilla frente a sus ojos de tal manera que tuvo que pestañear reiteradas veces para aminorar las pulsaciones de su corazón. Siguió en el silencio de la oscuridad, temía que la luz le cegara los ojos. Mientras regresaba a la cama hizo recuento de lo que había experimentado. Convencido de que no era real se enrolló dentro de las sábanas. La piel se le erizó de tanto pensar en ello. Era como si realmente estuviese allí.
Dudoso de volver a dormir, el chico de cabello castaño se dejó caer sobre su espalda y perduró unos minutos mirando al techo vacío y negro, antes de volver a desvanecerse. Aquella pesadilla no había sido más que una viva experiencia de un accidente de auto en el que él, era el protagonista. Pudo escuchar el ensordecedor chillar de las llantas rozar contra el pavimento, antes del impacto. Estaba inconsciente, pero aún era testigo de lo que a su alrededor ocurría. Sus ojos eran cegados por los faros blanquecinos de un vehículo rojo, del cual una sombra emergió para ayudarle. Sintió frío y sobre todo un dolor agudo en las piernas, aunque sus heridas más graves se hallaban en la cabeza. Estaba seguro de estar viviendo en carne propia la muerte y se estremeció. No obstante, había otra sensación en su piel, era frío, sólido y colgaba de su cuello.