Theria Volumen 0.0: El niño de cabello violeta

Saliette

—¡Nunca más! ¡Nunca más me volveré a subir en algo así! —grito Nierya nada más sus pies tocaron el suelo del puerto.

—No seas exagerada y ahora llevate a tu amigo, no pienso cargar con el mas tiempo —dijo la joven Nathar, tirando al lado de Nierya a un semiinconsciente Kein.

El pobre chico sólo había logrado aguantar dos días, el resto del tiempo que estuvieron a bordo se la paso encerrado en la pequeña habitación sin apenas poder moverse, siendo cuidado más que nada por la joven Nathar, aunque a regañadientes.

Nierya no podía hacerlo, pues también se había mareado, aunque en menor grado, algo inusual en alguien que controlaba el agua.

—Gracias, Nela... —el susurro de Kein fue muy bajo, pero aun así las chicas lo escucharon.

—No debes agradecer, no lo hice por placer, por desgracia esa es la parte más tediosa de mi trabajo —le contestó ella, con los brazos cruzados y mirando hacia el puerto con una expresión agria.

—¡Bienvenidos a Salliete! —les dijo una voz gruesa, que parecía divertida ante la escena.

Era el hombre Zide'il, Laou, quien bajaba del barco riendo y llevando un bulto de mercancía que iba a entregar en un comercio de la ciudad. Kein no podía estar seguro, pero creía que eran las hierbas con las que Keila preparaba el té que había tomado durante su estancia en la isla, un té tan delicioso que el chico entró en la cocina cuando Keila estaba distraída y se llevo consigo unas cuantas hojas y semillas, aunque aquella planta sólo crecía en la nieve. Él no lo sabia, pero Nierya había hecho exactamente lo mismo.

Y ninguno de los dos lo sospechaba, pero Keila se los había permitido.

—Toma, chico —Laou le dio unas hojas resecas a Kein, quien aun se hallaba en el suelo—. Te ayudara a recuperarte. ¡Pero, en serio, no creí que fueras tan débil ante el mar!

Laou se alejo riendo y aunque el chico quería replicar, mejor se comió las hierbas que el Zide'il le había dado.

—¡Por la diosa! ¡Que calor! —se quejo Nela. Después señalo hacia un callejón mas allá del puerto—. Mejor vayanse ya, el gremio esta en el centro de la ciudad, sigan por ese callejón y llegaran a la calle principal, de ahí será fácil encontrarlo, solo pregunten. Es un edificio rojo. Que no los roben, niñatos. Yo subiré de nuevo para escapar de este sol tan molesto.

La chica Nathar regreso al barco, ni a Kein ni a Nierya les parecía que hiciera demasiado calor, es más, el clima aun era muy frío, pero aun así le molestaba a la chica de piel blanca.

—Cosas de razas, supongo —murmuró Kein en voz baja mientras intentaba incorporarse.

—¡Vamos! ¡Mucha gente me esta viendo!

Nierya sujeto al chico y lo obligo a levantarse, sobretodo para poder ocultarse detrás suyo. La joven había vivido toda su vida aislada, era normal que tuviera algo de miedo a la gente. Al chico no le iba mejor, la antigua ansiedad de estar expuesto ante desconocidos, que tal vez quisieran secuestrarlo o algo peor, regreso a él después de tanto tiempo. En la isla habían estado seguros, pero ahora estaban en un mundo desconocido para ambos y sin poder contar con nadie mas.

—B-bien —dijo Kein, intentando que no le temblara la voz—. S-sujetate de mi mano, no hay que separarse.

Aunque aún estaba algo mareado, Kein intento parecer lo mas confiado posible mientras caminaba junto a Nierya. Zieb una vez le dijo que esa era la clave para evitar ser molestado, que no vean cuan nervioso estabas realmente.

Caminaron entre trabajadores de que transportaban diversos artículos con ellos, en el lugar había personajes de varias razas desconocidas para los muchachos. Cerca de una embarcación había una pareja de hombres con aspecto de lagarto, platicando entre ellos, a veces sonreían y mostraban unos afilados dientes. Más allá, una niña con cola de gato corría tras un niño elfo, mientras los que parecían ser sus padres discutían seriamente junto a unas cajas llenas de pescado.

—Es... Increíble —dijeron los chicos casi al mismo tiempo cuando llegaron a la calle principal, después de dejar la zona del puerto. Antes se habían asombrado con la cantidad de personas que había, pero ahora estaban desconcertados. Eran demasiadas.

Gente vendiendo, gente comprando en los comercios que vendían diversos artículos expuestos en vitrinas, gente caminado con sus familias por una calle en donde se podían perder si se separaban. Gente pasando con carretas y carruajes de varios tipos y tamaños y todos de diferentes razas. Elfos, enanos, Ghors, algunos Nathar con sombrillas, razas bestia, Mihers...

Según Laou, Salliete era una de las pocas ciudades del continente humano donde había una gran diversidad de razas, entre mas al sur fueran, menos se verían, a excepción de las ciudades con puerto que no fueran capitales, pero incluso ahí serian muy pocas.

Kein miro en todas direcciones, intentando captar todo, seguramente Zieb no creería que había estado en un lugar así, tan diferente a su pueblo.

—¿Y ahora por donde? —le preguntó Nierya, muy nerviosa.

—No lo sé —le contestó en chico, aun admirando el paisaje urbano.

*

No muy lejos de los chicos se encontraban un hombre de unos veinticinco años, de cabello negro, vestido con una armadura blanca y con una desaliñada barba de varios días y una joven que parecía de unos diecisiete, de cabello negro y semblante sumamente serio, ella llevaba una toga negra con bordados de oro que parecía ser muy costosa. Ambos eran humanos y muy aparecidos. Estaban comparando las armas que habían comprado recientemente.

—Aun no se porque compraste una espada, Ci —le comentó el hombre a la chica—. Eres una maga...

La chica se limito a encogerse de hombros y admiró su más reciente adquisición: una espada con una hoja negra y empuñadura dorada.

—Leyi, mira —cuando Ci al fin alzó la mirada de su espada, vio a dos niños parados en la entrada de un callejón, con pinta de no saber que rayos hacían ahí. La chica en particular parecía sumamente nerviosa—. Hay que ayudar.



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En el texto hay: theria

Editado: 17.07.2020

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