—Muy buenas tardes, jovencito. —Dijo alegremente el señor Francesco, tío de Melissa, —para ser el primer día has sido muy puntual.
—Buenas tardes para usted también, señor Lombard. —Y sí, suelo ser puntual con mis responsabilidades.
—De acuerdo, para llegar al cuarto de mantenimiento debes seguir derecho, cruzar a la izquierda y, la primera puerta que encuentres, será esa. —Indicó con detenimiento el lugar, —en una de las mesas está un uniforme. Ese será tuyo.
—Muchas gracias por lo que está haciendo por mí, señor Lombard. Es muy amable.
—No hay de qué agradecer, Joven Scott. —Sonrió alegremente mientras se dirigía a hacer su trabajo.
Harry, con entusiasmo, se encaminó a donde su jefe le había indicado. Le pareció extraño no haberse encontrado con Melissa, quizás realizaba una actividad por las tardes. Entró al pequeño cuarto y tomó el uniforme que se supone que era para él, lo examinó de arriba a abajo y no le pareció para nada mal.
Desató los lazos que se encontraban atados de lado a lado y se lo puso, por suerte le quedaba a la perfección. Salió del cuarto y llegó a la encimera del interior de la cafetería, empezando a revisar las órdenes y saber a qué mesa debía entregar los platos.
Salió a la parte de afuera para tomar las órdenes que los clientes iban pidiendo. Algunos pedían cosas sencillas, otros una lista más larga; lo que agotaba la mano de Harry, por suerte, estaba acostumbrado a escribir. Aunque en esas ocasiones tomaba pausas y descansaba.
Así transcurrió la tarde, las horas pasaron rápido por algunas conversaciones triviales con los clientes. Por suerte les había agradado a todos, e incluso a otros empleados de la cafetería.
Se hicieron las seis de la tarde, lo que significaba que había terminado por hoy; finalmente, pudo sentarse en una de las mesas del cuarto de mantenimiento y soltó un suspiro cansado. Ser mesonero no es tan fácil como parece.
—¡Tío, he llegado de las clases de ballet! —Dijo Melissa al mismo tiempo que entraba en la estancia, su voz resonó en todo el lugar, enviando corrientes al pulso de Harry. Como supuso, hacía algo por las tardes.
Inmediatamente, Harry se quitó el uniforme, tomó sus cosas y salió emocionado a la entrada de la cafetería. No entendía por qué le emocionaba tanto la presencia de aquella chica.
Con su bolso a un costado, encontró a Melissa de espaldas poniendo sus cosas sobre una de las mesas. Traía puesta una sencilla camiseta blanca y jeans negros, su cabello recogido en una coleta, este cayendo en su cadera.
La chica se dio vuelta, percatándose de la presencia de alguien, aparte de la de sí misma. Esta lo vio y sonrió inmediatamente, al parecer sentía la misma emoción por verlo.
—Hola, señorita Melissa. —Dijo tímidamente Harry, no entendía todavía el porqué reaccionaba así ante su sola presencia.
—Hola Harry. —Soltó Lombard en una pequeña risa, —lo siento por reírme, es que señorita Melissa suena muy formal. Solo dime Melissa. —Tomó un mechón de cabello sobresaliente y lo puso tras su oreja.
—Lo siento, es que acostumbro a tratar así a las personas que no les tengo confianza. —Admitió, mientras evitaba que en sus mejillas se formase un claro carmesí.
—Pues, en ese caso, —dijo pensativa la chica, —¿te apetece dar un pequeño paseo por la plaza? Aún no se hace tan tarde, y hay unos columpios. Sé que suena muy infantil pero es un buen lugar para platicar.
Harry se quedó pasmado por la propuesta tan directa, no por incomodidad, pero le parecía extraño que una chica lo invitara de esa manera. Normalmente no lo hacen, y pensó que ella no sería la excepción. Puesto que trabajaba en una simple cafetería para pagar la renta de un departamento. Es decir, ¿qué chica en esos tiempos invitaba a un adolescente que hacía eso? Es cotidiano que se interesen por cosas más materiales.
—Si no quieres y debes llegar temprano, entiendo. No te quiero obligar ni nada parecido. —Dijo Melissa con nerviosismo, ya que el chico se quedó por algunos segundos sin decir palabra alguna.
—No, no, no, —negó rápidamente Harry. —Por supuesto que me encantaría ir, solo pensaba en por qué, una chica como tú, invitaría a alguien como yo a dar un simple paseo en una plaza.
—¿Insinúas que soy materialista? —Preguntó la chica con un tono divertido. —No seas tonto, por supuesto que no lo soy. Vamos, no perdamos más tiempo y vayamos a la plaza.
Tomó su mano, sin dar aviso, y lo llevó hacia afuera; no sin antes darle aviso a su tío. El corazón de Harry se aceleró, el contacto de su mano contra la suya revolvía algo en él que nunca antes había experimentado.
Luego de caminar un rato por un pequeño sendero, teniendo conversaciones triviales, llegaron a los dichosos columpios. Melissa tenía razón en lo que decía, pues el lugar era muy bonito y sin falta de mantenimiento.
—¿Lo ves? —Señaló la chica al pequeño parque. —Es muy hermoso, es tan sencillo y otorga una paz enorme. Siempre que vengo es para darme un respiro de la vida, no es como si me pasaran cosas malas, solo cuando me siento agotada. —Confesó mientras se dirigía a uno de los columpios, al mismo tiempo que Harry imitaba sus pasos y escuchando atentamente.
—En realidad sí es un lugar muy acogedor, la luna se mira perfectamente desde aquí. —Respondió el chico mientras observaba el cielo. —Y, dime, ¿entonces practicas ballet?
—Sip, ¿cómo lo sabes? —Lo miró extrañada.
—Te he oído cuando recién llegaste a la cafetería, ¿ya te han dicho que tu voz es bastante notoria? —Confesó Harry, soltando una pequeña risa.
—Ah, sí. —Siguió la risa, solo que más fuerte, —siempre me lo dicen, es que mi familia es así. Y pues vivir en ese ambiente me hizo acostumbrarme a hablar en ese tono.