Ese día estaba sentado en mi mecedora cuando a lo lejos escuché un breve y delicado sonido que era muy difícil de diferenciar del viento, sonaban como susurros que al principio no pude entender. La primera vez que lo escuché o cuando me percaté de el, pensé que había sido el viento haciéndome una jugarreta en el oído, pero el sonido, los susurros fueron haciéndose cada vez más recurrentes a medida que pasaban los días. Había días en los que no escuchaba nada, hasta que de repente al próximo día sonaban algo más claros... O cerca. No podía comprenderlos así que los ignoraba, de igual forma seguía pensando que eran ilusiones auditivas producidas por el viento, pensé que era algo normal, cuan grave fue mi error al darme cuenta de que no era así.
Una noche algo hastiado por los extraños sonidos que parecían susurros decidí quedarme un rato observando los sonidos, me concentré tanto en escuchar que me quedé estático en mi silla tratando al máximo de escuchar que era lo que me decían los susurros o el viento, no pude comprender nada así que cansado y un poco molesto decidí entrar a la cabaña a dormir
La siguiente noche se repitieron los sonidos, esta vez si eran más fuertes, se notaba la diferencia con los días anteriores, ahora eran susurros, no cabía duda, eran susurros, me puse algo nervioso así que decidí entrar a la cabaña a dormir solo para pasar esa noche.
En la mañana siguiente me desperté, me bañé, desayuné, lavé mis dientes y salí a dar una vuelta por el lugar con algo de temor, pero tenía curiosidad, quería ver si había algo que producía tan extraños sonidos. Cabe acotar que la noche anterior había cazado un ciervo así que tenía suficiente comida para unos días y por ello no me preocupé por la comida, sin hablar del agua que tenía suficiente, había hecho una buena compra y había traído varios canecos de la ciudad en mi último viaje allá, así que no tenía mucho de qué preocuparme y solo salí a dar una vuelta por los alrededores para ver con qué me topaba, cuando me topé con unas pisadas en el bosque, pisadas cercanas a los alrededores de mi cabaña, eran unas huellas extrañas, eran algo parecidas a las de una rana pero con cuatro enormes y gruesos dedos que daban por sentado que no era ninguna clase de anfibio, me quedé un momento ahí examinándolas, eran demasiado extrañas, no se acercaban a ningún animal que hubiese visto por el bosque, pero traté de no darle importancia y pensar que talvez era un extraño animal que no conocía así que no traté de darle mucha importancia y solo me fui a mi cabaña, tenía otras cosas en las que pensar, estaba un poco estresado, la última vez que había visitado a mis padres había sido hace mucho tiempo, tenía bastantes problemas con ellos, no estaban de acuerdo con mi estilo de vida, querían que fuera abogado o algo por el estilo, pero a mí no me gustaba la vida en la ciudad, prefería estar en el bosque rodeado de la naturaleza y vivir de la caza que era algo que realmente me gustaba. Estaba pensando en ir a visitarlos o comunicarme con ellos cuando volviera a ir a la ciudad, pero tenía algo de nervios así que no era un plan en concreto.
Al caer la noche, como era de costumbre me quedé en la terraza a tomar el aire y leer un libro. El insomnio se hizo presente y me quedé hasta la 1 de la madrugada leyendo mi libro favorito, cuando de nuevo escuché esos susurros extraños, esta vez se escuchaban más cerca, aunque aún no podía entenderlos traté de prestar más atención, hasta que agudizando mi oído me quedé petrificado, la sangre se me heló y mi corazón casi se para al comprender las palabras, lo que al principio no comprendía y me parecían susurros sin sentido, ahora eran una palabra clara: "Aquí".