A la mañana siguiente me desperté con un fuerte dolor de cabeza por las pocas horas que dormí y con un hambre que sin exagerar podría comer todo un restaurante completo, probablemente no, pero bueno, se entiende.
Con gran dificultad me levanté de mi preciosa y adorada cama ¿Por qué tenía que dejarla justo en el momento que estaba más cómoda?
- Te extrañaré, bebé - En un susurro le dije a mi muy cómoda cama.
Revisé con el interruptor de la sala a ver si había regresado la luz y gracias a mi señor Jesucristo, había regresado. Bueno, al fin una buena noticia.
Con el ceño fruncido y con un obvio mal humor caminé hasta la cocina, tenía hambre y yo no era la mejor cocinera, con decir que hasta el agua se me quema, ya se sabe que no soy la mejor en esto del arte culinario, pero vamos, hago unos deliciosos sandwiches de jamón y queso, y eso es justo lo que iba a hacer.
Con aburrimiento preparé dos platos, uno para mí y otro para mi invitado, no tan invitado. Mientras lo preparaba me puse a pensar en él ¿Cómo habrá dormido? ¿Descansó? ¿Siquiera pudo haber conciliado el sueño? Esas y muchas más preguntas estaba comenzando a maquinar mi cabeza.
Resignada, seguí armando los sandwiches, no podía hacer mucho más que eso, aunque bueno, no era por presumir, pero mi único arte culinario también era el mejor de los alrededores, sin contar que no tengo vecinos. Pero bueno, tampoco podemos hacer mucho con eso, así que decidí autoproclamarme la mejor haciendo sandwiches, claro que sí.
Cuando ya tuve a mi mejor arte listo, decidí salir, con plato en mano fui hacia la cochera y ahí estaba, un auto superlujoso, tal vez último modelo y nuevo, nada comparado con mi vieja y oxidada camioneta ¿Será esta una señal de que tengo que cambiar de auto?
Con el ceño aún más fruncido caminé al mega auto, levanté mi mano derecha, que era la que tenía desocupada y toqué con mis nudillos la ventana. No podía ver nada hacia adentro, ya que las ventanas estaban blindadas, otro lujo más que no era capaz de darme con mi vieja camioneta.
No tuve que esperar mucho, porque la puerta se abrió y de ahí salió Ethan, pero Dios mío ¿Qué castigo estaba pagando yo, señor? Del auto salió el chico, con el cabello despeinado, ojos hinchados por el sueño, pero eso no le quitaba el atractivo a sus hermosos color miel, noté también que tenía tatuajes a lo largo de sus brazos y pecho ¿Cómo lo supe? Bueno, mi invitado desconocido, no llevaba camiseta y dejaba ver su muy tonificado pecho. Mi Dios.
- Buenos días - susurró en una calmada voz, su tono rasposo por haber recién despertado le daba otro toque.
Juro por Dios, que quiero ser una buena chica, pero las situaciones que me da la vida, no ayudan en nada. Pensé muriendo por dentro.
- H-hola - susurré, como pude, no quería dañar el ambiente que se había creado en el lugar. Obvio que no.
- Buenos días, Julieta - él repitió con una sonrisa arrogante.
El muy desgraciado sabía lo que hacía, sabía que era guapo y que me había quedado encantada. Uno así para llevar, por favor y gracias.
Bajé mi mirada hasta mis zapatos para esconder mi sonrojo y vi el plato en mis manos. Cierto, tenía que darle ese delicioso manjar a ese otro y delicioso manjar.
Por Dios. Julieta, cálmate, no eres una adolescente con las hormonas alborotadas.
Con un carraspeo levanté un poco la mirada y vi otra vez el rostro de Ethan, seguía con su mirada y sonrisa arrogante, pero esta vez decidí no prestarle atención.
- Traje esto para ti, mis dotes culinarios no son muchos, pero es trabajo honesto. - le sonreí mientras le entregaba el sándwich.
Él me miró impresionado antes de tomar mi maravilla con ambas manos y darme una sonrisa de agradecimiento.
- No tenías que hacerlo, pero gracias. De verdad estaba hambriento, te voy a pagar todo lo que estás haciendo por mí. - me dio otra sonrisa y le dio una mordida al sandwich.
Expectante esperé a que me dijera algo, tal vez debí preguntarle si era alérgico a algo antes de prepararlo ¿Y si moría por una intoxicación? Mierda, iba a ser mi culpa.
Señor Jesús, si este ser humano muere por mi culpa, espero y entiendas que no lo hice con mala intención, yo solo quería alimentar a un alma hambrienta. Amén.
Ethan pareció notar mi inquietud cuando alzó la mirada luego de dar el mordisco, él seguía masticando mientras yo seguía removiéndome incómodamente en mi lugar. Parecía divertirse con mi sufrimiento, porque con una sonrisa divertida seguía dándole mordiscos al sandwich.
Maldito. Pensé.
- Está delicioso, gracias. - dijo cuando finalmente terminó el maldito y endemoniado sandwich.
Olvídense de mis dotes culinarios, ya no existían ¿Dotes culinarios? ¿Qué es eso? Nunca había escuchado sobre eso. ¿Qué es cocinar? Yo solo conozco el domicilio que tarda dos horas en llegar a mi rancho.
- No mientas - le dije con un puchero involuntario.
- No miento - negó mientras se levantaba y caminaba hacia la casa mientras yo solo seguía - de verdad estaba delicioso, te voy a contratar como mi chef personal de sándwiches - se dio la vuelta mientras me guiñaba un ojo.
Mis mejillas se pusieron coloradas al instante y no tenía idea el porqué, bueno sí, el desconocido era un chico guapo, más que guapo, era divino y él lo sabía. El muy maldito.
Ethan fue directo a la cocina a lavar su plato mientras yo me sentaba en la isla de la cocina para degustar mi comida. Le di el primer mordisco cuando escuché al desconocido hablar.
- Estaba pensando, si no es mucha molestia para ti, obvio - asentí haciéndole saber que tenía mi atención - podríamos llamar temprano al mecánico y así arreglar mi coche rápido, no tendría que pasar mucho más tiempo molestándote.
- En realidad, no me molestas - me encogí de hombros mientras le daba otro mordisco a mi comida - ¿No deberías llamar a tus abuelos? Digo, si mi nieto me dijera que iba a llegar en la noche y no lo hace, yo estaría muerta de preocupación.