The Vampire Diaries: Love Sucks [4]

CAPÍTULO 10

Capítulo 10: La primera lección de Elijah

El peso de mi nueva vida es una carga que me aplasta. El silencio en la mansión Mikaelson ya no es tranquilizador; es opresivo, un recordatorio constante de que estoy sola en este mundo. Después de la confrontación con Kol, me retiré a la biblioteca, el único lugar donde me siento segura. Los libros son mis únicos amigos, los únicos que no me juzgan, los únicos que no me ven como un monstruo.

El hambre ya no es una agonía, sino una necesidad. La sangre de la bolsa que Elijah me dio me calmó por un tiempo, pero el recuerdo de la sangre humana que bebí aún está ahí. El sabor, la sensación de vida que me inunda, es un fantasma que me persigue. Es una adicción que no puedo negar.

El sonido de la puerta al abrirse me hace temblar. No es Kol, no es Klaus. Es Elijah. Su traje está, como siempre, impecable, y su rostro, sereno. Pero en sus ojos, veo el mismo dolor que hay en los míos. El dolor de una culpa que nos consume a los dos.

—¿Estás lista? —pregunta, su voz es un susurro.

—¿Lista para qué? —pregunto, y mi voz se quiebra.

—Para tu primera lección —dice, y se sienta frente a mí, con una mirada que me da fuerza—. Hemos hablado de tu humanidad, de tu hambre, de tu culpa. Ahora, es hora de que te enseñe a vivir con todo esto.

Mi corazón, que no late, se acelera con una pánico que no puedo controlar. ¿Qué me va a enseñar? ¿A matar? ¿A mentir? ¿A ser un monstruo?

—No te asustes —dice, y su voz es un bálsamo que me calma el alma—. No te voy a enseñar a matar. Te voy a enseñar a sobrevivir. Y a ser una mejor persona.

Elijah me mira, sus ojos se clavan en los míos.

—La primera lección es la más difícil. Tienes que aprender a controlar tu mente. La mente de un vampiro es una bestia salvaje. Te exige cosas, te miente. Te hace sentir un dolor que no es real, un dolor que te empuja a hacer cosas que nunca harías.

Siento que mi cabeza me va a estallar.

¿Cómo puedo controlar algo que me consume?

—No es fácil —dice, como si pudiera leer mis pensamientos—. Pero es posible. Tienes que encontrar tu ancla, tu humanidad. Lo que te hace ser tú. Lo que te mantiene cuerda.

—Mi humanidad está muerta —susurro, y las lágrimas se deslizan por mis mejillas.

—No es cierto —dice Elijah, y se inclina hacia mí—. La sangre de un vampiro no te quita tu humanidad. Solo la cubre. La esconde. Pero aún está ahí. Tienes que encontrarla.

Elijah se levanta y se acerca a una mesa que está al lado de la chimenea. Hay un vaso de whisky. Un vaso que tiene un olor que no puedo ignorar. Un olor a sangre. A sangre humana.

—Sé lo que estás pensando —dice Elijah, con una sonrisa triste—. Pero no es de la forma en que lo crees. La única forma de que no te vuelvas un monstruo es que te alimentes de gente mala. De gente que lo merezca.

Mis ojos se llenan de pánico.

—No voy a ser una asesino —grito.

—No lo serás —dice Elijah, con una mirada que me da miedo—. Solo serás una justiciera. Y al final, la sed se convertirá en algo que puedes controlar.

La idea me revuelve el estómago, pero no me resisto. Sé que no tengo otra opción. Es la única forma de que pueda vivir. De que pueda sobrevivir a esta pesadilla.

Elijah me da la copa de sangre. Siento que mi mano tiembla. El olor es embriagador, un aroma dulce que me atrae. Pero me resisto. Miro a Elijah, y en sus ojos veo que él también se siente mal por lo que está haciendo.

—Hazlo —murmura.

Me inclino y bebo. El sabor es amargo. No es dulce, no es embriagador. Es un sabor que me recuerda que soy un monstruo. Pero me calma. Y por un segundo, la bestia que hay dentro de mí se silencia.

Elijah se acerca a mí, me quita la copa y la deja en la mesa. Y por primera vez, me siento segura.

—Ahora que has bebido, es hora de que te enseñe la verdadera lección —dice—. Tienes que encontrar un ancla, algo que te mantenga en la realidad. La mente de un vampiro es un lugar peligroso, lleno de oscuridad y de miedos. Y si no la controlas, te consumirá.

Elijah se levanta y se acerca a la ventana. El sol se está poniendo, y la noche se está acercando.

—La única forma de que no te vuelvas un monstruo es que te agarres a algo que te recuerde a tu humanidad —dice—. A una persona, a un lugar, a un recuerdo. A lo que sea que te haga sentir que aún eres tú.

Mis ojos se llenan de lágrimas y miro a Elijah.

—Mi ancla… mi ancla está muerta —murmuro, y mi voz se quiebra—. Mis padres. Mis amigos. Todo lo que conocía.

—Lo sé —dice Elijah, y su voz es un susurro—. Pero no es así. Tu ancla está en tu pasado, en la persona que eras. Tienes que encontrar la forma de conectarte a ella. A tu humanidad.

Elijah se sienta de nuevo, y me mira con una mirada que me da esperanza. Él me ayudará. A pesar de todo, me ayudará.

—Mañana, comenzaremos tu entrenamiento —dice, su voz es suave.

—¿Qué tipo de entrenamiento? —pregunto.

—Aprenderás a controlar tus emociones. A controlar tu mente. Y a controlar tu sed.

Y por primera vez, siento que no estoy sola. Que mi nueva vida, mi vida de fantasma, puede tener un significado. Que mi ancla no está muerta. Que mi ancla está en mí. Y que con la ayuda de Elijah, podré encontrar mi camino de regreso a la luz.

Y el camino de regreso a la luz, es el que me salvará.



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En el texto hay: humanidad, dolor amor drama, vampira

Editado: 02.09.2025

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