Capítulo 2: La última elección
El grito de mi padre, mi madre llorando… se sienten como puñales que me perforan el alma. Sus voces son demasiado fuertes, sus emociones me golpean como olas gigantes. Cada lágrima, cada suspiro de pánico, es una descarga eléctrica en mis sentidos sobrecargados.
El mundo se ha vuelto una cacofonía de dolor, y el epicentro de todo soy yo. No los culpo. La mirada en sus rostros lo dice todo: ven un monstruo, no a su hija. La rabia de mi padre y el miedo en los ojos de mi madre son más afilados que cualquier daga.
“La salvaste… ¿al convertirla en esto?”. Las palabras de mi padre se repiten en mi mente, un eco constante que hace que me retuerza. Y tiene razón. No me salvaron. Me condenaron. Un sacrificio noble y una muerte honorable habrían sido un regalo comparado con esta existencia. La sed en mi garganta es una bestia que ruge, y el conocimiento de lo que soy me llena de un profundo y amargo arrepentimiento.
El silencio de la habitación es de repente interrumpido por un estruendo. La puerta de madera maciza se abre de golpe, golpeando la pared con una fuerza que hace temblar el suelo. Un viento gélido entra en el estudio, llevando consigo el olor a tierra fresca, a sangre, a un peligro antiguo. En el umbral, con una arrogancia que llena toda la habitación, está Klaus.
Su figura, imponente, congela la tensión. Sus ojos azules, usualmente brillantes con una malicia juguetona, son ahora pozos de hielo mientras escanea la escena: mis padres horrorizados, Elijah de pie con su calma tensa, y yo, en medio de la habitación, temblando. Su mirada se detiene en mí, y un olor desconocido, acre y dulzón, frunce su nariz. El olor de una nueva transición.
—¿Qué locura es esta? —Su voz, un susurro que no necesita elevarse para imponerse, corta el aire como una espada—. ¿Qué has hecho, Elijah?
Mis padres dan un paso atrás, asustados por su presencia.
Kol se mantiene callado, su rostro es un tormento. No lo miro. Me niego a mirarlo. Por más que sepa que no es su culpa, mi rabia es tanta que solo lo veo a él. Es a él a quien voy a culpar. Es a él a quien voy a odiar por haberme hecho esto.
La mirada de Klaus se fija en Elijah, y la furia que se acumula en sus ojos es una tormenta.
—¿Convirtiendo a una inocente? ¿Burlándote de los Ancestros y del universo por una tontería sentimental? ¿Por qué has hecho esto, hermano?
—No iba a dejar que muriera. —La voz de Elijah es firme, sin un ápice de arrepentimiento. Se yergue, su postura un desafío a la furia de su hermano—. Su deber no era morir para salvarnos, Klaus. Su deber… su deber era vivir.
Klaus suelta una risa seca, sin humor.
—El deber de un sacrificio, Elijah, es ser un sacrificio. ¿Y esto? Convertirla en uno de nosotros… es una tontería. El universo no perdona un error así. No hay marcha atrás. Si ella no bebe sangre, su corazón se detendrá y será para siempre. Y los Ancestros vendrán por todos. Vendrán con más furia que antes.
La verdad me golpea.
La rabia que sentía antes se vuelve una desesperación fría.
No hay vuelta atrás.
No hay forma de volver a ser humana.
Estoy atrapada en esta pesadilla.
Mi vista se vuelve borrosa con mis nuevas lágrimas. Quiero gritar, pero mi garganta está reseca, un eco constante del hambre que me consume.
Klaus me mira fijamente, y por un momento, la frialdad en su rostro se suaviza, solo por un segundo. No es empatía, es algo más, algo que no puedo definir.
—Todavía tienes una elección, pequeña. La decisión no ha terminado. —Sus palabras son como un golpe. Se acerca a mí, su paso es lento y seguro, mientras que yo retrocedo instintivamente—. El proceso de un vampiro no se completa hasta que bebes la primera gota de sangre. Todavía eres humana, aún tienes un corazón latiendo. Tienes que beber sangre, o morirás. Es una segunda oportunidad, o una muerte honorable. Tienes que elegir.
Me quedo parada, mi respiración es superficial. Mi mente es un revoltijo de pensamientos, mi cabeza da vueltas.
—¿Qué dices? —Mi padre gruñe, sus ojos fijos en mí—. ¿Cómo puedes pensar en darle una elección cuando la has condenado a esta vida? No tiene opción, ¡debe beber ahora!
—Cállate, Damon —Klaus gruñe, sin quitar los ojos de mí—. Esto es entre ella y yo. Yo soy el que te está dando una elección. No hay vuelta atrás. La decisión es tuya. ¿Serás una de nosotros? ¿O serás solo un alma que nunca será salvada?
—Kol... —digo, y mi voz se quiebra.
Él no me mira.
Se ha quedado de pie, con la cabeza baja, sin poder enfrentar la mirada de su hermano. Sé que esto le duele, pero también sé que la decisión no es de él, sino mía.
—Basta —grito—. Solo cállense. ¡Por favor!
Elijah se acerca a mí y, en silencio, se corta la palma de la mano con un pedazo de cristal. El olor a su sangre, dulce y embriagador, me llena los sentidos. Mi cuerpo se tensa, mi garganta se contrae. Es todo lo que anhelo, todo lo que necesito. La bestia en mi interior ruge, y mis colmillos se deslizan hacia abajo.
—Este es el camino, Stephanie. O bebes, o mueres. Pero la decisión es tuya. Solo tuya.
El mundo se detiene.
Mis ojos están fijos en la sangre de Elijah, goteando sobre mi mano. Es un líquido carmesí, un veneno y un elixir. El precio de mi nueva vida. Si bebo, me convertiré en un monstruo. Si no lo hago, moriré.
No quiero ser un vampiro. No quiero vivir para siempre. Pero tampoco quiero morir. La elección está en mis manos.
Ahora puedo beber de él, pero más tarde tendré que hacerlo de un ser humano o moriré de verdad.
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Editado: 02.09.2025