The Vampire Diaries: Love Sucks [3]

CAPÍTULO 31

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 31:

Nada puede ser peor

 

 

STEPHANIE

 

—Ha pasado mucho tiempo, ¿no? —le pregunto con un tono de seriedad, y él asiente antes de acercarse a mí—. ¿Cómo has estado, Lauta?

 

Me sonríe antes de abrazarme en forma de saludo.

 

—Me alegro de verte —dice sinceramente, y yo asiento.

 

—Chicos, saluden a Lautaro —le pide Bonnie.

 

—Hola, Lautaro —murmuran los mellizos sin acercarse a él.

 

Por alguna razón, los mellizos siempre han mantenido una distancia entre ellos y Lautaro.

 

—Qué altos están —les sonríe Lautaro—. Pronto nos alcanzarán a todos. Los niños de hoy en día crecen más que los adultos.

 

Una risita divertida se escapa de mis labios y asiento para darle la razón.

 

—¿Vamos a dibujar? —me preguntan, y yo les sonrío.

 

—Tengo que hablar con Lautaro y las chicas —les explico—. ¿Por qué no llevas a Enzo con Bonnie para que pruebe las galletas que acaba de hornear y prometo que colorearemos después, ¿sí?

 

Ellos asienten antes de mirar por última vez a Lautaro y después entrar a la casa junto con Enzo.

 

—¿Nadie te siguió? —le pregunto, y él niega.

 

—Sé cómo esconderme —me asegura.

 

Hago una mueca con mis labios al escuchar sus palabras. Espero que así sea, no quiero tener más problemas.

 

—¿Lo has encontrado? —Voy directo a la razón por la que todos estamos aquí reunidos. Él asiente levemente, pero no me entrega nada—. Estamos muy cerca de traerlos, ya encontramos una cura para el veneno de los Ancestros, Micaela se encargara de desviar la maldición de ellos a un nuevo recipiente.

 

Mi ceño se frunce al enterarme que habrá un nuevo recipiente. Tengo dudas al respecto. No quiero que nadie salga herido por nuestra culpa, aunque me parece que ya es muy tarde para estar pensando en eso.

 

—Así que, ¿de verdad van hacerlo? —nos pregunta a Micaela y a mí—. ¿Curarlos y despertarlos? ¿Se han parado a pensar que tal vez están mejor sin ellos?

 

Ruedo los ojos al escuchar lo que él plantea.

 

—Le hice una promesa —le recuerdo.

 

—¿A quién? ¿A Kol? —me pregunta.

 

—Sí —le respondo—. Y a los mellizos, les prometí un hogar donde se sentirían a salvo y protegidos por la gente que los quiere... su familia.

 

Lautaro niega más de una vez y me mira.

 

—Ellos son unos Salvatore, Lauta —le dice Micaela—. Ellos tienen el derecho de conocerlos… a todos ellos, ¿sabes por qué? —Alza ambas cejas—. Porque son parte de su historia y es preciso empezar desde pequeños, ¿acaso no olvidas todo lo que tuvo que vivir Step porque sus padres le ocultaron la verdad?

 

Lautaro respira hondo y asimila nuestras palabras.

 

—Me dijeron que para despertar a los Mikaelson necesitaban encontrar las siete manadas de hombre lobo. Encontraron seis... La última, los Malraux… creo que los han matado. —Saca una pequeña hoja del bolsillo de su pantalón—. De acuerdo con esto, puede que aún quede una.

 

Estoy a punto de tomar la nota cuando él me detiene.

 

—Stephanie. Han buscado durante cinco años, y no han encontrado nada. De repente, me llega una pista ¿qué pasa si alguien la ha encontrado también? ¿Qué pasa si es una trampa?

 

Me pongo a pensar en la posibilidad. Lo que él dice tiene razón, pero también podría ser verdad y no una trampa. No todo en la vida tiene que ser malo.

 

—Después de lo que ha pasado, Lauta... ya nada puede ser peor —le aseguro antes de tomar la nota y entrar con Micaela a la casa.

 

Sé que es tiempo de decir adiós, pero no puedo. Me duele cada vez que lo hago. Nunca imaginé que estos momentos serían de este modo, pero aquí estamos.

 




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