CAPÍTULO 22

Capítulo 22:      

Valentín no merecía la muerte

STEPHANIE

Enzo y yo nos detenemos frente a la tumba de Valentín. Siento un escalofrío recorrer mi cuerpo y un nudo formarse en mi garganta. La desesperación del recuerdo se hace carne en mí. Mi cerebro parece consumirme y no lo comprendo.

—A veces, siento que es muy injusto tener a Valen en una tumba sin su nombre —murmura Enzo a mi lado.

Pensamos que eso sería lo mejor, así nadie se haría preguntas de cómo y dónde murió. El por qué y todas las preguntas que llevan una sola respuesta: Vampiros.

Los vampiros son casi siempre la respuesta a los hechos horribles que han pasado.

—Creo que si lo ves de una manera diferente... Solo nosotros sabemos que es él y tenemos la oportunidad de estar con él sin compartirlo. —Trato de tranquilizarlo, pero no estoy segura de que funcione.

Nos quedamos callados unos minutos mirando fijamente la tumba. No puedo evitar recordar todos los momentos que vivimos juntos. Los buenos y los malos. Todos son importantes porque todos ellos se hicieron parte clave de nuestra vida juntos.

—Aún tenía la leve esperanza de verlo hoy —suelta Enzo.

—Me hubiera gustado haberme despedido de él —murmuro imaginado todas las cosas que le diría.

—Me gusta pensar que ahora él está en un lugar mejor junto a mi mamá.

Volteo a verlo y tomo su mano con fuerza.

—Estoy segura de que es así.

—Y espero que esté feliz al saber que estoy aquí para cuidarte y ayudarte en todo lo que necesites.

—Creo que no es necesario que hagas eso por él...

—No lo hago solo por él, sino por ti también. No puedo creer que sigas de pie aún después de todo lo que has pasado. Es algo admirable y algo que respeto y me gusta de ti.

>>No pude hacer nada por Valentín, pero puedo hacer algo por este pueblo que me vio nacer y por mis amigos.

Escuchar eso salir de sus labios, hace que una sonrisa amplia se dibuje.

—Eres una persona muy buena, te importan las personas y no tienes miedo de demostrarlo y eso es algo admirable.

—Me he dado cuenta de que no sirve de nada ocultar tus sentimientos, porque al final se descubren solos. —Me mira fijamente.

Le sostengo la mirada por unos segundos antes de que mi teléfono empiece a sonar.

—Es Lizzie —le digo antes de contestar.

>>¿Qué pasa?

—He encontrado algo en las ruinas, pero no sé qué es. He llamado a papá para que venga ayudarme —me explica.

—¿Y aceptó?

—Sí, pero se hizo del rogar —gruñe, y yo sonrío.

Siempre es la misma historia. Detesto que todo siempre se repita, necesito que algo cambie.

—Creo que la única forma de que vuelvan hacer amigos es si te disculpas.

—No soy buena en eso y lo sabes.

—Inténtalo, estoy segura de que los dos necesitan de esa reconciliación para volver a ser la familia feliz.

—No te queda el sarcasmo —gruñe.

—Hace lo que te digo —le pido antes de colgar.

—¿Nos vamos? —pregunta Enzo, y yo asiento.

—Vamos —nos despedimos de Valentín y salimos del cementerio.

Creo que aquí tengo a más seres queridos que en casa.

Últimamente, me he acostumbrado a pasar el tiempo junto a los seres que ya no están. Siento paz en el cementerio. Y, por alguna extraña razón, esa paz se ha ido incrementando durante este tiempo.

Las situaciones que han pasado, me demostraron que, cada día, puedo ser más fuerte. Me dan miedo muchas cosas de la vida, pero la muerte no es una de estas. La muerte siempre me ha dado paz y cuando llegue ese día, sé que la aceptaré con un abrazo y dejaré que me envuelva por completo.

Quizás no deba confiar tanto en la muerte después de todo lo que he vivido hasta ahora; sin embargo, solo espero que si la muerte me quiere llevar, pueda hacerlo. No quiero volver a la vida siendo una bestia.