The secret of Harry

12

Narra Harry.
 

 

Me levanté del suelo, con las lágrimas invadiendo mi rostro en casi toda su totalidad. Mamá imitó mi gesto, limpiando sus lágrimas tambien. Giré mi vista hacia el cuerpo sin vida de Melissa, mientras que mi corazón se rompía por segunda vez. ¿Cómo era posible que el dolor no pudiese detenerse?

Me acerqué hasta la camilla, con los ojos cristalizados. Bajé la manta que cubría por completo su anatomía, con la intención de apreciar su rostro. Me senté en un banquillo que se encontraba en el quirófano, acercándome y pasando mi pulgar por sus mejillas. A pesar de todo, se encontraban suaves. Sus ojos ya estaban algo hinchados, y sus labios muy pálidos.

La perdí en cuestión de segundos, y todo por mi culpa. Las lágrimas salieron sin siquiera avisar, y mis manos haciéndose puños, aferrándose a las blancas sábanas. Sucedió tan rápido... Cuando ese pedazo de lata grueso y afilado atravesó su estómago, al mismo tiempo que la sangre salía a chorros. Aquella imagen causó un escalofrío en mi cuerpo, y no uno de esos que son ocasionados por ciertas situaciones.

Tomé su mano, ya fría, y la acaricié. Recordé todos los momentos felices, hasta los más bajos, sintiendo las lágrimas correr; una tras otra y sin parar. Si tan solo hubiese tenido más fuerza y control para esquivar el camión, probablemente ella estaría aquí.

—Todo esto es mi culpa, Melissa. —dije cabizbajo, sintiendo la impotencia creciendo dentro de mí, —lo siento tanto. Por mí, perdiste tu vida. Tenías tanto para ofrecer, y nuestro bebé venía en camino.

—Harry, cariño, nada de esto fue tu culpa. Por favor, no te atribuyas toda esa carga innecesaria. —Escuché unos pasos a mis espaldas, y al escuchar su voz supe que era mi madre.

—Ni siquiera intentes hacerme sentir inocente, mamá. Por favor, déjame superarlo. —intenté no sonar grosero, pero estas emociones me lo hacían casi que imposible.

Escuché como suspiró, acercándose más a mí. Tocó mi hombro y lo acarició, sabía que imaginaba cuánto estaba doliendo esto.

—Hijo, el doctor me habló sobre algo hace unos minutos. Quise comunicártelo para que me dijeras cuál es tu decisión.

—¿Sobre qué cosa? —pregunté, sin dejar de acariciar el rostro de Melissa.

—Como verás, perdió al bebé. Pero, su corazón quedó intacto, cariño. Es decir, el de Melissa. Y en emergencias hay una chica que necesita con urgencia un trasplante de corazón, el doctor estima que morirá en algunos minutos si no se hace algo pronto. Al parecer es compatible con la chica. —Comunicó, con cierta tristeza en la voz.

—¿Puedo hablar personalmente con el doctor? —pedí, levantándome del banquillo.

—Por supuesto. Está en ese pasillo, —señaló el lugar mencionado, —cruzas a la derecha y entras a la segunda habitación.

Asentí y me encaminé por la dirección que me indicó. Al caminar entre ese lugar, pude ver a muchos pacientes con vías intravenosas en sus muñecas, algunos con mascarillas de oxígeno, ¿por qué situaciones estarían pasando aquellas personas?

Finalmente, llegué. Di tres leves toques, no poseía mucha fuerza en ese momento. No respondieron, pero segundos después la abrió una señora, estimaba que tenía al menos cincuenta años. Pregunté por el doctor, aunque este me interrumpió a mitad de pregunta, ya que se encontraba allí.

—Hola, señor Scott. ¿Su madre ya le entregó mi recado? Supongo que debió venir por esa razón. —dijo, mientras se quitaba sus lentes y se ponía frente a mí.

—Sí. —confirmé, —¿podemos salir de la habitación? Para conversarlo mejor.

Este asintió y salimos. Cerró la puerta con cierto cuidado, aquellos pasillos eran muy silenciosos.

—La verdad no lo sé, doctor. Es que Melissa acaba de... —me dolía el tan solo pensarlo, por lo que opté en dejar la frase al aire, él entendería. —Sólo sé que es un poco raro.

—Entiendo perfectamente su situación, señor Scott. Pero intente verlo desde este punto: una parte de esa mujer quedará en esa paciente, la cual su vida depende de una fuerte decisión. Sé que es muy doloroso pensar en estas cosas, y más después de una partida tan trágica. Pero, de alguna manera, Melissa estará entre nosotros, en este mundo. —Terminó de explicar el doctor, en un tono calmado y pasivo.

Medité sus palabras. Era cierto que dolía, y demasiado. Pero también tenía razón en que, de alguna manera, Melissa estaría conmigo. Solo que no conocía a esa chica. A pesar de eso, me conformaba con que su cuerpo sirviera de algo.

Es lo que ella hubiera hecho.

Resonó una voz en mi cabeza, haciéndome entrar más en razón. Con el corazón rompiéndose cada vez más, y las lágrimas volviendo a bajar por mis mejillas, asentí. No podía creerlo todavía, nunca me imaginé esta situación, en ningún mundo paralelo.

No sabes cuánto me estás doliendo, amor mío. Pensé, sin intentar detener oas lágrimas.

—¿Cómo se llama la chica? —Pregunté, mientras me recuperaba.

—Ana Monroe, señor Scott. —Dijo el doctor, al parecer teniendo tacto.

—De acuerdo, acepto que hagan el trasplante de corazón. ¿Su tío lo sabe?

—Por supuesto, el señor ya viene en camino. Usted era el último en aceptar el trasplante, y agradezco mucho que haya tomado esa decisión. Los familiares de la chica estarán muy felices. —sonrió levemente, se dio vuelta, pero a medio camino hacia la habitación, dio una mirada por el rabillo del ojo. —Y... ¿Harry?

—¿Sí?

—Sé fuerte, siempre.

Abrió la puerta de la habitación, se adentró en ella y dio un leve portazo. No imagina el esfuerzo que hacía para no derribarme allí y en ese preciso momento. Respiré profundo, tragándome el llanto.

Caminé hacia la ventanilla del cuarto e hice a un lado la cortina, pero de manera que nadie notara que lo hice. Pude visualizar a una chica en la camilla, con sus ojos cerrados y conectada a múltiples máquinas. Su cabello era de un chocolate muy oscuro, cualquiera pensaría que negro. Su piel era levemente morena, junto a sus labios pálidos. No parecía medir mucho.



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En el texto hay: tristeza, amor, murte

Editado: 12.10.2020

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