El sol de la tarde bañaba los jardines con una luz dorada y suave, proyectando sombras alargadas sobre el césped perfectamente cuidado. Una brisa templada danzaba entre los árboles, haciendo que las hojas susurraran historias silenciosas mientras el aroma de las flores en plena floración flotaba en el aire, impregnándolo con una fragancia dulce y serena.
Bajo un elegante pabellón de madera tallada, cubierto por una enredadera de glicinas en plena floración, una mujer de cabellos blancos como la nieve se encontraba sentada, sosteniendo una delicada taza de porcelana entre sus manos. Sus ojos, de un azul profundo y cristalino, reflejaban la calma del cielo despejado sobre su cabeza.
Cada uno de sus movimientos era preciso y elegante, como si cada gesto formara parte de una coreografía ensayada hasta la perfección. Llevó la taza a sus labios con un leve suspiro de satisfacción antes de dar un pequeño sorbo.
A su alrededor, el jardín parecía un oasis de tranquilidad, un rincón apartado del tiempo y el mundo exterior. Los senderos de piedra se entrelazaban entre parterres de lirios blancos y cerezos en flor, cuyas ramas se mecían con la brisa, soltando algunos pétalos que flotaban como copos de nieve antes de posarse suavemente sobre la mesa de té.
El sonido del agua corriendo desde una fuente cercana acompañaba el ambiente, mezclándose con el canto melodioso de los pájaros que revoloteaban entre los árboles. Todo en aquel lugar emanaba una armonía pura, como si fuera un refugio creado únicamente para conservar la belleza en su forma más pura.
La mujer dejó la taza sobre el platillo con un sonido apenas audible y apoyó una mano en su mejilla, observando el paisaje con una expresión serena.
...
De repente, el sonido de pasos suaves sobre los senderos de piedra rompió la quietud del jardín. La mujer de cabellos blancos no apartó la mirada de su taza, aunque sus delicadas cejas se arquearon con leve curiosidad.
A través del arco de glicinas, dos figuras se acercaban. Uno de ellos era un hombre de mediana edad, vestido con la sencilla pero impecable vestimenta de un sirviente de la corte. Su postura era recta, pero sus gestos estaban cargados de la rigidez de alguien que sabía que debía elegir cada palabra con cuidado.
A su lado, caminaba un hombre que contrastaba completamente con la refinada estética del jardín.
Era de estatura media, 170 centímetros aproximadamente, con una presencia intimidante pero a la vez tranquila. Sus músculos esculpidos y su postura firme lo hacían destacar de inmediato, pero lo que más llamaba la atención era su expresión... o la falta de ella.
Sus ojos, parecían carentes de emoción, observaban el mundo con una indiferencia absoluta. Su piel tenía marcas sutiles de batallas pasadas, pero ni una sola cicatriz parecía haber dejado en él algo más que recuerdos físicos. Su cabello, oscuro y ligeramente desordenado, le daba un aire aún más distante.
No había arrogancia en su presencia. No había agresividad.
Solo vacío...
El sirviente se detuvo a unos metros de la mesa de té y realizó una reverencia impecable.
-"Su alteza, le presento a su nuevo guardaespaldas."-
La mujer parpadeó lentamente, sus ojos azules recorriendo al recién llegado con un escrutinio silencioso.
-"¿Ah, sí?"- murmuró, llevando su taza a los labios una vez más, sin demostrar mayor interés en el asunto.-"¿Y cómo se llama?"-
El sirviente se enderezó y miró de reojo al hombre a su lado, esperando que respondiera por sí mismo.
Pero el nuevo guardaespaldas solo la miró fijamente, como si su pregunta no tuviera sentido.
El silencio se alargó lo suficiente como para volverse incómodo.
Finalmente, él habló con una voz profunda y carente de inflexión.
-"Nihil..."-
El nombre flotó en el aire, corto y preciso, sin ninguna emoción añadida.
La mujer dejó la taza en el platillo con un sonido delicado.
-"Qué nombre tan curioso..."-comentó con una leve sonrisa, aunque sus ojos estudiaban cada detalle de su nuevo protector.-"¿De dónde eres, Nihil?"-
-"No lo sé..."-
El sirviente pareció tensarse ante la respuesta seca, pero la mujer solo rió suavemente, como si acabara de escuchar una broma privada.
-"Vaya..."-
Nihil no respondió.
El sirviente, incómodo con la falta de interacción, dio un paso adelante y aclaró la garganta.
-"Su alteza, Nihil ha sido seleccionado personalmente por su excelencia para garantizar su seguridad. Se dice que su fuerza está más allá de lo común y que ha enfrentado cosas que pocos hombres podrían siquiera imaginar. El pertenecía al cuerpo anti infernales de la capital."-
La mujer apoyó el mentón en su mano, con una expresión de ligero interés.
-"¿Es eso cierto, Nihil?"-
-"Aja..."-
Su tono no era arrogante ni humilde. Simplemente… no le importaba la respuesta.
La mujer inclinó la cabeza levemente, observándolo con una mezcla de curiosidad y diversión.
-"No hablas mucho, ¿verdad?"-
-"No."-
La sonrisa en su rostro se ensanchó levemente.
-"Interesante."-
El sirviente carraspeó de nuevo, sin saber cómo continuar la conversación.
-"S-su alteza Elyssa, si me disculpa, debo atender otros asuntos. Dejaré a Nihil bajo su cuidado."-
-"Por supuesto"- respondió ella con tranquilidad, haciendo un gesto con la mano.
El sirviente se inclinó y se retiró rápidamente, dejando a Nihil y a la mujer que se hacía llamar 'Elyssa' en un silencio que solo era interrumpido por el susurro del viento y el canto de los pájaros.
Ella no pareció apresurarse en llenar el vacío. Simplemente lo observó durante un largo momento, disfrutando del juego de luces que el sol proyectaba en las hebras oscuras de su cabello.
Finalmente, rompió el silencio.
-"¿Tomas té?"-
-"No."-
-"Oh, qué lástima."-
Nihil no dijo nada.
Elyssa, sin molestarse en insistir, tomó su taza con elegancia y bebió otro sorbo.
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Editado: 11.08.2025