The Vampire Diaries: Love Sucks [4]

CAPÍTULO 25

Un campamento de control en la noche

El bosque de noche es un lugar traicionero. Las sombras de los árboles se retuercen y bailan con el viento, los ruidos de los animales me hacen saltar. Mi corazón, que ahora es un tambor que late con una rapidez que me asusta, se llena de un miedo frío. Mis manos, que se sienten como si estuvieran llenas de agua, se cierran en puños. La ansiedad es una bestia que no me deja respirar. Es un nudo en mi garganta, un taladro que golpea mi cráneo.

Sigo a Elijah por el bosque. Su paso es silencioso, su figura es una sombra que se mueve con una gracia que me hipnotiza. Él es un depredador en su hábitat natural, y yo, por el contrario, soy una presa que se ha perdido. Tengo miedo, un miedo que me paraliza. El miedo de no hacerlo bien. El miedo de convertirme en un monstruo.

Nos detenemos en un claro. A unos metros de nosotros, un venado, con su cuello grácil y sus ojos de cristal, bebe agua de un arroyo. El silencio, que era un bálsamo, se ha vuelto un veneno. El latido del corazón del venado es un grito que me llama, que me grita. Es un sonido que me hace temblar. El olor de su sangre, dulce y embriagador, es un aroma que me quema desde adentro.

—Alto —dice Elijah.

Su voz es un susurro, una caricia que me calma el alma.

Me quedo quieta, el aliento atrapado en mi garganta. No puedo, no puedo hacer esto. Mi mente, que siempre es un lugar de lógica, ahora es un torbellino de emociones. No puedo imaginar beber de la sangre de un animal. No puedo. Lo único que puedo imaginar es que es James Potter, el padre de Harry Potter, o la madre de Bambi. La idea de matar a un animal inocente me revuelve el estómago.

—Sé lo que sientes, Stephanie —dice Elijah, su voz es un hilo de viento. Se acerca a mí, su mano es un ancla que me calma en un mar de tormenta—. El hambre es un pozo sin fondo. Es una bestia que te consume. Pero la humanidad, la humanidad es lo único que nos hace ser quienes somos. Y para mantener la humanidad, tienes que aprender a controlar la sed. Cierra tus ojos. Confía en mí.

Cierro mis ojos. La oscuridad es un lugar de calma. El silencio es un juramento. Un juramento de que me protegerá, de que me guiará. Un juramento de que no me dejará sola.

Escucho su movimiento. Es rápido, silencioso, letal. El venado, que era un pozo de vida, ahora es un pozo de muerte. Abro mis ojos, y lo veo. Elijah, con el rostro manchado de sangre, se levanta. Su figura es una sombra de poder, de control. Se limpia la boca con la manga de su camisa, sus ojos, llenos de un poder que no es de este mundo, me miran con una mirada de calma.

Me arrodillo en el suelo. El venado, con sus ojos de cristal, me mira. La sangre que corre de su cuello es una ofrenda, una ofrenda que me asusta. Pero el hambre es una bestia que no me deja pensar. Y sin pensarlo mucho, sin darme la oportunidad de arrepentirme, encajo mis colmillos en el animal.

La sangre, que se supone que es un elixir, sabe a tierra y a amargura. No es dulce, no es embriagadora. Es como beber un cóctel de hierbas. El sabor me revuelve el estómago, pero la sensación de la sed, que era un grito, se calma. Mi cuerpo se relaja, los músculos se aflojan. Es una sensación de calma, una calma que me asusta.

Me levanto del suelo. Elijah me ofrece su mano. Lo ignoro. Lo paso de largo. La rabia, el miedo, la culpa… todo se mezcla en un cóctel de emociones. La rabia de que Elijah me haya convertido, el miedo de que Kol me odie, la culpa de que yo haya sido la que ha traído la guerra a la mansión.

Me paro frente al cuerpo del venado. Las lágrimas, que son un río de dolor, se deslizan por mis mejillas.

—¿Y si no puedo controlarlo? —me pregunto—. ¿Y si me convierto en un monstruo?

—Eso no pasará.

De repente, Klaus aparece y juega con mi cabello de un lado al otro.

—Gracias, Steph —susurra.

Me mira a los ojos. Sus ojos, llenos de un poder que no es de este mundo, me miran con una mirada de deseo.

—Vete al infierno —gruño.

Mi voz es un rugido. Un rugido de rabia. Un rugido de dolor. Un rugido de culpa.

Él se pone detrás de mí y, con su mano, aparta mi cabello hacia un lado. Sus colmillos, afilados y blancos, se encajan en mi cuello. Siento el dolor, una punzada que me hace gritar. Su boca, que se llena de mi sangre, es una criatura que me consume. Siento su fuerza, su poder, su hambre. Y en ese momento, me doy cuenta de que soy una criatura menos poderosa que él.

Me aparto de él con una fuerza que no reconozco. Él, que se ha alimentado de mi sangre, cae al suelo. La sangre que sale de su boca no es roja, es negra. Es una sustancia viscosa y oscura que se desliza por su rostro.

—¿Qué… qué es esto? —murmura.

Su voz es un susurro, una caricia que me quema.

—Ey, tranquilo —dice Elijah, y su voz es una súplica.

Intenta levantarlo. Pero no puede. Su cuerpo, que se supone que es un templo de poder, ahora es una sombra de su propia fuerza.

—No puedo, yo… —murmura.

Su cuerpo, que se supone que es un templo de poder, ahora es una sombra de su propia fuerza.

—Estás envenenado —dice Elijah. Y la voz de su voz es una advertencia.

—¿Envenenado? —pregunto, con la voz cargada de una curiosidad que no puedo ocultar.

—Tu sangre tiene un componente que le hizo mal —responde Elijah.

Sus ojos, llenos de terror, me miran con una mirada de miedo. El miedo de lo que soy.

—¿Pero… —murmuro, y mi voz se quiebra.

—Tranquila —dice Elijah, se acerca a mí y acaricia mi mejilla. El tacto de su mano es una caricia que me calma el alma—. Él estará bien. En unos minutos, la sangre que consumió de ti, saldrá de su sistema y eso lo hará sentir bien.

El teléfono de Elijah comienza a sonar. Es Kol. Su voz es un rugido de rabia.

—Kol, hermano —contesta Elijah.

—¿Ya terminaste con tu maldito campamento de control? —pregunta Kol.



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En el texto hay: humanidad, dolor amor drama, vampira

Editado: 25.09.2025

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