The Vampire Diaries: Love Sucks [4]

CAPÍTULO 17

La villa se siente como una jaula. El silencio es un peso que nos aplasta. La despedida ha sido un corte, un tajo profundo que me ha dejado con un dolor que me consume. Klaus, con el rostro de un padre roto, se ha ido.

Damon y Elena, con una mirada de amor y de miedo, se han ido. Y yo, que he sido el centro de la guerra, me quedo. Me quedo con Elijah, Kol y Freya. La alianza se ha roto. El camino se ha dividido. Y el peso de mi decisión es un ancla que me arrastra hacia el fondo de un mar de oscuridad.

El rostro de Elijah, que siempre es una máscara de calma, se ha descompuesto. Sus ojos, que siempre son un lago de calma, ahora son un océano de dolor. Kol, con una mirada de desesperación, me mira como si fuera su única esperanza. Freya, con los ojos cerrados, susurra un hechizo que me hace temblar.

—No te arrepientas —dice Elijah, su voz es un susurro—. La decisión ha sido la correcta. El alma de un niño es más importante que la de un vampiro.

—Pero no es un alma de un vampiro, Elijah —dice Kol, su voz es un hilo de viento—. Es el alma de nuestra familia.

—Lo sé —dice Elijah, y el dolor en su voz me hace temblar—. Pero si no la salvamos, si no la protegemos, ¿qué nos queda? ¿Qué nos queda si nos convertimos en monstruos que solo piensan en su propio dolor?

El silencio es una respuesta. El silencio es una promesa. Una promesa de que no nos rendiremos. Una promesa de que lucharemos.

La noche cae, y el aire de la ciudad se llena de una tensión que me hace temblar.

Los Ancestros no se rinden.

Su magia, su poder, es una fuerza que nos consume.

La ciudad de Lumière, que se supone que es un lugar de paz, se ha convertido en un campo de batalla.

Freya, con su magia, nos guía. Sus ojos brillan con una luz que no es de este mundo. Ella nos guía por los callejones, por las calles, por las sombras. Y en las sombras, veo la magia de los Ancestros.

La magia es una fuerza que se ha manifestado. No son espíritus. Son brujos. Brujos que se han convertido en sombras. Brujos que quieren tomar el alma de la luz.

—Ellos no se rendirán —dice Kol, su voz es un susurro—. No se rendirán hasta que consigan lo que quieren. Y lo que quieren… eres tú, Stephanie.

Mis ojos se llenan de terror. El terror de lo que soy. El terror de lo que me he convertido.

—Lo sé —le digo—. Pero no me rendiré. No me rendiré.

El camino nos lleva a una iglesia.

La iglesia es antigua.

El aire es frío.

El aire huele a magia. Y en el centro, veo un altar. Un altar de sangre. Un altar de un niño.

El niño está en el altar. El niño duerme, con los ojos cerrados. Su rostro es una máscara de inocencia. La inocencia que yo he perdido. Y en su pecho, veo una luz. Una luz que es el alma del niño. La luz que los Ancestros quieren tomar.

—Tenemos que luchar —dice Elijah, su voz es un gruñido.

—No —dice Kol, su voz es una advertencia—. Son demasiados.

La iglesia se llena de sombras. Los brujos, que son sombras, nos rodean. Nos miran con una mirada de desprecio. De odio. De envidia.

—Ella es nuestra —murmura uno de ellos—. Ella es la que nos dará el poder. Ella es la que nos dará la victoria.

—No lo haré —digo, mi voz es un susurro—. Nunca.

La lucha comienza.

Elijah, con una velocidad inhumana, se lanza.

Kol, con una agilidad sorprendente, se lanza.

Freya, con su magia, se lanza.

Y yo… yo soy la que se queda. La que se queda para proteger el alma de la luz.

El brujo, que es una sombra, se acerca a mí. Su rostro es una máscara de rabia.

—Morirás, criatura de la oscuridad —murmura.

El miedo me consume. El miedo a lo que soy. El miedo a lo que puedo hacer. El miedo a lo que me he convertido.

De repente, una voz. Una voz que me hace temblar. Una voz que me da fuerza.

—No te rindas —dice la voz—. Lucha.

La voz es la de mi padre, Damon. La voz de mi madre, Elena. La voz de Klaus. La voz de Kol. La voz de Elijah. La voz de mi familia.

El miedo se desvanece. La rabia, la furia, el amor… todo se mezcla en un cóctel de emociones. La bestia en mí se despierta. No. No soy una bestia. Soy una guerrera.

Me lanzo, con una velocidad que no reconozco. El brujo se desvanece, pero no antes de que la rabia se apodere de mí. El dolor, el sufrimiento, la rabia… todo se mezcla en un torbellino de emociones.

Siento que el cuerpo me va a estallar. Mis sentidos se agudizan. El olor de la sangre, el olor de la magia, el olor de la muerte… todo se mezcla en un cóctel de aromas.

La bestia, que es mi alma, se ha despertado. Y la bestia es una fuerza que me hace más fuerte que nunca.

Me lanzo, con una velocidad que me sorprende a mí misma. La bruja, que es una sombra, se desvanece. Y en mi corazón, siento una euforia que no había sentido en mucho tiempo.

—¡Stephanie! —grita Kol.

Su voz es de pánico.

Me doy la vuelta y veo que Kol está siendo atacado por un enjambre de brujos. Mi cuerpo se mueve por su cuenta. La bestia en mí se despierta. La rabia, el dolor, el amor… todo se mezcla en un torbellino de emociones.

—¡Aléjense! —grito.

Y la fuerza de mi voz es tan fuerte que los brujos se desvanecen.

Me acerco a Kol.

Su rostro está pálido, su cuerpo está cubierto de heridas.

—¿Estás bien? —le pregunto, mi voz tiembla.

—Sí… sí… gracias a ti —murmura.

Kol me mira, y en sus ojos veo que su dolor se ha ido. El dolor de la traición. Y el dolor de la culpa.

—Te lo juro, Stephanie —dice, y su voz es un hilo de viento—. No volveré a traicionarte. Nunca.

Lo abrazo, y el abrazo es una promesa. Una promesa que me da la fuerza de seguir. La fuerza de luchar.

La guerra continúa. Los brujos no se rinden. Y nosotros no nos rendimos.

La iglesia se convierte en un campo de batalla. Los gritos, la magia, los hechizos. Todo se mezcla en un caos que me hace temblar. Pero no me rindo. Yo no me rindo.



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En el texto hay: humanidad, dolor amor drama, vampira

Editado: 02.09.2025

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