The secret of Harry

13

Narra Harry.
 


 


La helada brisa de invierno lograba hacer sacudir todos los cuerpos aquel día, poniendo la piel de gallina a cualquiera, incluso a mí. Las personas que estaban allí asistieron con su vestimenta negra junto a bufandas, gorros, manoplas y quién sabe qué más, para poder calmar la particular frialdad de ese día.
 


 

El día del entierro de Melissa.
 


 

No podía siquiera procesarlo con total claridad, porque de inmediato las lágrimas brotaban sin compasión alguna frente a las personas que estaban reunidas. Ella hubiera estado muy feliz, se encontraba su mejor amiga de hacía años. 
 


 

A mi derecha estaba su tío junto a unos pocos familiares de Melissa, tampoco quería verlos. Cada cosa, hasta la más mínima, me recuerda a ella. Pero ya no está. 
 


 

Sacudí mi cabeza en busca de consuelo, pero nada lograba apaciguar la tristeza que me embargaba. 
 


 

Luego de su muerte en el quirófano, comenzamos a buscar un servicio de funeraria que fuera de buena calidad. El velorio fue caótico para mí, me derrumbé y me arrodillé frente a la tumba que aún estaba frente a mí, y me permitía observar su rostro unas cuantas veces más. 
 


 

Ya no era cálido, su piel comenzaba a tornarse pálida, sin algún rastro de vida. Su cabello color cobre no brillaba como de costumbre, se veía áspero y rústico. La vestimenta que elegí fue el hermoso vestido que usaría para fin de año, le quedaba hermoso a pesar de todo.
 


 

Sin embargo, lo peor de todo, era no poder apreciar sus ojos una vez más. Esas lindas pupilas que me dejaron hechizado desde el primer instante, que estuvo allí cuando todo parecía estar mal.
Los ojos que me devolvieron la felicidad.
 


 

Quién diría que en tan poco tiempo la perdería, fue el suspiro que durará una eternidad en mi alma.
 


Saqué un pedazo de papel, en el que tenía escrito las palabras que diría en su entierro. Aunque seguramente no las necesitaría, ya que las palabras saldrían solas, y algunas lágrimas también. Poco después llega el padre de la iglesia para dar unas palabras de consuelo, algunos familiares y amigos cercanos hacen lo mismo.

Caminé hacia donde se encontraba el padre para dar las últimas palabras, y así más nunca volver a verla. El corazón se descompone con cada paso que daba, siendo más difícil poder pararme allí y despedirme.

No quiero hacerlo. 
 


 

Solté un suspiro, observando a mi alrededor como los diminutos copos de nieve empezaban a caer sobre los hombros de los presentes. 
 


 

—Bueno, esto es... Bastante difícil para mí, nunca imaginé que me pararía aquí para despedir a la mujer que fue el amor de mi vida —. Empecé con el discurso, intentando convencerme a mí mismo de que todo estaría bien, —sé que muchos de los que están aquí sabrán de qué hablo cuando digo que Melissa fue una chica llena luz y vida, hermosa como ver el nacimiento de mil orquídeas en pleno amanecer, y tus pulmones llenándose de ese increíble olor; eso es lo que me hacía sentir Melissa cada día, y mucho más. Una vez me dijo: Tus pensamientos son semillas, y lo que cosechas dependerá de las semillas que plantas. Pero, en ese caso, siempre intenté hacerla la mujer más feliz y dichosa del mundo, la hacía reír y le dedicaba toda la atención que ella necesitara. Aún así, la vida no tuvo piedad para quitarme todo eso, sin siquiera darme tiempo a cosechar.
 


 

Levanté mi cabeza, intentando retener mis lágrimas, y pude observar cómo la mayoría dejaban correr las gruesas gotas que brotaban de sus ojos. Pensé que mi corazón no podía partirse más, pero estaba equivocado. Aun así, continué.
 


 

—Dicen que las cosas siempre pasan por algo, pero ni en mil años entenderé por qué la perdí cuando más falta me hacía. Ni por qué se fue cuando más la quería. Melissa, si estás escuchándome ahora mismo desde donde sea que te encuentres, solo me queda decirte que fuiste el sentimiento que tuve la primera vez que vi el mar, y esa sensación se quedará conmigo por siempre. No importa quién venga, siempre serás tú. 
 


 

Limpié las lágrimas que se habían escapado sin mi consentimiento y me dirigí hacia Caleb, quien me esperaba junto los familiares de Melissa. 
 


 

A partir de allí no supe nada más del mundo a excepción del momento exacto en el que procedieron enterrar a aquella chica alegre que me hizo sonreír y tener esperanza miles de veces. Las voces de las personas en el funeral pasaron a segundo plano, como un fondo distorsionado que parecían simples murmullos sinsentidos a mis oídos. 
 


 

En cualquier otra ocasión Caleb me hubiera dado ánimos y hubiera intentado hacerme reír, pero él más que nadie sabía que ese momento era el menos oportuno. 
Luego todo estaba pasando como si de una película se tratase, viendo pasar todas las escenas sin participar en ellas, puesto que las palabras no salían. Todos se despedían entre sí, al mismo tiempo que dejaban flores junto a su lápida. Por alguna razón, me quedé estático, sin tener ni una pizca de valor para acercarme allí. Sentí en mi hombro derecho la palma de la mano de quien supuse era Caleb, este me dijo algunas palabras de consuelo y se despidió, dejándome asimilar la situación por completo. 
 


 

Durentr algunos minutos me quedé allí, observando su lápida desde algunos metros de distancia. Solté un suspiro cansado y me di vuelta, pues había decidido no estar listo para aceptarlo en ese momento. 
 


 

Mis pisadas quedaban marcadas en el sendero repleto de nieve que llevaba al estacionamiento, huellas que previamente desaparecían gracias a la fría brisa. El tío de Melissa me había prestado su moto porque mi auto estaba destrozado, la mala suerte me persigue desde la cuna. 
 



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En el texto hay: tristeza, amor, murte

Editado: 12.10.2020

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