Lo miro con curiosidad. Mis ojos, que ya son un abismo de oscuridad, ahora se llenan de un terror que me consume. ¿Pueden mandarlo al infierno? ¿Pueden mandarlo a un lugar donde la luz no existe, donde la paz no existe? La idea de un infierno para un original es una pesadilla. Un lugar donde la magia de los ancestros es una fuerza que te consume, que te tortura.
Kol no tarda mucho en pegarse a mí. Su cuerpo está frío, sus brazos son un ancla que me calma el alma. El olor de su piel, el olor de su sangre, el olor de su alma… todo se mezcla en un cóctel de aromas que me hace sentir en paz. Me deja un beso sobre la frente. Un beso que me da la fuerza de seguir. Un beso que me hace sentir en paz.
—¿Cómo que en el infierno? —pregunto, mi voz es un susurro.
Él ignora mi pregunta por completo.
—Si yo hubiera estado ahí en lugar de Elijah, te hubiera salvado —gruñe.
La rabia, el dolor, la culpa… todo se mezcla en un torbellino de emociones. La rabia de no haber podido protegerme. El dolor de haberme perdido. La culpa de haberme convertido en un monstruo.
—¿Y hubieras dejado morir a Hope? —pregunto.
—Sí —responde. Y su voz es un susurro, una caricia que me quema. Es una caricia que me lastima—. Sí, porque soy un egoísta de mierda que solo piensa en sí mismo y en lo que quiere.
Me mira a los ojos. Sus ojos, que son un pozo de dolor, me miran con una mirada de amor. Un amor que me quema desde adentro.
—Te hubiera salvado para que vivieras tu vida y envejecieras —dice, acariciando mi rostro con cariño—. Y te hubiera dejado vivir la vida que desearas, la vida que te merecías.
¿Envejecer? La palabra es un golpe, una puñalada en mi corazón. ¿Envejecer sin él? Eso es un infierno. Eso es una pesadilla.
—¿Cómo sabes que esto no es lo que quiero? —pregunto, mi voz se quiebra.
—Porque lo vi en tus ojos la vez que te obligue a beber de mi sangre —dice. Su voz es un susurro, una caricia que me quema. Es una caricia que me lastima—. Tú no querías ser un vampiro, ni en ese entonces ni nunca.
Se acerca más a mí. Solo un poco más, y su nariz y la mía se tocarían. El silencio es un juramento. Un juramento de que me entiende. Un juramento de que me protege.
—Es por eso que nunca hablamos sobre convertirte mientras estábamos juntos —dice.
Y la palabra, la palabra "estábamos", es una puñalada en mi corazón. Es una puñalada que me duele. Una puñalada que me quema.
¿Estábamos? ¿Acaso ya no desea estar conmigo? Pensé que habíamos solucionado las cosas. Pensé que habíamos encontrado un camino. Pero ahora, me doy cuenta de que no es así. Hay cosas más oscuras, más profundas, en nuestros corazones. Cosas que no puedo ver, pero que siento. Cosas que me dan miedo. Un miedo frío que me paraliza.
—En ese entonces estaba molesta porque tomaste la decisión por mí —digo.
Voy a tocar su rostro, pero él toma mi mano con fuerza antes de que lo haga.
—Ahora es diferente —murmuro.
—No mientas —dice, y su voz es un gruñido. Me suelta la mano—. Por algo decidiste esperar a ver si tus amigos podían hacer algo por ti.
Se aleja de mí y camina hacia su auto. El silencio es un eco de la verdad. La verdad de lo que he hecho. La verdad de lo que soy.
No me gusta lo que veo en su mirada. No me gusta la forma en que me habla. Algo está mal. Algo está muy mal.
—Lo he recordado todo —suelto de golpe.
Y él se detiene.
Se da media vuelta y me mira a los ojos. El dolor, la rabia, la culpa… todo se mezcla en un torbellino de emociones. No se acerca a mí. Yo voy hacia él. El aire entre nosotros es un muro de hielo.
—Como la forma en que nos conocimos —digo. Mi voz es un susurro, una caricia que me quema. Es una caricia que me lastima—. Eras un desconocido. Me dijiste que querías que obtuviera todo lo que deseara. Eras el tío de mi mejor amiga. Kol, ¿por qué no me lo contaste? Estuviste en mi vida antes de lo que yo imaginaba y nunca me lo dijiste.
—Porque siempre tomo las decisiones equivocadas —dice, y su voz se quiebra—. Y al final solo logro alejarte de mí.
—Puedes dejar de culparte —le suplico con una pequeña sonrisa sobre mis labios—. Lo que me pasó no es tu culpa. No es de nadie más que de Elijah. Te necesito y quiero estar contigo.
—Cada vez que te veo, solo puedo recordar el momento en que mis amigos podrían haber muerto por mi culpa y saber que tú también habías muerto —dice. Se acerca a mí. El muro de hielo se desvanece—. Fue la sangre de Elijah la que te transformó.
—Tú no me la diste —le recuerdo.
—Sí, ¿y qué pasa si Elijah no te la hubiera dado? Ahora estarías muerta —gruñe, mirándome a los ojos. El dolor en sus ojos es un abismo—. Nunca podría haberme perdonado eso, ¿entiendes?
Entiendo lo que él se refiere. Entiendo su dolor. Pero no puedo hacer nada para que las cosas cambien. Solo puedo sobrevivir. Sobrevivir a lo que sea que está viniendo. Sobrevivir a lo que sea que se está haciendo oscuro en mi vida.
—Kol… —murmuro.
—No —dice, y su voz es un susurro—. Lo mejor para ti es que te alejes de mí.
Se aleja, negando con la cabeza. El muro de hielo vuelve a levantarse.
—Necesito tiempo para aceptar lo que pasó y seguir adelante. Quiero que vivas. Haré un cambio de relevos, te dejaré con Elijah y veré si Bex…
—No quiero —le digo, mirándolo—. Te quiero a ti.
—Y yo a ti, pero no puedo con la culpa que me carcome —me explica.
—Kol… —murmuro.
Él me da la espalda y se va.
El mundo se vuelve negro. La oscuridad me consume. Y por primera vez en mi vida, me siento sola.
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Editado: 02.09.2025