The secret of Harry

5


—Agh, molesta alarma, —dijo Harry entre dientes, mientras se levantaba arrastras de la cama. 
 


Puso sus dos pies sobre el helado piso de su, ahora, nueva habitación. Se dirigió hacia el baño para darse un rápido aseo en la mañana, pues se había levantado un poco tarde. Dejó caer sus prendas en el suelo y entró en la ducha, mientras que gotas frías caían sobre su cuerpo, causando que su piel se pusiera de gallina.

Tomó la toalla que estaba colgada y la enrolló en su pelvis, dirigiéndose al lavabo para cepillar sus dientes. Revolvió su mojado cabello, algunas hebras cayendo en su frente, y salió del baño.

Rápidamente se vistió, tomó el único par de zapatos que se había llevado y su mochila, saliendo a una considerable velocidad de la habitación. Llegó a la pequeña cocina, se acercó a la nevera y sacó huevos y tocineta, debía hacer el desayuno lo más rápido posible para él y su amigo o llegarían tarde.

Dejó su mochila en la mesa y puso manos a la obra. Partió los huevos contra el sartén y los dejó freír mientras picaba en rodajas la tocineta. Limpió el poco sudor que se estaba formando en su frente y sacó dos platos de los gavetas.

—Qué bien huele, —Dijo Caleb. Mientras entraba a la cocina y frotaba sus manos contra sus ojos.

—¿Te levantas tan tarde siempre? Vamos atrasados, aunque esté preparando el desayuno.

—¿Te levantas tan temprano siempre? ¿Y cocinas? Vaya hermano, eso sí que me sorprende. —Respondió son asombro, Caleb siempre compraba comida rápida, y cuando no tenía dinero inventaba cualquier cosa con lo que hubiese en la nevera.

—Sí, hago todo eso, —dijo mientras se giraba sobre sus talones para sacar los huevos, ya cocinados, del sartén. —Mis padres querían hacerme todo, pero nunca he sido de esos chicos que esperan que le sirvan las cosas en bandeja de plata sin mover un dedo. Soy más de hacer las cosas por mí mismo. —Sacó las rodajas de tocineta y las sirvió en los platos junto con los huevos.

—Gracias, Harry, no tenías porqué hacerlo. —Agradeció mientras se llevaba los alimentos a la boca.

—No es nada. De todas maneras debía hacerlo, no quiero llegar tarde. —Respondió mientras comía rápidamente.

Luego de comer, Harry decidió irse antes que Caleb porque siquiera se había dado una ducha. En el camino tomó su teléfono y le envió un mensaje de texto a su madre, seguramente estaba muy preocupada, pues no se había comunicado con ella desde que se fue.

Sin darse cuenta, llegó rápidamente al instituto, guardó su móvil en uno de sus bolsillos y entró al enorme lugar. Como era costumbre para Harry, las personas lo observaban de pies a cabeza con cada paso que daba. Lo veían como un raro, ya que su cabeza siempre estaba metida entre los libros.

Hubo un tiempo en el que consideró la idea de dejarse llevar por las hormonas; tener cientos de chicas tras él y que nadie lo mirara de forma extraña. Aunque lo intentó, no experimentaba ninguna de esas emociones que los adolescentes de su edad tanto presumían. Probablemente estaba hecho para algo más.

Luego de caminar entre pasillos buscando su aula, la encontró y se adentró. Por suerte, su profesor todavía no llegaba, después de todo no era tan tarde. Con la vista localizó su asiento de siempre y se sentó, sacando la libreta que correspondía a aquella clase de historia. 

—Entonces te corrieron de tu casa, ¿no es cierto, Scott? —Dijo Adam con un tono burlón, junto con su grupo de esclavos, a los que decía llamar amigos. —Probablemente lo hicieron porque no soportaban más al marica de su prestigiosa familia.

—No es tu asunto, Adam, ve a darle órdenes a tus amigos. —Respondió Harry, haciendo comillas con sus dedos al pronunciar la última palabra.

—Estos amigos pueden hacerte la vida imposible. Cuidado con lo que dices, mariquita. —Después de decir esto todos sus compañeros rieron.

—Podrán hacerme la vida imposible, pero por lo menos no hago el ridículo quedando como el típico adolescente hormonal en busca de atención. —Rebatió Harry con un tono aburrido, sin verlo a la cara. —Deberías hacer algo más interesante, si haces eso tal vez te tome en serio. Ya pareces un grano en el culo.

Todos comenzaron a crear escándalo, y Adam estuvo a punto de abalanzarse sobre Harry, de no haber sido por la irrupción del profesor entrando al aula. Inmediatamente todos callaron y tomaron asiento.

 

Tres clases después.

 

—Caleb, el profesor de historia hizo grupo de dos personas para realizar un proyecto con diapositivas. —Avisó a su amigo mientras introducía sus libros en el casillero. —Como siempre, vamos juntos. Cuando llegue del trabajo adelantaré algo. 
—No te preocupes por eso, cuando esté en el departamento tan bien adelantaré algo, así terminamos rápido.

—De acuerdo, yo ya me voy. —Dijo a Caleb mientras sujetaba su bolso, —ya terminé todas mis clases por hoy, y no quiero llegar tarde a mi primer día de trabajo.

—A mí se me hace que estás ansioso es porque verás a esa chica de la que me hablaste. —Dijo coquetamente Caleb, haciendo un gesto pervertido.

—No seas tonto, ni siquiera la conozco.

—Por supuesto que sí, sabes hasta su nombre.

—Eso no es conocer a una persona, amigo mío. —Dijo Harry con una sonrisa entre labios.

—¡Qué romántico que te me pones a veces, eh! —Exclamó Caleb, sonriendo de oreja a oreja.

—Cállate, —soltó una risa Harry, su mejor amigo era un idiota. —Ahora sí me voy, nos vemos en unas horas, hermano.

Salió del instituto con su bolso colgando en uno de sus costados y aceleró el paso, quizás sí estaba nervioso por ver aquella chica de ojos color miel. Pensar en eso ll inspiró a trabajar duro con su nueva vida, lo hizo imaginar muchas cosas.

No lo motivaba el hecho de su belleza, sino la idea de que cuando estás a punto de tirar la toalla, aparecen personas llenas de luz que te alumbran el camino. Ella era eso, luz. Y no necesitaba conocerla a fondo para saberlo.



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En el texto hay: tristeza, amor, murte

Editado: 12.10.2020

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