The Silence

Parte única

No recordaba la última vez que había dormido largo y tendido, sin interrupciones de ningún tipo. Desde hace más de cinco meses que vivía en este conjunto residencial, y por desgracias le había tocado de vecino al ser más escandaloso que puede existir sobre la tierra: un adolescente independizado.

De no ser porque no encontraba otro lugar la que mudarse, ya se hubiese largado. Detestaba el ruido alto, le provocaba migraña, náuseas y ganas de vomitar. Y para colmo, su querido vecino de diecinueve años tenía la costumbre de poner música con alto volumen toda la noche, no sabía cómo hacia el resto de vecinos para dormir con semejante escándalo.

Lo peor era los fines de semana. Cuando la delicada criatura hija de su madre, armaba los parrandones con sus amigos. Empezaban con música como de costumbre a alto volumen, pero a partir de las 11 de la noche lo aumentaban y agregaban coros o gritos de emoción. Y así hasta las 4 o 5 de la mañana del día siguiente. Mi pregunta es… ¿Quién en su sano juicio no llama a la policía cuando pasa algo así? ¿Por qué demonios el dueño de esta vaina no dice nada al respecto? ¿Por qué carajos nadie dice nada, y los dejan hacer semejante escandalo? ¿acaso no duermen o qué? ¡Y si logran hacerlo, por lo menos que tengan la delicadeza de decirme como, porque la falta de sueño con la que vivo me tiene con permanente mal humor, maldita sea!

Ese día, estaba saliendo de mi departamento para ir al centro comercial a comprar unos víveres: pan, leche, huevos, algo de harina y pasta.

—Buenos días, vecina —saludó el adolescente más escandaloso de su generación—, ¿durmió bien en la noche?

Esperaba que por todos los santos eso haya sido sarcasmo, porque fue todo lo contario, su fiestecita fue desde las siete de la noche hasta las seis de la mañana. Literalmente no he dormido absolutamente nada.

—Claro, divinamente —contesté con ironía—, ¿disfrutaron de su silenciosa fiesta nocturna?

—Por supuesto —dijo en tono burlón—, si quiere para la próxima la invitamos.

Me guiñó un ojo y entró a su cuchitril de apartamento. Estaba tan enojada por el descaro del escuincle ese, que tuve que morderme la lengua para evitar gritarle a su puerta toda la retahíla de groserías que era capaz de recordar e inventar.

—Jessy, cariño ¿cómo estás?

Escuchaba los murmullos claramente provenientes de dentro del ese departamento, no pude evitar quedarme escuchando, tal vez así logre evitar quedarme para otra de sus parrandas, porque en serio necesitaba urgentemente dormir o moriré.

—¿Paso por ti a las tres?... Por supuesto que sí… Será la mejor semana de la vida… ¿Dormir? ¿Qué es eso? Jajajajaj…

«¿Una semana entera? No, esto sí que no lo tolerare. Estos chicos me van a matar…», pensé desesperada. Me acerque a la puerta dispuesta a discutir la situación que cada vez me tenía más harta, pero escuche algo que me detuvo.

—Son como dos horas de viaje, si nos vamos como a las cuatro llegaremos a la casa de Steve como a las seis de la tarde si no hay trancón… Estas serán las mejores vacaciones de nuestras vidas… No, ¿cómo crees? Ellos no dicen nada porque nos quedemos allá por una semana… que no, es más es todo lo contrario, están felices por recibirnos.

«¿Una semana? ¿Se van por una semana?», pensé.

En ese momento fui la mujer más feliz del mundo, podría dormir en paz toda la semana sin escándalos, sin interrupciones a media noche y sin tener que soportar el escándalo de los engendros de mis vecinos. Antes de que se diera cuenta, salí fuera del conjunto para tomar un taxi. Llegue al centro comercial, compre lo que necesitaba más uno que otro pasabocas que se me antojó, y algo de ramen, solo para celebrar con una buena cena esta noche en caso de que mis deseos en realidad se estén cumpliendo.

Al regresar ya eran las dos y media de la tarde, y estacionado en el andén en frente del conjunto estaba el auto color beige de mi molesto vecino, subiendo al maletero montones de cachivaches y maletas. «Es cierto», pensé llena de emoción, con esperanzas renovadas.

—Hola, vecina, ¿ya trajo sus guarniciones para su fiesta privada por nuestro viaje? —dijo con ironía.

—Claro, aunque será algo sencillo, cuando de verdad se muden de por vida si haré un parrandón bien grande, tanto que el dicho de «tirar la casa por la ventana» me quedara chiquito.

—Siga soñando, veci —dijo entre sonoras carcajadas.

El me detesta, yo lo detesto, el amor es mutuo y lo decimos abiertamente, solo porque soy la única que se atreve a decirle sus cosas en la cara al niñito presumido.

Entré sonriendo de oreja a oreja por mi bien merecido descanso de una semana, arreglé y ordené todas las cosas que acababa de comprar y puse un poco de música relajante para darme una ducha. Sé que me he estado quejando por ese tema, pero la diferencia que hay cuando la pone él y cuando la pongo yo es descomunal. Él solo escucha metal y rock mientras yo escucho pop y algo de clásico, además del volumen, aun no sé cómo no se han quedado sordos los desgraciados.

En fin, salí de la ducha renovada, con ánimos de todo. Preparé la cena ya entradas las 4 de la tarde y hace poco se había largado el mocoso detestable. Estaba tan feliz, que era capaz de saltar en una pierna, pero no, mejor no. Preparé ramen con pollo, más tarde me serví un poco de vino y leí un buen libro. Siendo las 5 de la tarde se va la luz, al parecer un apagón general. Pero no hay problema, las noches en esta época del año eran bastante frescas, casi frías, y tampoco estaba en temporada de lluvia por lo que no teníamos problema con los insectos.



#495 en Thriller
#186 en Suspenso
#1821 en Otros
#412 en Relatos cortos

En el texto hay: paranormal suspenso, espíritus terror

Editado: 30.04.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.