Theria Volumen 0.0: El niño de cabello violeta

Partiendo

La temperatura que se podía sentir en la isla había aumentado un poco desde que Kein llego ahí, aunque, aun así, seguía haciendo demasiado frío para una persona normal, pero el chico ya se había acostumbrado, eso sí, todavía necesitaba un abrigo grueso cuando estaba mucho tiempo fuera del santuario.

Seis meses habían pasado desde que fue separado de su familia y ese era el último día que estaría en la isla, pronto llegaría el barco y tanto él como Nierya se marcharían. Aunque estaba algo impaciente por al fin regresar a casa, también se sentía algo triste, le había gustado ese lugar a pesar del frío que siempre hacia.

—¡Aquí estas!

Nierya llego hasta la copa del árbol desde donde el chico miraba a la lejanía. No era ni de cerca tan grande como el que existía en su pueblo, pero estar ahí lo reconfortaba. Lo descubrió un día mientras paseaba por los alrededores, al verlo le dio un poco de nostalgia y tuvo el impulso de subirlo, una vez arriba, al ver el hermoso paisaje, decidió que ése sería su escondite personal.

Nierya lo sabía, pero por respeto nunca subió hasta ahí, hasta ese día. Pero tenía una razón para hacerlo: partirían pronto y deseaba saber qué es lo que veía Kein desde ahí, que lo atraía tanto. Una vez se fueran, puede que jamás lo descubriera, así tenía que ser en ese momento.

—Es precioso —murmuró la chica.

Desde ahí se podía ver el santuario, el lago y más allá, la playa con el pequeño puerto y el mar. Todo cubierto por una fina capa de nieve blanca.

—Sin duda, me alegra haberlos seguido —Caín apareció junto a ellos y se sentó un poco más arriba. Si fuera alguien normal, seguro que la delgada rama que lo apoyaba se rompería, pero él la había recubierto de hielo, por lo que no había problemas.

—Lo siento, chicos, no pude impedir que los siguiera —Keila también subió al árbol, trepando con mucha agilidad con una sola mano, pues en la otra llevaba una especie de recipiente pequeño de metal con una tapa y varias tazas colgando de su cintura.

En cuanto estuvo arriba le dio una taza a cada uno y les sirvió un líquido negro muy caliente.

—Es café —les dijo a los chicos. Hasta ese momento solo les había dado té, pero era una ocasión especial, de todas formas Nierya ya tenía quince años y se consideraba adulta dentro de su familia, mientras que Kein, aunque con catorce, casi lo era.

Generalmente el chico se molestaría de que hubieran invadido su espacio, pero en ese momento no le molestaba, era la última vez que estarían juntos, sabía que en cuanto partieran había muchas posibilidades de que ya no se volvieran a ver.

—Tengo algo para ustedes —Caín saco dos pequeñas tarjetas plateadas del bolsillo de su abrigo y les dio una a cada uno—. En cuanto lleguen al puerto, muéstrenle esto a la jefa del gremio de la ciudad, ella sabrá quiénes son y les ayudara un poco. No las pierdan.

—¿Gremio? —pregunto Kein, dudoso.

—Ella se los explicara. Una vez fuera, no tendrán ni casa ni trabajo, así que lo necesitaran.

—Ya viene —susurro Nierya. A lo lejos ya se alcanzaba a ver la silueta de un barco acercándose.

—Bien, iré a recibirlos —Caín apuro su café y le regreso la taza a Keila—. Duérmanse temprano, chicos, mañana partirán a primera hora.

Caín salto de la rama y cayó de pie en medio de la nieve.

—Los veré en casa —Keila se despidió e hizo lo mismo que su padre.

—Vámonos —el chico le tendió la mano a Nierya para ayudarla a bajar. La chica asintió y en cuanto estuvieron en contacto, se transportaron a la base del árbol.

—Creo que hubiera tardado lo mismo si hubiera saltado —murmuro Nierya en voz baja.

—Puede —le respondió Kein, quien la había oído—. Pero me gusta ser de ayuda. Andando.

Mientras avanzaban hacia el santuario, Kein le dio una última mirada al árbol y al verlo pensó en Zieb.

—¿Que estás haciendo ahora? —le murmuró a la nada.

*

—¡¿Eh?! ¡¿Dónde estoy?!

Nierya grito por la sorpresa, lo último que recordaba era haberse ido a dormir y ahora se encontraba enfrente del lago. Mientras la muchacha intentaba explicarse que había ocurrido, el leviatán salió del agua y se colocó a su altura, mirándola con sus ojos teñidos de rojo.

Hija del agua, te he traído aquí para darte una advertencia. Desde que lo vi por primera vez, selle el verdadero potencial del niño, pero hay posibilidades de que lo libere por accidente.

"Escuchame, debes impedir que algo así pase, no lo dejes solo hasta que aprenda a controlarse, o algo terrible ocurrirá.

¿Qué cosa? —a pesar de estar algo desorientada, Nierya escuchaba con atención al leviatán, aunque apenas entendía lo que estaba diciendo.

Es todo lo que puedo decirte, hija del agua, pero recuerda que mientras estés con éldebes protegerlo.

¿De que...?

El leviatán no respondió, sino que se volvió a sumergir, dejando a la chica con la duda.

—Fue extraño, pero te doy el mismo consejo.

Caín apareció tras ella y a su lado venia Keila, ambos vestidos con sus túnicas más resistentes.

—¿Papá?

—Hay algo raro con el chico, eso no es sorpresa, lo sorprendente es que hubiera durado tanto. Sus cuidadores debieron ser muy fuertes para ocultar su esencia.

—¿De qué hablas, papá?

—Creo que es mejor que no lo sepas. Si no pasa nada, no habrá problemas y no cargaras con eso en tu espalda y si lo hay... Bueno, confió en ti, eres mi hija, podrás con lo que se presente.

"Pero ahora a lo que venimos.

Caín le lanzó a Nierya una túnica color azul de apariencia costosa. Ella la conocía, al menos el diseño, era del mismo tipo que usaban Caín y Keila.

—Es hora de tu lección final. Veamos si puedes soportarme hasta el amanecer, si lo logras, ganaras esa túnica, prueba de que eres de nuestra estirpe, pero si no lo haces, no te dejare ir. ¿Lista?



#23021 en Fantasía
#4924 en Magia

En el texto hay: theria

Editado: 17.07.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.