Al final sí tuve mi helado. De chocolate, obvio.
Afortunadamente, el mecánico llegó temprano esa mañana y pudimos salir temprano de casa luego de que el problema con el auto de Ethan fuera arreglado, el muy tonto no sabía que los autos debían tener un cambio de aceite regularmente.
Se vio muy avergonzado cuando Rodrigo le comentó el problema con su auto mientras reía ¿Por qué le daban autos tan bonitos a personas tan tontas? Ellos no los merecen, yo sí.
Al final, luego de que el auto encendiera y Ethan nos agradeciera a ambos por más de media hora, mi querido y muy bienvenido invitado, no tan invitado, como manera de agradecimiento me llevó a comer el ya mencionado helado. Gracias, Ethan. Te amo.
Las calles del muy pequeño pueblo estaban llenas de alegría y no era por nada, la Navidad estaba cerca y se notaba, las casas llenas de decoraciones alegres aludiendo a la celebración, los niños emocionados porque Santa Claus les iba a dar sus regalos, el aire olía a galletas recién horneadas, también se sentía ese frío invernal que se siente cálido cuando las luces navideñas iluminan cada rincón y los padres haciendo compras de último minuto a la espera de que el tiempo les alcance.
Sí, definitivamente iba a ser yo en una semana más. El sentir la adrenalina de las compras de último minuto siempre llamó mi atención, no tenía idea si también es una tradición del individuo a mi lado, o solo era yo la rara.
- Amo las compras de último minuto - dijo Ethan, como si hubiera leído mis pensamientos, lo cual, debía admitir que es jodidamente raro.
Hasta un escalofrío recorrió columna.
Lo miré de reojo, buscando alguna señal de que está bromeando, pero su expresión es perfectamente neutral, como si no acabara de asustarme. Perfecto, pensé. Además de no saber cambiar el aceite, ahora resulta que es un lector de mentes.
- Me das miedo - dije sin detenerme a pensar en lo que dije.
Cuando sentí que frenó de repente el auto y yo fui hacia adelante, me asusté aún más ¿Qué le pasa a este desquiciado? Lo miré mal mientras sobaba mi brazo que se había lastimado un poco con el cinturón de seguridad.
- ¿Qué te pasa? - le exigí saber.
- Creí que ya habíamos pasado la fase en donde me tenías miedo porque era un desconocido ¡Hasta me preparaste un sandwich! - medio gritó exagerando esto último.
- Oye, tranquilo - repetí algo que escuché en TikTok - no lo dije de manera literal, no estuviera contigo ahora mismo, si de verdad te tuviera miedo, apúrate y llévame por ese helado, siento que he estado en este auto por, literalmente, horas - dramaticé mientras crucé mis brazos y me eché hacia atrás en la silla del auto con un puchero claro.
Puede que estuviera siendo un poco dramática, pero ¡Quiero mi helado!
El camino era largo y polvoriento, rodeado de árboles altos que parecían burlarse de lo remoto que estaba mi casa. Pero al menos el cielo estaba despejado, con un azul tan perfecto que casi te hacía olvidar lo difícil que era llegar a cualquier lado desde aquí. Aunque ahora estaba un poco blanco por la nieve y también mojado por la constante lluvia de anoche.
- Solo llevamos diez minutos aquí y es porque repito una vez echándote esto en cara, pero cariño, vives literalmente en medio de la nada - jugó una vez más con mi paciencia, mientras mencionó otra vez mi inexistente habilidad social.
Abrí mi boca con sorpresa y de manera exagerada ¿De verdad quería jugar con eso? Este niño malagradecido, esta juventud de hoy en día, nunca son agradecidos.
- Te hubiera dejado afuera de mi casa, en medio de la noche y bajo el agua. Esta juventud lo único que hace es quejarse - me quejé por lo bajo.
Irónico.
- Sabes que no estaba tratando de decir eso - trató de medio justificarse, pero solo fue peor - además, siempre mencionas que eres mayor que yo, eso me tiene intrigado, ayer me hiciste un montón de preguntas sobre mi identidad, pero yo no sé absolutamente nada sobre ti, eso no es justo.
Lo pienso un poco y es cierto, el chico tiene razón, él no sabía nada de mí, solo que me llamaba Julieta y que vivía en el medio de la nada por voluntad propia.
- ¿Qué quieres saber? - pregunté interesada.
- No sé, lo que quieras contarme está bien. Edad, pasatiempo favorito, cómo terminaste viviendo sola. Cosas básicas.
Estuve a punto de abrir mi boca cuando el GPS anuncia que habíamos llegado a la heladería. ¡Al fin!
Juntos bajamos del auto y yo prácticamente corrí, mientras que Ethan caminaba tranquilamente detrás de mí.
- Con cuidado, Julieta, puedes caer.- dijo Ethan con precaución, yo rodé mis ojos al escucharlo.
Anciano. Pensé en mis adentros, pero no lo dije.
Sin hacerle caso seguí corriendo, cuando de repente La puerta se abrió de golpe, y antes de que pudiera reaccionar, sentí cómo la mano de Ethan me jalaba con fuerza, su brazo firme deteniendo el impacto. Mi corazón dio un salto—y no solo por el susto. Él se quedó mirándome con una mezcla de preocupación y diversión, mientras yo intentaba recuperar la compostura. Te amo.
- Te dije que deber tener cuidado, Julieta - dijo mientras me ayudaba a estabilizarme y una vez más estaba la corriente que recorrió mi cuerpo.
- Lo siento - murmuré mientras me recuperaba mentalmente, Ethan parecía estar tranquilo.
Cuando finalmente decidimos entrar a la heladería se sintió como un abrazo al alma. El aire helado se colaba entre las rendijas de la puerta, pero el interior estaba iluminado por luces cálidas y decoraciones navideñas que invitaban a quedarse. El aroma dulce del chocolate caliente y las galletas recién horneadas envolvía el lugar dando el toque de un lugar cálido.
Fuimos juntos al mostrador a pedir nuestros helados y me ofendí mucho al escuchar el pedido de Ethan. Jodido. Helado. De Ron. Con. Jodidas. Pasas. Okay, toda oportunidad que tenía de conocerme se fue al caño, se acabó, no más Julian, se acabó nuestra inexistente relación. Adiós.