Capítulo 4: Una nueva clase de hambre
STEPHANIE SALVATORE
El sabor de la sangre aún permanece en mi boca, un eco metálico y dulce que ha reemplazado el amargo sabor del arrepentimiento. El mundo, antes una sinfonía caótica, ahora es una obra maestra de nitidez. Cada susurro, cada gota de lluvia, cada latido de corazón resuena en mis oídos con una claridad aterradora.
Mi cuerpo no tiembla; se siente ligero, fuerte, un arma afilada que espera ser desenvainada. La herida en mi pecho, la que me mató, ahora es un recuerdo distante. Me toco la piel y está perfectamente lisa.
La soledad en la habitación de Kol es abrumadora. Mis padres se han ido, sus rostros llenos de miedo son mi último recuerdo de la vida que dejé. No hay arrepentimiento en sus ojos, solo una fría resignación. Una resignación que entiendo.
Abandonaron el mundo de la inmortalidad para vivir una vida normal, y ahora, se ven obligados a abandonarme a ese mismo mundo para proteger a mis hermanos. Me han dejado en el lugar de donde escaparon para salvarse. Un dolor agudo me perfora el pecho. No es físico. Es el dolor de la traición y el abandono.
Me levanto de la cama con una gracia que no reconozco. Mi cuerpo se mueve sin esfuerzo, cada músculo es una máquina perfectamente engrasada. Me acerco al espejo y lo que veo me deja sin aliento. Mis ojos, antes de un color avellana, ahora brillan con un brillo rojizo. Mi piel es pálida, mis labios están manchados de sangre. Soy un monstruo. Y el monstruo me está mirando de vuelta.
La puerta del estudio se abre y es Klaus quien entra. Su mirada es tan penetrante como la de su hermano, pero carece de la empatía que vi en los ojos de Elijah. En cambio, hay una frialdad calculada, una evaluación.
—Esa mirada de horror en tu cara es la de todo vampiro recién nacido —dice, su voz es un ronroneo que llena la habitación—. Pero es una fase. Desaparece una vez que aceptas lo que eres.
—No aceptaré esto —murmuro, mi voz suena extrañamente firme.
—Oh, lo harás. Ya bebiste la sangre, el trato está hecho. Ahora, la única forma de sobrevivir es aceptar tu destino.
—Ustedes no entienden lo que hicieron.
—No nos sermonees, pequeña —gruñe, sus ojos fijos en los míos—. Hemos vivido mil años. Sabemos más de lo que jamás sabrás. Elijah tuvo la estúpida idea de salvarte, pero ahora eres nuestra responsabilidad. Y si eres una Mikaelson, vas a tener que aprender las reglas.
Klaus me lanza un libro.
Es un grimorio antiguo, con la tapa de cuero gastada.
—Freya te enseñará a usar la magia de los Ancestros. Ella te guiará. Pero yo te enseñaré a sobrevivir. Y a matar.
Siento que mi cuerpo se tensa. No, no. No quiero matar. Soy humana. Mi mente grita, pero mi cuerpo no responde.
—No voy a matar a nadie.
—No te estoy preguntando, Stephanie. Te estoy dando una orden. Si no te alimentas de sangre humana, tu hambre será insoportable y serás una amenaza para todos los que te rodean. Y si no aprendes a controlarte, serás un peligro para ti misma.
Su voz es un susurro, pero el mensaje es claro. Si no me convierto en un monstruo, moriré.
Horas después, la lección de Klaus continúa. Me enseña cómo usar la fuerza, la velocidad, la persuasión. Mi mente se resiste, pero mi cuerpo responde. Es como si una parte de mí siempre hubiera sabido cómo hacerlo.
La noche cae y Klaus me lleva a un bar. Los olores me atacan, el perfume, el alcohol… y la sangre. El olor de la sangre humana es tan fuerte que me estremezco. Es un aroma dulce y embriagador que me hace salivar.
—Elige a una víctima —dice Klaus, su voz es un murmullo—. Tienes que ser rápida. Y silenciosa.
Me niego a moverme.
Mi cuerpo tiembla, mi mente grita.
No soy una asesina.
Soy humana.
Soy Stefanie Salvatore.
—Hazlo, o seré yo quien lo haga. Y no seré tan gentil.
Klaus agarra a una chica que está a mi lado. La mira y la hipnotiza con una de las frases que me había enseñado. "Vas a quedarte quieta, y no te moverás, y no sentirás nada".
Me acerco a la chica, y su corazón late con una fuerza que me asusta. Su sangre me llama. Es una canción de sirena que me seduce y me invita a rendirme.
El hambre me consume. Las palabras de mis padres, sus rostros llenos de miedo, su voz suplicando… se desvanecen. Lo único que importa es la sed. Me inclino y mis colmillos se deslizan hacia abajo.
Siento un dolor punzante en la mano y me detengo. Miro a la persona que me detuvo, y es Kol. Sus ojos están llenos de un dolor que me hace temblar.
—No la mates —susurra—. Solo bebe. No la mates.
Sus palabras son una guerra en mi cabeza. Dos voces que me exigen cosas opuestas, que me obligan a elegir entre ser un monstruo o morir. Me doy cuenta de que no tengo elección. He sido condenada, traicionada y abandonada. Y ahora, me están pidiendo que me convierta en un monstruo.
Siento un estallido de ira. No puedo. No puedo hacer esto.
—¡Basta! ¡Solo cállense! ¡Por favor! —grito, y el sonido de mi voz resuena en el bar.
Mis nuevas habilidades son más fuertes de lo que yo pensaba.
En ese momento, una nueva voz corta el aire. Una voz que es como un bálsamo para mi alma atormentada.
—Ya ha sufrido suficiente por una noche, hermanos.
Elijah aparece de la nada. Su presencia es silenciosa, pero su autoridad es innegable. Su mirada se detiene en mí, y siento un tirón en mi interior. Una conexión invisible que me une a él, una lealtad forzada por la sangre que ahora corre por mis venas. La sangre que me hizo lo que soy.
Kol asiente, aliviado por su llegada. Klaus no dice nada, pero la furia en sus ojos es reemplazada por una irritación calculada.
—No es el momento de ser sentimentales, Elijah —gruñe Klaus—. La pequeña tiene hambre, y si no bebe, se convertirá en un problema para todos nosotros. Es mejor que aprenda ahora a controlar sus impulsos, antes de que su sed la convierta en una amenaza.
#1253 en Fantasía
#755 en Personajes sobrenaturales
#1826 en Otros
#130 en Aventura
Editado: 02.09.2025