– “Corre, corre” -era lo único que su mente pensaba cuando sintió que algo la observaba desde la lejanía.
Era una fría noche de septiembre y Alice estaba volviendo de visitar a su tía que estaba enferma, le llevaba tortas y cosas dulces para merendar, luego viendo que oscurecía muy rápido decidió irse a su hogar.
Ya desde unas calles recorridas desde la casa de su tía a la suya tenía un mal presentimiento, aunque ella no le prestaba mucha atención
– “Debe ser la situación” –decía para tranquilizarse a sí misma
Estaba más cerca de su destino, pero cada paso se le hacía más lento y cansador. Sentía mareos lo único que quería era llegar a su casa, saludar a su familia, cenar con ellos y dormir en su cómoda cama recientemente comprada, había trabajado tanto para conseguirla.
Por un breve momento olvido su preocupación inundándose en otros pensamientos y cuando menos se lo esperaba ya estaba en su casa. Alegre con que no haya pasado nada malo con ella ingreso en su hogar, un lugar amplio aunque a ella le parecía demasiado, su padre no ganaba lo suficiente y siempre llegaban a fin de mes muy justos de dinero. La casa era perfecta para una familia de cuatro, ventanas grandes, un gran lobby que a un costado del fondo a la derecha tenía unas amplias escaleras que llevaban a los cuartos de arriba que eran donde descansaba Alice. El patio era demasiado grande y costaba mantenerlo, y de noche se ponía algo tenebroso.
Saludo a su madre felizmente con un abrazo y paso directamente al baño para lavarse sus manos, siempre las tenía transpiradas y más aún cuando pasaba por una “crisis” como ella las llamaba, luego bajo al comedor que estaba al lado de la cocina donde pudo ver a su hermano menor ayudándole a su mama para preparar la cena
–Deprisa David, pon esos platos en la mesa, ya es la hora de comer –decía la mama de Alice que se llamaba Rose.
Rose era una señora muy alta, con un rostro simpático y un cabello largo de color azabache que lo mantenía bien cuidado. Tenía un carácter estricto pero era buena madre, dulce y siempre dispuesta para sus hijos
–Ya voy mama, lo hago lo más rápido que puedo –contestó David
David, el hermano adoptivo de Alice, no era más que un niño travieso que le gustaba molestar a los demás, con su cabellera rubia y ojos color café intensos, que cautivaban a todos los que lo veían.
Alice observaba como este dúo hacia su trabajo mientras pensaba en lo que le había sucedido mientras regresaba de la casa de su tía, le parecía extraño aunque estas situaciones le pasaban a menudo. Solo que esta vez le pareció que sucedería algo de verdad
Miro por la ventana y justo alzo su mirada para lograr ver la luna, redonda y brillante. Mientras la contemplaba se iba perdiendo más y más cuando de repente David la interrumpió
–Ya está la cena, ven a comer ahora o se enfriara
–Gracias –contesto con una voz casi inaudible
– ¿Cómo dices? Apenas logro oírte, ya te dije que hables más fuerte, siempre estas distraída en otras cosas
–No me molestes ahora David, no tuve un buen día
– ¿Paso algo con la tía?
–No solo… cosas que me ocurren, no te interesan
–Bueno, ahora deja de pensar en todo y piensa en comer, te espero
A David le molestaba un poco la forma de ser de Alice, porque siempre era tímida, callada y se dejaba tratar mal con los demás, no tenía muchos amigos, y los pocos que tenía no eran muy cercanos.
Le gustaba la música, tanto que decía que se dedicaría a eso en un futuro, tocaba varios instrumentos pero su favorito era el piano. Un verano aprendió a tocar ella sola canciones de sus artistas favoritos, tenía mucho talento, cosa rara ya que en su familia nadie era músico
Era una chica delgada, con ojos claros color celeste, su pelo era pelirrojo, no tan largo como el de su madre, pero era largo también. Su expresión facial no variaba mucho, y hasta parecía repetitiva, se notaba que era una chica que no tenía mucha autoestima. Aunque su familia la hacía feliz, su familia lo era todo para ella, siempre atentos a sus necesidades. La querían por ser su una hija de sangre, la única que habían podido tener. David fue adoptado luego de Rose no pudiera tener más hijos gracias a un problema en el útero, estaba buscando hogar y ellos un hijo varón sí que fue bueno para todos
Alice se dirigió a la mesa, aun perturbada por lo ocurrido. Ya estaban los demás reunidos. Rose había preparado una rica pasta con salsa de pollo bien caliente, ideal para el frio que hacía en esa noche, comían tranquilamente sin decir nada, parecía que la madre estaba algo preocupada, Alice no paraba de comer y David estaba en su mundo cuando se le ocurrió algo para romper el hielo
– ¿Cuándo llegara papa? –pregunto esperando una respuesta inmediata y sencilla
–Ya debe estar llegando, ese hombre no para de trabajar nunca, ojala fueras trabajador como el David – dijo Rose para seguirle la corriente de romper el hielo, pero en su cara se veía una expresión de preocupación, algo no andaba bien en ella– ¿Cómo te fue con la tía, Alice?
–Bien, hicimos comimos la merienda con las cosas que lleve yo y además horneamos una rica torta también, estaba muy sola ella, notaba cierta tristeza en el ambiente
–Es normal, esta así por la muerte de tu tío, hay que darle tiempo y volverá a ser la mujer que era antes –contesto Rose todavía con algo de intranquilidad en su voz –Terminaron, ¿verdad? Lleven los platos a la cocina para que los lave más tarde, y acuéstense temprano que mañana tienen clases
Rose se levantó y rápidamente se fue a su habitación a buscar su celular para llamar a su marido Jack.
Jack no paraba de trabajar, era su lema. Tenía un favoritismo absoluto hacia Alice. Era de ese tipo de padre que nunca ves en casa pero sabes que está ahí para consolarte. Su pelo castaño bien corto y sus ojos claros, que luego fueron a parar también en Alice, le hacían ver como un hombre imponente, de negocios, pero a pesar de eso ganaba poco, pero nunca se dio por vencido, vivía trabajando. Vivía para trabajar más que trabajar para vivir, pero nunca había llegado tarde una noche, y eso era inusual, de ahí la preocupación de Rose.