Sentí el frío de la noche al instante.
Algo me cubre todo el cuerpo, lo siento en el rostro. Es una manta.
El dolor viene en cuanto me doy cuenta de que estoy tirada en el suelo. Siento hojas crujir debajo de mi con cada movimiento que hago. Muevo mis manos primero para apartar la manta, pero no puedo quitarla de encima de mí. Quizás mi propio peso no me deje hacerlo.
El crujido de hojas que son lejanas me alertan.
Hay alguien más.
No me queda otra cosa más que gritar para que me escuche la persona y me ayude a salir de toda esta manta que me tiene envuelta.
No puedo moverme.
Cuando respiro duele mi cabeza como si me estuvieran dando un martillazo. Grito de nuevo, esta vez por el dolor insoportable. Y como si fuera poco cuando intento moverme de nuevo me comienzan a doler las piernas y a la vez siento como estas se me comienzan a dormir.
Grito de nuevo. Esta vez me siento desesperada, con un nudo en el estómago que no me deja estar quieta. Algo malo me ha ocurrido y hasta ahora estoy pagando las consecuencias de algunos golpes que no sé si me los he hecho yo.
Una ola de frío me recorre cuando escucho más cerca las pisadas. Parecen ser varias personas.
Un grito se me escapa cuando intento moverme de nuevo. Esto ya no solo duele, sino que arde también Esto es como una tortura, como si yo hubiera hecho algo malo y ahora estuviera pagando por eso. Si pudiera estar muerta, desearía estarlo justo ahora.
Casi no puedo respirar. Me atraganto con mi propia saliva y me sofoca el contacto de la manta pegada a mi cara. De seguro que no tardó en morir. ¿Es bueno o malo? No lo sé.
No sé mucho de mí ahora que pienso en mi vida, si viviré o no.
En realidad, no sé nada. No sé donde vivo, no sé si tengo familia o no. No sé si he hecho algo malo para merecer este dolor que cada vez me consume más.
Lo único que recuerdo es algo vago. Fue una sensación de como ser arrastrada por el suelo mientras susurros muy confusos me hablaban al oído.