Epílogo: El precio de una vida
STEPHANIE SALVATORE
La confusión me golpea con la fuerza de un huracán. Mi mente es un revoltijo de imágenes y sensaciones que no logro procesar. Los recuerdos que me borraron vuelven con una claridad brutal, inundando mi conciencia.
La cena de los Mikaelson... el té de Elijah... el abrazo de Kol... mi muerte en el cementerio... el frío que me consumió...
No puedo respirar, mi garganta se cierra. Los recuerdos se arremolinan, y de repente estoy de vuelta en el puente, en la camioneta, el agua helada, la oscuridad, la sangre...
Un grito gutural sale de mi boca. No es mi voz. Es un sonido animal, un lamento lleno de rabia y dolor. El grito de un alma que no quiere ser un monstruo.
Me levanto de la cama con una velocidad inhumana, mis ojos fijos en la ventana. Todo es demasiado brillante, demasiado ruidoso.
El mundo me ataca, pero no puedo defenderme.
Mi cuerpo tiembla, mi corazón late. Y el dolor... un dolor insoportable me invade la cabeza.
No quiero ser un vampiro.
No quiero vivir para siempre.
Corro hacia la puerta, pero Freya entra antes de que pueda huir. Su rostro es una mezcla de preocupación y dolor. Me mira y no le tengo miedo, pero no quiero verla, no quiero saber nada de lo que está sucediendo.
—Tranquila, Step —murmura.
Su voz es suave, pero la escucho como si me estuviera gritando.
—No... —digo, y mi voz se quiebra—. No me toques.
El rostro de Freya se contrae de dolor, y sus ojos se cristalizan. Ella me ama, pero no me entiende, no entiende lo que me está sucediendo. No puede entender.
—No sé qué es esto, qué me sucede —admito.
—Lo sé. Te ayudaremos.
—No, Freya —niego, retrocediendo lejos de ella—. Los Ancestros me mataron... yo me convertí en esto.
La verdad sale de mis labios, y veo cómo su rostro se pone pálido.
Ella lo sabe.
Sabe lo que soy.
Sabe lo que me convertí.
El grito de un alma que no quiere ser un monstruo.
Me alejo de ella, negando. No quiero ser esto. No puedo ser esto. Soy humana. Yo soy humana. Y ahora, por la culpa de ustedes, por la culpa de Elijah, por la culpa de Kol, soy un monstruo. Un monstruo inmortal.
Me alejo más de ella y veo la luna, me alejo más y no quiero ser esto.
No puedo ser esto.
Estoy sola en la vida, nadie me va a entender.
—No quiero ser un vampiro —grito, y las lágrimas se deslizan por mis mejillas—. No quiero esta vida. No la quiero.
Pero la luna sigue allí, como si se burlara de mí. Como si supiera que ya no soy humana, que ahora soy parte de la noche, de las sombras, de la inmortalidad que no me gusta.
Estoy sola en la vida, y no quiero que esto continúe así.