The Unicorn and the Dragon.

Uno.

Hace mucho tiempo atrás, siglos diría yo, existía un unicornio; un hermoso animal el cual se diferenciaba de los otros de su especie por tener consigo una larga crin y cola rosadas las cuales volaban de forma casi majestuosa cuando este corría por las coloridas praderas de la joven y mágica tierra en la que vivía.

Todas las mañanas, sin excepción alguna, el animal subía hasta la cima de una pequeña colina situada en la pradera donde vivía, desde la cual podía mirarse a lo lejos un viejo y casi destrozado castillo, el cual era únicamente habitado por un temerario dragón, quien, según palabras de sus amigos amaba comer unicornios; por las razones anteriormente comentadas las visitas al castillo estaban estrictamente prohibidas, pero, había algo en el que siempre había llamado la atención de nuestro amigo.

 

“¿Será que ese dragón verdaderamente existe?” “¿Qué tal si no es tan malo como se dice?” -Se preguntaba constantemente mientras sus oscuros ojos se paseaban por la construcción, ¿porque es que tenían que juzgarlo sin siquiera hablar con él?

 

Un día, después de pensárselo por mucho tiempo decidió bajar la pequeña colina acercándose un poco más al lugar, logrado así ver por una de sus muchas casi irreconocibles ventanas al dragón el cual dormía plácidamente sobre el frío suelo de piedra; este era un majestuoso animal color verdoso, sus escamas las cuales eran de diferentes tonalidades de verde y amarillo brillaban con la luz del sol al igual que sus alas que en ese preciso momento se encontraban totalmente extendidas dándole un toque que para el unicornio era casi adorable.

 

El no parecía un monstruo que comía unicornios, ¡era el animal más tierno que había visto en su vida! Tan tierno que lo único que nuestro amigo quería era conocerle de cerca y no separarse de el nunca más, sin siquiera pensarlo más de una vez el unicornio galopó hasta la vieja estructura mirando nuevamente desde una perspectiva más cercana logrando así deleitarse con su inconfundible belleza.

 

“Escamas verdes, como el pasto que inunda la pradera del que tanto me gusta comer.” -Pensó al mismo tiempo que sus ojos se paseaban por el inmenso animal sintiendo como su corazón latía fuertemente dentro de él, casi como si este fuera a salirse de su pecho.

 

El dragón lo hacía sentirse como cuando galopaba por horas y horas junto con sus amigos, ese sentimiento de que tu corazón está a punto de reventar, que late tan fuerte que hasta hay veces en que juramos escucharlo hacer una y otra vez ese típico “bum bum”, ese dolor tan magnifico, lleno de vida pero a veces doloroso le encantaba.

 

Desde ese día el unicornio iba todos los días en busca de él hermoso dragón, le miraba por horas y horas dormir hasta que comenzaba a notar que este despertaba moviendo sus alas lentamente de arriba hacia abajo, ahí era cuando el equino corría de vuelta a la pradera por miedo. Miedo a ser rechazado por un ser tan hermoso como el que era el dragón.

 

Hizo esta actividad por meses, casi un año, solo admirar al inmenso animal por horas y huir de este por miedo al ya mencionado rechazo. Hasta un día en el que el dragón le atrapó mirando sus alas, al principio el animal creyó que el unicornio estaba ahí para molestarle o burlarse de él como lo hacían siempre pero la mirada de este era diferente, no irradiaba odio ni asco, si no amor, un amor tan grande que hacía a los oscuros ojos del animal brillar como nunca antes lo habían hecho.

 

La primera idea qué pasó por la cabeza del gigantesco animal fue asustar al unicornio, decirle lo que siempre decía a los valientes que se acercaban al castillo para que este no regresara a molestarle nunca más, pero, él no se veía malo y mucho menos parecía que fuera a hacerle daño alguno, además de que, era el unicornio más hermoso que había visto en su vida entera.

 

- ¿Que no has escuchado que soy un dragón que come unicornios? -Preguntó lo suficientemente alto para que el equino escuchara, este, al darse cuenta de que había sido descubierto se sobresaltó mirando por primera vez al dragón a los ojos enamorándose aún más de él.

 

- Si, pero no me gusta juzgar sin conocer. -Respondió con tanta simpleza que el dragón se extrañó, nadie nunca en sus miles de años de existencia se había detenido a saber si este era bueno o no. Simplemente huía o intentaba matarle.- Así que ¿Eres malo? ¿Es verdad todo lo que dicen de ti?

 

- No, no lo es. -Respondió levantándose un poco para así poder mirar mejor al unicornio desde la destrozada ventana.- Lo inventé para que dejaran de venir a molestarme.

 

El unicornio entrecerró sus ojos extrañando, ¿porque alguien habría de molestar a un ser tan majestuoso?

 

- ¿Quién te molesta? -Preguntó acercándose un poco más a la ventana sin sentir miedo de ser visto por el animal por primera vez desde que había comenzado sus visitas al castillo.

 

- Los de tu especie. -Respondió el dragón ladeando un poco su gran cabeza extrañando por la amabilidad de su contrario, comenzaba a sentirse extrañamente atraído por el equino y ese extraño brillo sobre sus ojos.


 

- Yo nunca te haría algo así, eres el ser más hermoso que he visto en toda mi vida. -Murmuro agitando su cabeza un poco en forma de una negación, ¿Cómo era que los demás unicornios podían ofender al dragón y después hacerlo ver como alguien malvado?

 

El gran corazón del dragón salto dentro de su pecho emocionado por las palabras del unicornio, una amplia “sonrisa” se formó en el dejando a la vista sus grandes colmillos los cuales enternecieron al unicornio animándole a hacer el mismo gesto hacia el dragón.

 

 

 



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En el texto hay: dragon, amor prohibido, unicornio

Editado: 25.02.2019

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