Su perdida le afecto bastante, estaba muy débil e inestable emocionalmente, no entendían su duelo y solo lo juzgaban.
Desde que su pequeño había fallecido de una manera atroz, él había pausado su vida.
Estaba solo pues a sus familiares y cercanos no le había afecto en lo absoluto su partida, sin embargo, a él que lo había criado desde que era un cachorro, o con el que había compartido varias noches en vela porque no dejaba de sobre pensar o no hacía algo en contra a su insomnio y ambos permanecían a lado de la ventana admirando el amanecer, le afectaba en demasía ya no tenerlo, sus deseos y sentimientos eran egoístas, pero la ira que emanaba de los recuerdos de esa tarde le hacían pensar que no era el momento para que su cachorro partiera.
La vida le arrebato de manera agresiva a su único amigo esta tarde lluviosa cuando observo como llegaban a cortarlo en pequeños pedazos quitándole extremidad por extremidad para ponerlo en una bolsa como un simple objeto del cual se ponían librar fácilmente cual simple juguete.
Desde esa tarde solo escuchaba sus ladridos y sus chillidos que emitió al ser descuartizado y desechado así sin más, no podía creer que hubiera personas capaces de hacer esa atrocidad, se negaba a hacerlo.
Las noches que pasaron juntos mientras observaban el atardecer abrazados, los días de picnic donde salían al parque después de una ajetreada semana y corrían hasta drenar toda la energía contenida, aquellos días lluviosos donde salían a mojarse para disfrutar de la vida en todo su esplendor y para que la lluvia se llevara todos sus problemas, o esos días donde simplemente ambos estaban agotados y se daban amor mutuamente haciéndose compañía el uno al otro.
Esos días solo se quedaban como recuerdos, recuerdos dolorosos los cuales, a pesar de hacerle sonreír ante la memoria de su cachorro, le hacía recordar que ahora se encontraba solo.