CAPÍTULO 5

Capítulo 6: El precio de la bestia

STEPHANIE SALVATORE

El alivio de la sangre de animal duró solo unas horas. Ahora, el hambre ha vuelto con una furia incontrolable. Es más fuerte que antes, un dolor punzante en mis entrañas que me grita que me alimente. Estoy en mi habitación, caminando de un lado a otro, una jaula dorada en la que me han encerrado.

Mi mente es un torbellino de emociones: rabia contra Elijah, dolor por la partida de mis padres, y un terror helado ante lo que me he convertido. Siento que el monstruo que soy está despertando, y no hay nada que pueda hacer para detenerlo.

La puerta se abre sin previo aviso y mi cuerpo se tensa. Es Kol, pero no está solo. Detrás de él está Klaus, con una expresión de impaciencia. Sus ojos se fijan en mí, evaluándome.

—Ya veo que la pequeña bestia ha despertado —dice Klaus, su voz es un ronroneo—. Es hora de alimentarla.

—No voy a… —intento decir, pero mi garganta se cierra.

—No es una pregunta, Stephanie —dice Klaus, su tono es un latigazo. Se acerca y me toma del brazo—. No puedes sobrevivir con sangre de animal. Tu cuerpo la rechaza. La única forma de que seas fuerte es que te alimentes de sangre humana. Y si no lo haces, la sed te hará enloquecer, y serás una amenaza para todos nosotros. Incluyendo tus padres.

Mis ojos se llenan de lágrimas y miro a Kol. Su rostro es una máscara de dolor. Sé que él no quiere esto, pero también sé que lo hará por mí.

—Por favor, Kol —susurro.

Él no me mira. Su silencio me dice todo lo que necesito saber. Él también me ha abandonado. Mi única conexión con la vida que me fue arrebatada está rota.

Me arrastran por un pasillo oscuro, Klaus me guía y Kol me sigue. Bajamos unas escaleras que me llevan a una cueva oscura, y el olor a sangre me golpea con una fuerza que me hace temblar. El olor es tan fuerte que la bestia en mi interior ruge, y mis colmillos se deslizan hacia abajo.

En el centro de la habitación, veo a un chico tirado en el suelo. Su ropa está rasgada y su brazo está ensangrentado. Está inconsciente.

—No... —murmuro.

—Relájate, pequeña —dice Klaus—. Ya estaba herido. Solo estás terminando el trabajo. Es un regalo para ti, para que te alimentes y dejes de ser una molestia.

Mi mente grita que esto es un error. Este chico tiene una vida, una familia, amigos. Y estoy a punto de arrebatárselo todo por el simple hecho de que tengo sed.

Pero el hambre es más fuerte que mi conciencia. Mis piernas se mueven por su cuenta, acercándose al chico. El olor a su sangre es un aroma dulce que me atrae como una polilla a la luz.

Me arrodillo a su lado y mis manos tiemblan. Miro a Kol, y en sus ojos veo que él también se siente culpable.

—Solo hazlo, Stephanie —murmura.

Me inclino sobre el chico y mi corazón se acelera. Es el corazón de un humano, latiendo con fuerza. Me inclino y mis colmillos se deslizan hacia abajo. El dolor de mis colmillos perforando su piel es un placer que me estremece, y el sabor de su sangre... es una explosión en mi boca. Es dulce, cálida y embriagadora. El hambre se calma y la euforia me inunda.

Siento que mi cuerpo se regenera, mis sentidos se afilan aún más. Mi mente se apaga. Solo hay hambre, y la satisfacción.

No sé cuánto tiempo pasa, pero me alejo. Miro al chico. Él ya no está vivo. Y mi cuerpo se siente lleno, pero mi alma se siente vacía.

La sangre que bebí, el sabor que me dio tanta euforia, ahora es un sabor amargo en mi boca. Es el sabor de la culpa.

Miro a Kol, y él tiene los ojos llenos de lágrimas.

Klaus me mira con una mirada que me da asco.

—Eso fue fácil, ¿no? —dice Klaus.

No digo nada.

Solo me quedo parada, mi cuerpo tiembla.

No soy humana.

No lo soy. Y el chico muerto que yace a mis pies es la prueba.

Me he convertido en un monstruo.

Y el monstruo me está mirando de vuelta.