The secret of Harry

4

Harry salió al centro de aquella pequeña ciudad con la esperanza de encontrar algún trabajo. Por suerte, antes de irse de casa, había hecho un curriculum en caso de que alguna vez lo necesitara. Ahora era la ocasión para usarlo.
 

Ya había hecho algunos pequeños cursos de cocina, o al menos solo se quedaba el tiempo que su padre no los descubriera a él y a su madre. Pensó que debía dejar de pensar en esos malos recuerdos, pues ya habían quedado atrás. Aunque le doliera mucho la idea de dejar el lugar donde estuvo toda su vida, debía hacerlo; ya era tiempo. 
 

Ahora más que nunca necesitaba pensamientos positivos. También analizó la idea de hacer publicidad a sus escritos, podría ganar algo de dinero con aquellos que tuvieran la misma pasión por la lectura. Debía terminar de escribir un libro, y venderlo. Algo bueno debía sacar de su talento. 
 

Luego de caminar unos cuantos minutos, llegó a su destino. 
 

Primero entró a un centro comercial, quizás necesitaran a un cajero. Pero, para su desgracia, todos los puestos estaban ocupados. Salió de allí, con la mente aún positiva.
 

A paso decidido, entró en una tienda donde vendían zapatos y ropa. Era probable que faltase alguien de mantenimiento; cualquier cosa era más que suficiente en esas circunstancias. Pero la vida no dejaba de darle malas pasadas, nadie necesitaba en ese momento algún ayudante o cualquier cargo mínimo. 
 

Así pasaron las horas, yendo de tienda en tienda; empezaba a oscurecer y no había ni una posibilidad de tener empleo. Con la planta de sus pies y su espalda adoloridas, caminó hasta una pequeña plaza que se encontraba cerca de su alcance.
 

Se sentó y soltó un suspiro cansado, pensando en que, cuanto más positivo era respecto a la vida, menos cosas buenas le sucedían. Quizás darse por vencido era la mejor opción; comenzaba a ver todo eso como una pérdida de tiempo. Probablemente su padre sí tenía razón, él era toda una decepción. 
 

—¿Hola? ¿Estás bien? —Preguntó una dulce voz, con leve preocupación en ella. 
 

—¿Te conozco? —Fue lo primero que pensó y soltó Harry, no se encontraba de humor. 
 

—La verdad, no. —Confesó aquella desconocida, —pero mi tío me ha enviado a que te pregunte si estás bien. A estas horas de la noche el clima está helado. —Habló, mientras mantenía su distancia. Nunca se sabe qué pueda pasar.
 

—¿Puedo sentarme? —Preguntó, después de ver que el chico no respondía. Extrañamente le inspiraba confianza. 
 

Se sentó de igual forma, sentía que ese chico necesitaba ayuda, algo se lo decía. 
 

—Sí, estoy bien, —decidió hablar Harry, ella no tenía nada qué ver con sus problemas; lo menos que merecía era que le devolviera el buen trato. —No hay de qué preocuparse. —Alzó la vista y se encontró con un precioso rostro brotado de pecas, y una hermosa cabellera dorada. Sus ojos parecían ser del color de la miel.
 

—Hace unas horas te vi entrando y saliendo de tienda en tienda, —comentó la chica. —¿Estás buscando trabajo? —Se atrevió a preguntar, no quería parecer metida.
 

—La verdad sí, pero al parecer nadie quiere tener a un universitario como empleado, —admitió, estirando sus largas piernas y con un notable cansancio.
 

—Pues, —dijo la chica con un poco de pena. —Puedo hablar con mi tío para que te de algún trabajo de medio tiempo en su cafetería. Él es muy buena persona, no creo que se niegue. 
 

—No quiero molestar, la verdad. Ya suficiente es con que estés aquí hablando con un desconocido, —se revolvió el cabello. No entendía por qué, una chica tan linda como ella, continuaba sacándole conversación. 
 

—No hay ningún tipo de problema. —Negó rápidamente, —ven, levántate, vamos con mi tío y le contamos. —Sonrió mientras se levantaba y le ofrecía su mano. 
 

Harry, al ver ese brillo en sus ojos llenos de vida y ganas de ayudar, no pudo negarse. A parte de estar embelesado con su belleza, parecía buena persona. Tal vez eso que le estaba sucediendo era una compensación por todas las cosas que le habían sucedido todos esos años. 
 

—De acuerdo. —Soltó un suspiro en señal de rendimiento, —pero solo porque parece que me ayudas sin ninguna mala intención.
 

Esta soltó una pequeña risa y lo condujo hasta la panadería tomando su mano. Ambos sentían algo cálido al tener sus manos juntas, esa acción le hacía dar un brinco al corazón de ambos. 
 

—Hola, tío, —la chica sonrió de oreja a oreja —él es a quien me dijiste que le preguntara si estaba bien. Al parecer sí lo está, pero necesita un pequeñito favor. —Se acercó a su tío y puso ojos de perrito, por la mente de Harry pasó el pensamiento de que se miraba sumamente tierna haciendo aquello. 
 

—¡Por supuesto! Pero antes, ¿cómo te llamas, jovencito? —El hombre se dirigió a él, con interés en sus palabras. 
 

—Mi nombre es Harry Scott. Tengo diecinueve años y busco un trabajo de medio tiempo para ayudar a pagar la renta junto con mi compañero de departamento. —Dijo Harry, orgulloso y con los pensamientos positivos volviendo a él. 
 

—¿Los Scott? —Respondió el señor pensativo. —Esa es la familia de abogados más importante aquí en Alsacia.
 

—Sí, lo son. —Respondió Harry, un poco incómodo. —Pero yo he decidido tomar un camino distinto, y por eso estoy acá, —sonrió, intentando cambiar el tema conversación. 
 

—Me has convencido, chico. —Le sonrió cálidamente. —Puedo darte un trabajo de medio tiempo como mesonero, es lo único que tengo por ahora.
 

—Eso estaría increíble. —Respondió Harry con emoción. —¿Cuándo puedo empezar a trabajar?
 

—Si es posible, mañana mismo, —dijo el señor mientras rascaba su barbilla. —¿Crees que puedas?
 

—Que no le quede ni la más mínima duda, estaré aquí puntual a las tres de la tarde. —Hizo un gesto con su mano como el de los soldados, y se enderezó. 
 



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En el texto hay: tristeza, amor, murte

Editado: 12.10.2020

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