LA MALDICIÓN DE SORAYA
Siglo XVII, Irlanda del norte.
En la oscuridad de la noche, una figura se movía entre las sombras intentando no ser descubierta mientras buscaba la manera de salir de la gran mansión sin ser vista por nadie.
Era mas de media noche pero por suerte para ella, no había casi nadie en la casa, solo las mas pequeñas a quienes aun no les correspondía participar de las reuniones que se realizaban en esas fechas.
Al fin logro llegar al exterior de la mansión y en cuanto estuvo fuera comenzó a correr pues estaba algo retrasada con el tiempo. Cuando llego, la gran luna estaba esplendida sobre su cabeza.
Lamento haber tenido que engañar a sus hermanas diciéndoles que estaba enferma para no ir a la reunión del aquelarre, pero era necesario.
Esperaba que nadie se enterara de lo que estaba por hacer.
Las leyes del aquelarre impedían la unión entre las brujas y los humanos ordinarios, era simplemente peligroso. Pero él no era un humano cualquiera, él... tenia su corazón.
Después de unos momentos los arbustos se movieron y Soraya giro hacia ese sitio sonriendo al verlo. El era el hombre mas hermoso por dentro y por fuera que había conocido en toda su vida, y la amaba a ella. Era simplemente un sueño del que no quería despertar.
―¡Aquí estas!― le dijo corriendo hacia él para abrazarlo con fuerza― lo siento, llegue tarde, creí que ya te habías ido― dijo después de un momento.
―Descuida, yo también llegue tarde.
―¿Sucedió algo grave?
―No, solo he tenido muchas obligaciones.
Ella sonrió y lo abrazo con fuerza.
―Te extrañaba tanto.
El hombre sonrío a su vez y tomo su mano con afecto después del abrazo.
―Soraya. ¿Cuando cumplirás con tu promesa?
La chica lo miro algo nerviosa mordiendo de manera inconsciente el interior de su mejilla.
―Lo prometiste― le recordó el muchacho.
―Lo se... pero...
―¿No confías en mi?
Acaricio su rostro, acerco sus labios a los de ella lentamente mirándola a los ojos, y la beso con apenas un roce.
La chica su ruborizo.
―Esta noche no hay casi nadie en la mansión― le dijo después de unos momentos― solo las mas pequeñas pero están durmiendo.
―¿Cuantas son?
Soraya medito un momento antes de responder.
―Son 10.
―¿No fueron a la iniciación?
―No, ellas aun no están listas.
―¿Como saliste sin ser vista?
―Hay un corredor secreto... tuve que esperar a que todas se durmieran antes de salir.
―Ya veo...¿Dime preciosa estas dispuesta a huir conmigo después?
―Sabes que si, no quisiera pero entiendo que no aceptaran que estemos juntos y no te quiero perder.
―Descuida, no permitiré que nadie nos separe, estaremos juntos para siempre.
El muchacho le volvió a sonreír, sus ojos color ébano brillaron bajo el brillo de la luna llena, tomo a la chica de nuevo de la mano y camino con ella hacia la espesura del bosque...
*
―¡Esta noche le damos la bienvenida a nuestra hermana Alma, esta noche ella se une a nosotras bajo la protección de nuestra diosa Artemisa, que su gran poder la proteja y le de la luz para ser una digna hija!
La reunión del aquelarre estaba llevándose a cabo en esa noche especial en el que los poderes de todas las brujas aumentaba, con la luna enorme brillando sobre sus cabezas.
Cada una de las antiguas brujas le ofrecía a la iniciada un obsequio y le daba la bienvenida para que desde esa noche perteneciera al aquelarre, teniendo ya el permiso para crear su propio libro de las sombras, cuidando a las jóvenes y aceptando que el poder que tenían estaba conectado con la naturaleza, el universo y las convertía en guardianas del equilibrio entre estas energías.
―Ahora has los votos y se una con todas nosotras― dijo la mayor.
Alma elevo las manos hacia la luna y su cabello fue mecido por la brisa nocturna.
―¡Oh gran diosa Artemisa prometo que desde esta noche me dedicare a proteger al aquelarre, seré digna de ser llamada tu hija, prometo que jamás usare mis dones para el mal y protegeré a nuestro clan incluso dando mi vida, jamás revelare nuestro secreto!― cito la chica vestida de blanco bajando las manos― ¡Desde hoy te entrego mi vida, protegeme oh gran diosa Artemisa hazme digna de los dones que esta noche me otorgaras!
Un rayo de luna ilumino a Alma después de que ella hiciera sus votos y ella se coloco de rodillas, los cánticos de las demás comenzó. Alma estaba en medio de un gran círculo formado por sus hermanas.
La iniciada se puso en pie luego de que los cánticos cesaran y las brujas le lanzaron flores blancas.
―Se pura y digna de nuestra madre Artemisa― dijo la líder concluyendo la ceremonia― ahora eres oficialmente parte del aquelarre.
*
Soraya miro hacia el cielo, vio como un rayo de luz de la diosa caía seguramente sobre Alma, dándole su bendición, sonrío y sintió pesar por haberle fallado a su mejor amiga. Ella debería de haber estado allí dándole la bienvenida, aun así le deseo de corazón todas las bendiciones.
Junto a ella estaba el hombre a quien había escogido para su vida, quien a pesar de ser humano había logrado demostrarle que podía confiar en el y que la acepto tal cual era sin atemorizarse por ser una bruja. Había roto uno de los mandamientos al estar con él pero estaba segura que la diosa Artemisa la perdonaría pues bendecía el amor verdadero.
Estaban cerca de la mansión. Después de mostrarle su hogar por el cual él, sentía gran curiosidad, huirían ambos para poder vivir su amor sin ataduras.
Cuando estuvieron frente a la gran mansión, Soraya sintió un gran peso sobre el pecho, pues ese era el único hogar que conocía desde que tenía uso de razón. Sus hermanas eran la familia que siempre tuvo y a quienes jamás volvería a ver, pero estaba enamorada y deseaba estar con el hombre que escogió.
―Esta es la mansión donde vivimos todas.
―Quien iba a decirlo, esta tan metida en el bosque que jamás la hubiese encontrado de querer hacerlo.